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José Alvear Sanín
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Lo cogieron en una verdad

Se dice que lo más característico de la retórica de Petro es la fabulación, y que su autobiografía, por ejemplo, constituye un tejido de narraciones fantásticas, entre las cuales aquella de que leyó El Capital a los once años no es la más inverosímil.

Los ingleses, tan dados a la ironía, dicen que alguien es “economic with the truth”, para sutilmente esquivar expresiones más directas e hirientes.

En bachillerato, cuando los padres jesuitas eran católicos, nos enseñaban que los pecados contra el octavo, “No levantar falsos testimonios ni mentir”, eran más graves que los cometidos contra el sexto, “No fornicar”, lo que nos lleva a considerar la situación peculiar del padre De Roux, al frente de la Comisión de la Mentira, empeñado en la creación de una nueva verdad.

Pues bien, la economía en materia de verdad une al cura y al guerrillero, porque ambos, en las antípodas del catolicismo, han abrazado la ética leninista, donde es moral lo que sirve a la revolución e inmoral lo que la perjudica. Por tal razón, en ningún caso —léase bien—, considero que Petro o De Roux sean personas inmorales, porque son consecuentes con la ética que han interiorizado.

Aun los individuos más apegados a sus principios, a veces los contradicen con sus actos, sea por interés pasajero, sea por la debilidad propia de los humanos.

En días recientes a Petro lo cogieron en una verdad. Dijo que cuando vivía con la madre de su hijo Nicolás estaba en la clandestinidad, lo que no le impedía arrastrarse hasta las librerías donde, como estaba muy pobre, tenía que robarse los libros. No sabemos si era para tenerlos o para leerlos, porque en su discurso no hay huella de buena literatura ni de ciencia económica.

¡Más afortunado el cura de Roux, a quien jamás han cogido en una verdad!

Imitando la circunspección inglesa calificaremos a Petro apenas de hablantinoso. En él, más bien vibra el docente que diariamente pone su experiencia al servicio de sus compatriotas, para sacudirlos con pensamientos, reflexiones, consejos, interpretaciones, análisis y proyectos, expuestos en un estilo magistral, pero a la vez sintético, que lo consagra como el rey universal del tweet, su apasionante actividad primordial.

Ese enorme esfuerzo por comprimir diariamente tanta sabiduría es, desde luego, agotador, porque su autor procura, y generalmente lo logra, que sus propuestas sean cada día más originales, atrevidas, inéditas y refulgentes.

Como Petro lleva 219 días en el gobierno, es lástima que esos 219 geniales chispazos se reciban como quien oye llover, porque el último atrevimiento hace olvidar el anterior.

En la semana pasada, sin embargo, se destacaron dos: Uno, que cambia el pensamiento social y corrige todo lo que se ha pensado hasta ahora sobre los castigos y las penas que merecen los delincuentes; y otro que conmueve las disciplinas económicas y financieras hasta ahora conocidas.

Es bien sabido que su paternal corazón siente debilidad por la juventud impetuosa. Por eso no solo se conduele de los integrantes de la Mara Salvatrucha, sino que llega a ofrecer paga permanente a los ladrones, siempre y cuando se comprometan a estudiar y realizar trabajo social. Esa propuesta estremecedora convierte a ladrones y atracadores en guías espirituales para la transformación del país, mientras en otros edifican cárceles y detienen a los criminales.

A continuación, quien según su propia confesión fuera el mejor estudiante de economía de su curso, recomienda trasladar inversiones sólidas, rentables y en moneda dura, a un país al borde de la revolución y el caos.

A mediados del siglo pasado nos burlábamos de un jovial analista político que dijo que el propósito de las elecciones no es el de “sacar” votos, sino el de “meterlos” en las urnas; y cuando propuso pavimentar el río Magdalena lo consideramos loco, en vez de elegirlo…

¡Ahora somos menos exigentes!

Mariano Ospina Hernández, ideólogo y pensador

Cuando evoco a Mariano Ospina Hernández (1927-2018) en este quinto aniversario de su muerte, se me viene a la mente la expresión The best president we never had, con la cual los gringos se duelen de las grandes figuras políticas que, mereciéndola, nunca alcanzaron la primera magistratura.

Aunque fue personaje sobresaliente de la política, nunca persiguió el poder como proyección personal. Tres grandes presidentes lo antecedían y le dictaron un imperativo de servicio. Por esa razón, Ospina Hernández se trazó, desde muy joven, un plan exigente de excelencia académica, que daría frutos como ingeniero, constructor y urbanista, por el lado profesional de una vida polifacética en la que también encontramos al botánico, orquideólogo, ecologista, planificador y promotor del desarrollo armónico de todo un Continente que debe acercarse a la Amazonía con respeto, pero consciente del potencial inmenso de desarrollo integral y sostenible de sus recursos.

Integrar fue, entonces, un verbo fundamental conjugado siempre por Ospina. Así, no es casual que una de sus primeras empresas en el campo de lo público fuera la creación del Instituto de Planeación Integral, porque para él esta disciplina excedía tanto lo económico como lo técnico. El propósito del desarrollo es el bienestar del ser humano, que debe ser mirado en su integridad, en su doble dimensión de alma y cuerpo. De ahí que economía, naturaleza y arte, deben ponerse a su servicio, y el Estado, que es garante de su vida, tiene que ser respetuoso de las libertades religiosa, intelectual, moral y económica de los asociados, de tal manera que sus funciones, esenciales para asegurar el progreso y la prosperidad de la sociedad, estén siempre ceñidas al riguroso orden moral del cristianismo.

Una y otra vez Mariano Ospina Hernández insistía en el tema de la lucha entre civilización y barbarie. Desde la aparición del Programa Conservador de 1849, suscrito por Mariano Ospina Rodríguez y José Eusebio Caro, el conservatismo colombiano ha sido el defensor de la civilización, contra las fuerzas que buscan destruir el resultado de siglos de pensamiento y acción, que se conjugan para asegurar el progreso moral, espiritual, jurídico y económico de las gentes. Contra ese lento y reflexivo, pero tan frágil como indispensable orden, siempre ha habido grandes fuerzas contrarias, siendo la mayor y más agresiva la que plantea el marxismo-leninismo totalitario, o comunismo.

La oposición permanente, en Colombia, a ese movimiento internacional, fue el leitmotiv de su actuación política.

En sus últimos años se manifestó vigorosamente contra el desvío ideológico y el clientelismo de cierto oficialismo en el Partido Conservador. Y para mantener lo esencial del ideario de esa colectividad fundó, acompañado por su incomparable esposa, doña Helena Baraya, el Foro Atenas y La Linterna Azul.

El Foro fue concebido como un centro de pensamiento para el estudio de los problemas nacionales; y La Linterna, como un órgano de permanente información sobre la realidad nacional, enmascarada por medios cooptados por la extrema izquierda o embadurnados de mermelada.

El pensamiento de Ospina Hernández como dirigente político, congresista y diplomático, abarca también numerosas áreas técnicas, científicas, económicas y sociales. Hay un ensayo suyo que condensa los ideales imperecederos del conservatismo y lleva por título “La verdadera riqueza y las tres pobrezas”, resultado de su análisis, durante largos años, del problema de la miseria en Colombia.

Analizó también en ese documento las propuestas para superarla, que se enfocan casi todas desde el punto de vista de la economía y la distribución del ingreso. A su juicio, esa concepción meramente economicista es superficial porque no tiene en cuenta la naturaleza humana profunda. Opinaba que el pueblo colombiano tenía tres grandes pobrezas: la intelectual, la moral y la económica, y que esta última solo podría superarse si se remediaran las dos primeras mediante una educación que tuviera en cuenta no solo la ciencia, la tecnología y la productividad, sino también los aspectos culturales, espirituales y morales.

Según su razonamiento, no basta con una buena capacitación si los individuos no ajustan su conducta a elevados valores morales y la política sigue dominada por la corrupción. Únicamente con la superación de los factores negativos podrá lograrse el progreso económico, advirtiendo que la verdadera riqueza no es meramente monetaria, porque hay que considerar los factores físicos, intelectuales y espirituales que el ser humano requiere para su pleno desarrollo y su bienestar anímico.

Estas ideas, que reflejan mejor que muchos discursos y plataformas políticas la verdadera esencia del pensamiento conservador, no han perdido vigencia. Como homenaje a su memoria, La Linterna Azul publicó, el 14 de marzo, ese elevado documento, más actual que nunca, porque indica cómo la superación de nuestros problemas nacionales no será posible nunca tomando el atajo de la barbarie, la demagogia, la improvisación, el fanatismo, la vulgaridad y la abolición del derecho.

Prudentes amenazas para no renunciar

La reforma de la salud, tan letal como antitécnica, no es debatible, modificable ni corregible, porque obedece a una obsesión a la vez ideológica y patológica que comparten Petro y la ministra Corcho. Como inexorable reforma comunista, su propósito no es otro que la destrucción de todo el sector. Por tanto, no se trata de mejorar el sistema sanitario, sino de cambiarlo a las volandas por otro, inspirado en el cubano —el peor posible, porque la miseria no genera salud—, para igualar por lo bajo la atención.

A la destrucción del modelo asistencial seguirán la del sistema pensional y la del orden laboral. Y luego las de docenas de sectores amenazados por las facultades que otorga al gobierno el Plan Nacional de Subdesarrollo, como en un dominó macabro, para arrasar con la libertad económica y social.

La defensa del sistema de salud reúne las voces de sus administradores, de los salubristas, los médicos, los pacientes, los economistas, en un bien afinado coro al cual se enfrentan solo algunos marxistas fanáticos, con manidos sofismas. Pocas veces un proyecto ha merecido un rechazo tan categórico.

Bastaría pensar en los estragos que causará la regresión sanitaria de Corcho, para suponer una vigorosa oposición parlamentaria a tantos desatinos, pero, por desgracia, el precio del voto de sus integrantes aumenta en razón directa de la desmesura y torpeza de los proyectos de ley de Petro.

El expresidente Gaviria, cuyo gobierno inició el sistema de salud actual, ha fijado múltiples líneas rojas en esa materia, pero como pasó con la Tributaria, sus congresistas probablemente lo desautorizarán de nuevo, porque la mermelada supera ampliamente los principios y la razón. Y los Petro-godos ni siquiera se fijan “líneas azules”.

Por esa razón, la única posibilidad de detener la locomotora de Corcho hubiera sido la renuncia de los tres ministros que se manifestaron en contra: Alejandro Gaviria (antiguo titular de Salud, que escribió un memorando incontrovertible en contra del despropósito); Cecilia López Montaño y José Antonio Ocampo. Los tres son laureados y experimentados economistas que comprenden mejor que nadie los horrores y los errores de la reforma y su impacto negativo sobre el bienestar de la población y el progreso social del país.

Ha trascendido que presentaron una prudente y asordinada amenaza de renuncia, si el presidente persistía en defenestrar a Alejandro Gaviria y seguir por esa aterradora senda. Pero el berrinche se disipó con rapidez, porque a los tres “díscolos” se les prometió —al parecer— diplomático olvido de su inane rebeldía, para que todos quedaran contentos…

Como los políticos no saben decir no, también ignoran el verbo renunciar.

Estos tres grandes e ilustres economistas hubieran podido pasar a la historia deteniendo el proyecto de ley más perjudicial, debilitando, además, un gobierno funesto, pero en vez de defender la salud del país, prefirieron la mediocridad del sueldo y el carro oficial…

Cecilia, Alejandro y José Antonio, me recuerdan a un cínico que decía: “Solamente he renunciado una vez a Satanás, a sus pompas y sus obras, porque estaba muy niño, y eso me ha pesado toda la vida”.

Talante y revolución

La aterradora improvisación (de 1 hora 36 min.) en la Plaza de Armas, ante el mecanismo presidencial de seguridad formado por indígenas y guerrilleros, y un millar de empleados públicos, no lo es menos por la reducida audiencia como porque 50 millones de colombianos hemos sido amenazados de guerra civil, si las reformas “son entrabadas”.

Petro se radicaliza porque se siente seguro de la aprobación que el Congreso le dará también a las 21 facultades extraordinarias —leyes habilitantes, en la jerga chavista—, para permitirle revolcar el país, veloz e irrevocablemente.

A su parecer, así como contra todas las opiniones autorizadas la reforma tributaria salió, en las otras dos reformas letales —la de la salud y la pensional—, la mermelada logrará su rápida expedición.

Por esa confianza en el poder de la mermelada en el Congreso, su discurso es cada día más agresivo. No le falta tampoco razón cuando afirma que los ministros van menos rápido que él. Basta con ver su ritmo: nunca se sienta ante un escritorio. No lee ningún estudio sobre algún problema. Jamás delibera o corrige. Nunca está quieto. Pasa casi todo el tiempo en el avión, desde donde trina y retrina, habla y habla, sin la menor reflexión, víctima, además, de una manía ambulatoria irrefrenable.

De las metrópolis del mundo pasa a los caseríos, y tanto en las unas como en los otros expele su chorro de inauditos dislates, que se convierten a continuación en políticas públicas. Esas manifestaciones delirantes serían consideradas síntomas de desequilibrio en cualquier país donde todos los poderes no obedecieran a una voluntad omnímoda e inflexible, capaz de convertirlos en hechos administrativos, orientados a la eliminación del modelo económico-social de corte demoliberal por otro totalitario y marxista-leninista.

¿Qué modalidad seguirá la inminente revolución colombiana? Con las tres primeras grandes reformas, con las veintiuna que vienen tras las facultades extraordinarias, y con las que de mutuo acuerdo convengan Petro y el ELN para priorizar la colectivización del agro, la anterior pregunta es de la mayor importancia.

Según el DRAE, talante es el modo o manera de ejecutar algo; semblante o disposición personal; voluntad, deseo, gusto. Si el talante de Petro es delirante, mesiánico, obsesivo, narcisista, apabullante, vengativo y falaz, el pronóstico de su revolución no puede ser más aterrador. Durante este interminable semestre ha expresado su Leitmotiv, subdesarrollar este país para salvar a la humanidad. No a los hidrocarburos. No al capitalismo. No al Estado de Derecho. Su “democracia” es populista, tumultuaria y clientelista, es decir, comunista.

La obsesión de Pol-Pot fue la de eliminar la vida urbana. La de Petro es la eliminación del capitalismo. El resultado de ambas será el mismo, la masiva imposición mortífera de la miseria “virtuosa” para toda la sociedad, única manera de lograr la igualdad.

Para un individuo capaz de decir que “antes se moría más gente, pero con dignidad”, como argumento contra un sistema sanitario mejor, establecer una especie de ideal religioso inverso para cambiarlo todo y pasar invicto a la gran historia, está de acuerdo con una ambición desmesurada y amoral.

Las gentes, aterradas, confían en un milagro electoral en el octubre venidero, para detener la caída en el abismo, pero ganar sin unidad, carentes de maquinaria, dinero, medios de comunicación y contra una Registraduría confabulada, es muy poco probable.

Pero la monumental expresión de rechazo popular a Petro, en las gigantescas marchas del 15 de febrero, abre una ventana de esperanza, porque el pueblo es superior a los dirigentes políticos, enzarzados en componendas clientelistas e inanes. Por eso es necesario que la voluntad nacional se refleje en un rechazo ciudadano intenso, continuo, permanente y masivo, como una parálisis preventiva que nos ahorre la parálisis perpetua del castro-petrismo consolidado.

***

Las grandes “improvisaciones” de Churchill requerían larga y paciente preparación… ¡Qué diferencia!

¿Nazi-obseso?

No ha faltado, en los 180 días que lleva hablando, volando y contaminando, uno solo en el que Petro no nos sorprenda con uno o varios ex abruptos irracionales, irresponsables, inesperados, insólitos, inconvenientes, imprudentes, indignos… Pero aún más sorprendente, a pesar de su carácter demoledor, es el silencio de los jefes políticos, los medios masivos, los gremios y las academias, frente a esos pronunciamientos, que se van convirtiendo en las políticas de un gobierno cuyo propósito inocultable es el de destruir el modelo económico-social que hace posible el Estado de Derecho.

Casi que desde la primera semana el país se acostumbró a escucharlo como quien oye llover; y ante esa ausencia de reacción el personaje se enardece, y cada veinticuatro horas se supera, hasta el punto de que ya es imposible escoger cuál de sus desatinos es el peor.

Lo de la ONU fue horroroso. La identificación de un enemigo interno con la Constitución y la Ley, atroz; la solidaridad con Castillo y los arrumacos con Maduro, increíbles; la exaltación de la primera línea, en Cali, alucinante, para no hablar de su leit motiv, que la cocaína es menos perjudicial que el carbón y el petróleo… etc., etc., etc.…

Cuando alcanzó a decir que “por definición” la criminalidad disminuye si se derogan muchos tipos penales, todos pensamos —con indudable alivio— que había llegado al clímax y que a partir de ese momento sería imposible que de sus labios saliera algo más extravagante y escandaloso.

Pero nos equivocamos. Pocas horas después nos informó:

(…) no hay diferencia entre el Estado colombiano y el Estado nazi, y que el nuestro no solo es asesino, sino es genocida (…), ayudó a matar a miles de colombianos simplemente porque eran de izquierda (…), aun hoy, uno va a cualquier esquina de cualquier ciudad de Colombia y dice: “Soy de izquierda”, y empieza a sentir peligro (…)

En la anterior declaración sorprende el uso del tiempo presente. Petro parece olvidar que es él quien actualmente manda. Si como jefe de Estado conoce en qué ciudades y esquinas sienten miedo los izquierdistas, ¿cómo es posible que ese fenómeno sea tolerado por su gobierno?

Surgen algunas preguntas inevitables como:

* ¿Qué clase de Estado nazi es este, que jamás ha perseguido a los ciudadanos judíos, muchos de los cuales poseen importantes empresas que engrandecen a Colombia?, para no hablar de empresarios de esa apreciable colonia que han sido sus amigos y sus principales apoyos económico-electorales.

* ¿Qué clase de Estado nazi es el que ha contado con las luces de Petro durante unos veinte años en el Congreso y ha aceptado su elección?

* ¿Cuál nazismo existe en un país donde las minorías étnicas no sufren persecución racial alguna? Aquí los indígenas son dueños de la tercera parte del territorio y la vicepresidente pronuncia encendidas diatribas contra las mayorías mestizas.

Por su ancestro italiano, Petro debe recordar a un gobernante hablantinoso que impuso la consigna: “Il Duce ha sempre ragione”, para acallar cualquier disenso o crítica y excusar sus excesos verbales, sus delirios y la locura que condujo a su país a la mayor desgracia.

Irracionalidad, prepotencia, odio...

Nos acercamos al primer semestre de los incontables que vienen. No son los ocho del periodo, porque ya por segunda vez, un lapsus linguae indica que su propósito es la reelección. Partiendo de ese velado anuncio, no faltan los que la vislumbran en el cuerpo ajeno de la Alcocer, o con el tiquete peronista de Gustavo y Verónica…

No comparto esos escenarios, porque avizoro que después de la “paz total” con el ELN, con el fin de acelerar y radicalizar la revolución, vendrá la inevitable Constituyente para establecer la reelección presidencial indefinida. Petro no aceptará nada menor que la magistratura vitalicia, como las de Díaz Canel, Ortega, y la inevitable de Maduro.

Aunque la futurología está plagada de incertidumbre y de futuribles, es probable, si proyectamos lo que conocemos de la megalomanía del personaje y de su ideología, que quiera igualar y superar a sus ídolos, Lenin y Castro…

Después de los pronunciamientos de la última semana, no parece descabellado colegir que Petro no ha podido dejar atrás su período delirante. Cada día su logorrea es mas inverosímil, pero en vez de causar efectos previsibles en su credibilidad y su capacidad de gobernar, su chambonada acelera la demolición del modelo económico, social y jurídico, que realmente es su propósito inexorable.

La notificación, por parte de la lamentable ministra de Minas, de que el país va a suicidarse económicamente con la destrucción del sector minero-energético, se refuerza con la sacada del doctor Bayón de Ecopetrol, a pesar de los inútiles esfuerzos del Minhacienda para hacer creer que en ese crucial asunto todavía falta la última palabra.

Si bien es verdad que todo lo que dice este gárrulo es revanchista, tendencioso, incoherente, improvisado, acalorado e impensado, lo que cuenta no es lo sorprendente y ridículo de su discurso, sino el fondo atroz que se traduce, tendiente a la aniquilación de todo lo que él no ha hecho. En ese sentido, siempre es predecible como un incorregible Eróstrato, porque lo suyo es dañar y destruir, y solo por eso será recordado.

La primera iniciativa de su gobierno fue una reforma tributaria antitécnica y contraproducente, esperpento dirigido por un economista de avanzada edad, larga experiencia y numerosos postgrados, que prefirió apartarse de la ciencia, para lograr figuración en su crepúsculo vital. Por la inopia que ha exhibido, Ocampo no será capaz de atajar el colapso económico que él mismo propició. Hacen, pues, muy mal, los que confían en sus poderes mágicos para detener los disparates de su jefe.

Ahora bien, traigo a cuento la reforma tributaria, porque aun en el caso de que rinda los billones esperados, Petro ya parece habérsela gastado, pues para él no hay diferencia entre su deseo, la realidad y la posibilidad. Su creciente prepotencia no solo se proyecta al futuro. También es retroactiva, como puede verse en el asunto del Metro de Bogotá.

Aceptemos, en gracia de discusión, que el minúsculo pero costosísimo Metro de Bogotá sea conveniente. Hace algunos años Petro dijo que debería ser subterráneo, pero en vista de las condiciones del subsuelo se contrató un ferrocarril elevado. Ahora se empecina en enterrarlo, así su costo suba, de unos 15 billones hasta el doble (que hay que pagar en dólares), según se atiendan en mayor o menor número sus caprichos. ¡Su respuesta olímpica es que la Nación atenderá todo el extracosto que sea necesario!

Ahí no paran las cosas. En campaña propuso un ferrocarril elevado entre Buenaventura y Barranquilla. Era tal el despropósito de tamaño tren traído de los cabellos que no volvió a mencionarlo. Pero no lo olvidó. Por eso nombró a un señor Dusán en Colpensiones, para que, como su primer acto, resucitara semejante locura. Igual que con el Metro, apuesto a que ese tren se iniciará, consumiendo todo el ahorro pensional, ambientado ahora como el primer tramo del seductor ferrocarril desde Chile hasta nuestro Caribe, que se ha sacado también de la manga en su más reciente viaje a ese país.

Esto me hace pensar en todas las desquiciadas improvisaciones del candidato Petro que fueron luego omitidas en su programa. Todos las hemos olvidado, salvo él, que una por una las hará realidad a medida que se consolide su omnipotente y rencorosa voluntad.

Con un individuo que compromete sin la menor reflexión varios billones de pesos cada vez que abre la boca, no es posible predecir cosa distinta del caos. Ante su obcecación y su espectacular desorden mental, muchos siguen escribiendo en vano buenos artículos para recomendar prudencia, raciocinio y sindéresis, porque la esperanza es lo último que se pierde, desconociendo que ese sujeto es incorregible y que su agenda no es la de mejorar y corregir, sino otra bien diferente.

¿Cuántas "supra constituciones" para la "paz total"?

Para unos, entre gobierno y ELN hay crisis; para otros, apenas un malentendido. Pero en ambos casos se lamenta ese aparente tropiezo en el proceso hacia la “paz total”, cuando lo preocupante es la decisión de entregar el país, mediante ese subterfugio, a cinco “estructuras violentas”.

Desde luego, el proceso con el ELN es el más aterrador. Así como entre FARC y Juan Manuel Santos había completo entendimiento desde antes de iniciar conversaciones en La Habana, es presumible que entre el ELN y Petro haya completo acuerdo desde antes de Caracas, o de cualquier otro lugar del mundo donde se reúnan.

Los seis años de simulacro de discusiones eran necesarios para hacer creer que se “negociaba”, en vez de entregar el país inmediatamente. Requería Santos tiempo suficiente para socavar y debilitar a las fuerzas armadas con el frecuente cambio de sus cúpulas, y para completar la toma mamerta de las “altas cortes”.

Ahora hay que hacer creer al país que entre el gobierno y el ELN hay diferencias, cuando tanto el uno como el otro están identificados como actores revolucionarios de obediencia castrista. Por esa razón es preciso disimular, para que ambas partes aparezcan como contrapuestas, cuando en realidad tienen un objetivo común. Lo que no sabemos es cuántas tretas más y cuántos meses serán necesarios para hacer bien creíble el inexistente contrapunto entre ambos actores de la conjura.

Tanto el expresidente Pastrana —cuya franqueza denunciando las verdaderas motivaciones de Petro es laudable—, como María Isabel Rueda —columnista siempre bien informada—, consideran que el proceso con el ELN terminará en acuerdo para reunir una Constituyente.

Esta hipótesis es probable pero no necesariamente concluyente. Para convertir a Colombia “legalmente” en un Estado marxista-leninista, aunque una Constituyente sumisa y complaciente es un buen mecanismo, hay algo más expedito, otra “supra constitución” (como la que lograron las FARC en el tal “acuerdo final”), con el fin de completar lo que falta para el absoluto triunfo “jurídico” de la revolución.

Después de la aprobación, en 2016, mediante una mera proposición en las Cámaras del “acuerdo” con las FARC (de 312 páginas), negado por el pueblo, el Artículo 374 de la Carta quedó como el vago recuerdo del Estado de derecho. Cuando este regía, la Constitución solo se podía reformar por el Congreso, por una Asamblea Constituyente o por Referendo. En cambio, con el “acuerdo final” se modificaron centenares de normas legales, violando en todos los casos la Constitución, para beneficiar la subversión y paralizar al Estado. Ese espurio “acuerdo” inconstitucional, auténtico macro golpe de Estado, ha sido aplicado rigurosamente tanto por su autor, Santos, como por Duque, y ahora por Petro.

Repito que no sabemos cuántos meses tardará en producirse el acuerdo Petro-Gabino, ni de cuántos centenares de páginas constará, pero no ignoramos que irá mucho más allá de lo convenido por Santos-Timo. Será otra supra constitución, radical e inflexible como sus dos autores, pero no será sometida al azaroso proceso plebiscitario. Bastará con una proposición untada de mermelada para que otro Congreso prevaricador hunda a Colombia definitivamente en el abismo revolucionario.

Después de surtida esa horrenda trapisonda, los cambios constitucionales y legales (empezando por la Presidencia vitalicia de Petro) tendrán lugar en la República Popular, Democrática y Bolivariana de Colombia, hermana de Venezuela y Protectorado Cubano.

***

¡Desde luego, también habrá mini supra constituciones para complacer a las otras cuatro “estructuras” invitadas a la “paz total”!

La droga, ¿arma de destrucción masiva?

La drogadicción no es un vicio explotado solo por las mafias, porque también puede ser un arma de destrucción masiva, sea en manos de grupos criminales o al servicio de poderes políticos.

En Colombia va en camino de pasar de instrumento delictual, para integrarse más profundamente en la estrategia del dominio global, si no es que ya lleva varias décadas sirviendo dentro del ajedrez geopolítico.

Columbro lo anterior, porque en el enfrentamiento de la guerra fría, Fidel Castro, como peón soviético, convirtió la isla en el aeródromo donde recalaba la cocaína de Pablo Escobar en su tránsito hacia los Estados Unidos, afirmación que hago porque, aun antes de que se destapase esa horrenda conexión, el directorio político del narcotraficante llevaba en avión grupos juveniles de Medellín a competir los fines de semana en Cuba, como era de público conocimiento.

A medida que se apodera de amplios y crecientes sectores de la sociedad, la drogadicción la socava y la conduce hacia la inviabilidad moral y política. A propósito, hará bien el lector en recordar las guerras del opio, la primera, entre 1839 y 1842, y la segunda, de 1859 y 1860, que yo, a pesar de cierta moderada anglofilia, considero como el gran baldón histórico de ese país, que hizo un gran imperio.

En la lucha titánica de tantos actores históricos por alcanzar la esquiva hegemonía, en el siglo xix el Imperio Británico despedazó al Español en el hemisferio occidental, mientras en el oriental se encontraba con el inmenso Imperio Chino. El opio fue el arma que acabó con China, para que Londres alcanzara la prepotencia en ambos lados del mundo; y en Hong Kong, los amos del opio mutaron en banqueros, comerciantes, exportadores, navieros e industriales…

La depuración de China reclamó millones de ejecuciones de drogadictos, jíbaros y prostitutas, por parte de Mao…

Ahora bien, dentro de la ética revolucionaria marxista no importan millones de muertos (¿bichos?, ¿gusanos?), si lo esencial es destruir el ancien régime para construir sobre sus ruinas el impoluto hombre nuevo.

Castro no ignoraba el poder de la droga para vencer un enemigo mucho más poderoso. Siguiendo ese ejemplo atroz se dedicó a ayudar a drogar a los gringos, y algo quedó hasta para su familia…

El comunismo colombiano no es ajeno a esa lección, y las FARC primero, y el ELN luego, no solo odian los países capitalistas, sino que también son carteles en el pleno sentido del término. La política del actual gobierno de tolerancia de siembra y exportación de cocaína (dizque menos perjudicial que el petróleo y el carbón y que causa menos muertos que su erradicación), puede interpretarse en términos geopolíticos dentro de la confrontación entre los anglosajones y sus aliados europeos, y los chinos y sus aliados rusos e iranios.

No quiero abundar en este espinoso tema, porque la ambición hegemónica de China no es el único frente en el que la droga juega su papel como arma. Cuando uno contempla la debilidad moral de la juventud gringa, los estragos de la drogadicción en Canadá y Europa y la crisis demográfica de los “países blancos”, la tentación para Beijing de tomar revancha de los ingleses y llenar de drogas a sus rivales es plausible.

Hay otro frente. Si el anterior está motivado principalmente por la ambición imperialista hegemónica, las mafias conducen una guerra contra la sociedad, motivada por el astronómico ánimo de lucro de sus capos, en muchas latitudes.

En Colombia, primer productor y exportador mundial, con un creciente mercado local de cocaína, esta sustancia es el arma de destrucción masiva de una sociedad ya apenas nominalmente cristiana y en la que queda ya muy poco del estado de derecho. Aun con esas limitaciones y defectos nuestra situación es preferible al narcoestado o a la revolución marxista, que avanzan al ritmo de los estupefacientes.

Saludo a la nueva Hora de la Verdad

La Linterna Azul saluda la primera emisión de La Hora de la Verdad en formato digital, compacto y directo, que ese imprescindible órgano periodístico ha adoptado para su difusión a través de las redes sociales.

Durante dieciocho años, y en 4621 emisiones, su director, Fernando Londoño Hoyos, y su cambiante, pero siempre excelente equipo, que ahora encabeza D´mar Córdoba, ha alertado al país sobre la revolución que avanza y que no tuvo verdadera oposición de partidos clientelistas y logreros, gobernantes pusilánimes y medios dominados por el marxismo cultural, el globalismo siniestro y la omnipotente mermelada.

El país no los oyó, y de tumbo en tumbo hemos caído en el abismo demagógico de un gobierno plegado a todos los narconegocios, desde la siembra hasta la exportación, sin olvidar la tolerancia ante la creciente conquista del mercado interno, que destruye una juventud que merece mejores horizontes que los que ofrecen el vicio, el ocio improductivo, el crimen organizado o la recepción degradante de subsidios en colectivos perversos.

Londoño Hoyos es un luchador incansable y un analista tan bien informado como insobornable. La Hora de la Verdad es la primera baja que cobra un gobierno cuyo ideario comunista exige el control de la información, la tergiversación de la historia y la eliminación de la libertad de pensamiento. Hacia allá va, rápida y seguramente.

Los ciudadanos amantes de la libertad, la democracia y el estado de derecho, tenemos la obligación de responder, en la medida de nuestras capacidades, al llamado de La Hora de la Verdad. Con el aporte económico de miles y miles de colombianos ese baluarte no será silenciado. Solidarios con ella, publicamos su mensaje editorial de enero 2.

Cordial saludo,

¡Larga vida para La Hora de la Verdad!

José Alvear Sanín
Director

Hacia la parapolicía política

El anuncio de Petro sobre la inminente liberación de los forajidos de la Primera Línea, de manera que puedan celebrar piadosamente y en familia las Navidades, sin duda alguna constituye un golpe de Estado, al que sigue otro con la creación —sin facultades para ello— de una espuria comisión para escoger, entre 170 detenidos, los primeros “gestores de paz”.

La liberación caprichosa de los sindicados de tantos y tan graves delitos viola la división de los poderes públicos, usurpa las facultades de los jueces y también las legislativas. Además, la tal comisión se integra para que, por interpuestas personas, se cometan varios delitos…

No quiero detenerme en estos lamentables actos, rechazados por Fiscalía, Procuraduría y Corte Suprema, porque esos organismos seguramente se quedarán cortos y no serán capaces de denunciar, ante la Comisión de Acusaciones de la Cámara, a los autores de estas incalificables trapisondas.

Quiero, más bien, referirme a la inmensa repercusión política de esta abusiva determinación de Petro, porque si además se crea un inmenso cuerpo de 100.000 “jóvenes para la paz”, la dictadura totalitaria estará a la vuelta de la esquina.

Petro justifica su propósito dizque con el fin de alejarlos de “organizaciones multicriminales”, y su variopinto minjusticia agrega que ese contingente tendrá como funciones “tareas humanitarias, trabajo para la reconciliación y promoción de la cultura ciudadana”.

¡Petro, a continuación, anuncia que esos “100.000 gestores de paz devengarán de a millón mensual”, generando un gasto anual adicional de más de un billón de pesos! Pero creemos, sin embargo, que se queda corto porque olvida que se acaba de decretar un salario mínimo con alza del 16 %, y que seguramente habrá que vincularlos con prima, vacaciones y seguridad social.

¡Increíble!, pero lo menos grave de este astronómico gasto es el absurdo fiscal, porque lo que hay detrás es la formación de una imparable e implacable policía política. Me estremezco con este anuncio, porque recuerdo una larga lista de cuerpos similares, sin los cuales no pueden funcionar las peores dictaduras: las Camisas Negras de Mussolini; y las Pardas, las Schutzstaffel y la Hitlerjugend; los Guardas Rojos de Mao; los Tonton Macoutes de Duvalier; los Guardas de la Revolución, en Irán; las Brigadas de Reacción Inmediata y los Comités de Defensa de la Revolución, en Cuba; y los Colectivos Bolivarianos en Venezuela.

No olvidemos, siguiendo a Orwell, que el Ministerio de la Paz hace la guerra…, por tanto, bajo el gobierno comunista, los “jóvenes de paz” impondrán la violenta paz petrista al país que él conduce velozmente al abismo…

***

Cuando Petro pronuncia la imaginativa expresión de “organismos multicriminales”, ¿no estará pensando en el M-19, las FARC, el ELN, la Oficina de Envigado, las Autodefensas Gaitanistas, el Clan del Golfo… con las cuales se hará la “paz total”?

Antagonismo en las exportaciones colombianas

Nuestro comercio de exportación ha sido siempre más bien débil. De la monoexportación cafetera, que hizo posible el despegue inicial de nuestra economía, pasamos por varias etapas hasta llegar a la actual y dominante de los combustibles, porque hasta septiembre de 2022 estos representan el 56.2 % de nuestras exportaciones legales, es decir US $ 24.779 millones, frente a un total de US $ 43.823 millones.

Al lado de los combustibles, las exportaciones menores son, principalmente, manufacturas, 19.7 % y productos agropecuarios, 20.6 %.

En 2022 las exportaciones de petróleo y carbón aumentaron 84.9 % sobre el año anterior, mientras las exportaciones menores crecieron un 34 %.

No ha sido entonces malo el año 2022 en la parte visible de nuestro comercio exterior, que se divide actualmente en dos sectores. La realidad es que bajo Petro se perfila un antagonismo alarmante: El sector minero-energético, legal, dinámico, en buena parte de propiedad estatal, sostén de la Tesorería y generador de la mayor parte de las divisas reconocidas, es aborrecido por el Gobierno, que lo estigmatiza mientras con sus políticas estimula implícitamente el renglón ilegal, invisible y criminal de los narcóticos.

Nadie sabe cuánto vale la exportación de cocaína y otros psicotrópicos, ni qué parte de sus astronómicos ingresos regresa a Colombia.

Partamos de la base de que las exportaciones de petróleo todavía superan las de cocaína, pero también existe la posibilidad de que pronto, a medida que marchiten lo minero-energético, el sector narcóticos se convierta en la principal fuente de divisas del país.

En términos generales la devaluación del peso —terrible para el país—, solo tiene un aspecto favorable, la posibilidad de que ocasione aumento de las exportaciones agropecuarias y manufactureras, porque el volumen de las exportaciones de crudo y carbón no es sensible a la tasa de cambio.

No debemos tampoco desconocer que la devaluación favorece especialmente a los exportadores de narcóticos, el valor de cuyos insumos es pequeño, y su rentabilidad, por tanto, inmensa, crecerá aún más. Ya lograron de facto la legalización.

Si la cocaína es menos nociva que el carbón, el petróleo y las gaseosas, ¿por qué no legalizarla? ¿Convendría sustituir los dólares del petróleo por los de la cocaína?

Con estos y otros planteamientos perversos, la presión por convertir el narcotráfico en una actividad normal es alarmante. Si eso se logra, Colombia se convertiría, al lado de Afganistán y Myanmar, en un completo narcoestado, execrado justamente por el resto del mundo.

Ahora bien, los exportadores de cocaína, que con la devaluación han visto un astronómico incremento de sus ingresos en divisas fuertes, no están interesados en la revaluación del peso. Al contrario, mientras más se devalúe nuestra moneda, mayores utilidades dará su infame negocio.

Por lo mismo es probable que para ellos sea preferible no aumentar mucho el tonelaje exportado mientras siga la incesante devaluación del peso colombiano, gracias a las obsesiones del Gobierno, que deliberadamente los favorece mientras golpea los sectores legales de la economía con reformas tributaria, agraria, laboral y sanitaria, que en nada impactan las actividades de los narcóticos y la minería ilegal.

Grande y primera víctima

Dentro de un régimen totalitario marxista-leninista es imposible la libertad de información. Para imponer el pensamiento único hay que controlar todos los medios, cambiar la historia y eliminar la religión. Se comienza con la censura, pero fatalmente se llega a la estatización de prensa, radio y tv.

El partido único establece la “interpretación verdadera” y obligatoria, tanto del pasado como de los acontecimientos presentes, siguiendo el fluctuante pensamiento del líder, también único, vitalicio, omnisciente, omnipotente, infalible e incontrovertible. Quien se niega a rendirle culto es castigado, sea con la golpiza, la amenaza, la reclusión psiquiátrica, la prisión, el Gulag o la ejecución.

Aquí ya tenemos el partido comunista en el poder, mimetizado en variados grupúsculos coaligados en un dizque “pacto histórico”; y también tenemos el dictador.

Como la revolución requiere total conformidad, el avance hacia el modelo cubano no se detendrá.

La estrategia mediática viene ejecutándose sin pausa desde antes de la llegada de Petro. Numerosos periodistas y columnistas mamertos se infiltraron en los medios, cuyos dueños toleran su accionar mientras el PyG no sufra. La inagotable mermelada oficial asegura el copioso ingreso de los comunicadores amigos y el bienestar financiero de las empresas. Y para completar, los gobiernos pagan los influencers y las bodegas necesarias para copar las redes sociales.

Lo anterior es apenas preliminar y preparatorio de algo similar a lo que ya ha ocurrido en Venezuela y Nicaragua, etapas en el camino hacia la implantación del modelo castrista en todo el continente.

La libertad de información actualmente está muy disminuida en Colombia, pero con el frenético ritmo petrista ya empieza a verse lo inexorable de su meta.

Tenemos numerosos y pequeños órganos digitales en el país, como este de La Linterna Azul, que luchan por informar sobre las realidades que los grandes medios ocultan, deforman o tergiversan; pero la única tribuna con gran acogida nacional, La Hora de la Verdad, acaba de ser víctima de maniobras tan solapadas como ruines.

Como fiel oyente de ese insobornable órgano, que los timoratos anunciadores en general ignoran, me sorprendí cuando la Federación Nacional de Cafeteros empezó a patrocinar la incisiva sección Al Oído, donde en diálogo cordial, su director y el gran periodista que es D´mar Córdoba, tan ilustrado como informado, revelan, de lunes a viernes, los entresijos del plan siniestro para doblegar al país.

Pues bien, el acertado gerente de la Federación, Roberto Vélez, ha sido defenestrado. Presentó renuncia cuando supo que Petro había “insinuado” que había que salir de él para llevar a la gerencia a alguien afín al gobierno…

Este golpe aleve, sombrío, tenebroso, ya intentado en la ANDI, se repetirá una y otra vez para que caigan como fichas de dominó todos los que se opongan a la creciente e insaciable sed de poder del ocupante de la casa de Nariño.

Ese mismo día nos enteramos de que RCN, hogar siempre de La Hora de la Verdad, la sacará de sus ondas a partir del nuevo año. ¿Coincidencia o insinuación?

No hay en la economía ningún sector que pueda sobrevivir a la inquina de un gobierno totalitario y torticero.

La Hora de la Verdad seguirá a través de las redes sociales. Ahora, más que nunca, es imperioso apoyar a Fernando Londoño Hoyos y su equipo. Nadie ha dado mejor que él la batalla por la democracia, el derecho y la patria.

Al retirarse del Ministerio del Interior y Justicia, donde secundó a Álvaro Uribe en la mejor etapa de su gobierno, Londoño Hoyos no volvió al bufete más importante del país, que él había edificado como incomparable jurista. Consciente de la gravedad de la amenaza comunista y del plan para llegar al poder cambió de trabajo y, renunciando al jugoso ejercicio jurídico, se convirtió en el periodista más dedicado. Juntó la investigación con el análisis de los hechos para ofrecernos un programa inigualable por su ética, información veraz y libre denuncia permanente de los hechos tras la conjura.

No pudieron matarlo. Ahora quieren callarlo.

El golpe que se le da a La Hora de la Verdad presagia lo peor en materia de las libertades de información y expresión en Colombia, mientras presenciamos el rápido ascenso del locuaz y vengativo gobernante hacia el poder omnímodo.

Hacia el KGB criollo

La designación de Alberto Casanova, guerrillero del movimiento terrorista M-19, como director de la Central de Inteligencia, que reemplazó al antiguo DAS, no mereció comentarios. Sus antecedentes deberían infundir pavor…, pero como su jefe también es del M-19…

Hace pocos días Casanova viajó a Venezuela y no ocultó su propósito de hacer contacto con el tenebroso SEBIN.

No olvidemos que el programa de Petro es de corte revolucionario radical, y que no se puede hacer revolución sin espionaje interno, control ideológico de la población, delación recompensada e información pormenorizada sobre todos y cada uno de los habitantes.

A continuación serán escogidos y señalados “los enemigos” (reales o suspectos), y de ahí se pasa a la fabricación de las indispensables “pruebas”, antes de enviarlos a reeducación, reclusión, hospitales psiquiátricos o ejecución, sea “judicial” (cuando se puede), o extrajudicial…

Mi preocupación no es exagerada, porque ya Casanova ha solicitado la “renuncia protocolaria” a 400 entre agentes, analistas y funcionarios. Ese personal, hasta ahora, ha sido profesional. Muchos han sido entrenados en Gran Bretaña y los Estados Unidos. Probablemente serán reemplazados por agentes especializados también en el exterior, en Cuba y Venezuela, supongo, las nuevas y mejores “potencias” amigas.

Desde antes del 7 de agosto hemos dicho que el programa de Petro combinaba los propósitos explícitos (para ganar votos), y los implícitos (para hacer la revolución).

Entre los propósitos explícitos figuraba la reforma pensional, es decir, la conversión del ahorro de los cotizantes en piñata demagógica, pero en general el gobierno se ocupa, más que de lo prometido, de su agenda oculta. Así, hemos visto cómo se están atacando el gas y el petróleo, y propiciando los narcocultivos. La reforma tributaria aplastante jamás fue prometida, ni se amenazó al electorado con destruir el sistema de salud.

Por eso creo que tanto la reforma tributaria como la sanitaria y la laboral, emergen de lo implícito con el propósito de destruir el modelo económico y social. De tal manera, cuando el gobierno saca de la sombra sus verdaderos planes, me estremezco. Por ejemplo, de “la negociación” con el ELN (entre guerrilleros en el gobierno y sus colegas en el monte) se puede esperar el descarte de “la compra” de millones de hectáreas, en favor de la ocupación de miles de haciendas agropecuarias, para que “se dialogue” sobre su propiedad y “la reforma agraria” sea bien expedita.

No olvidemos que muchos de los descaches del candidato Petro fueron omitidos en su programa electoral, pero siguen agazapados en su psique profunda, siniestra y oscura, listos para convertirse en las políticas necesarias para establecer la República Bolivariana de Colombia. No en vano Petro fue el mentor económico de Chávez.

Ahora bien, con la asesoría del G-9 cubano y del Servicio Bolivariano de Investigación (SEBIN), preparamos el KGB criollo, primer peldaño operativo del inevitable Gulag, inseparable de toda revolución leninista.

Fascismo y conservatismo

Este título posiblemente no sea el mejor para el comentario que me suscita el impresionante libro La amante del populismo”, de Marcos Aguinis. Primera edición colombiana: Bogotá; Plaza Janés / Penguin Random House; 2022; 283 páginas.

Estamos en presencia de una original novela en forma de reportaje imaginario, que Aguinis, novelista y ensayista argentino, autor de dos docenas de libros importantes en su país, le hace a Margherita Sarfatti (1880-1961), brillante historiadora de arte y periodista, de rica familia judía, que desde antes del ascenso al poder de Mussolini (1922), se convierte en una de las pocas amantes duraderas del obseso sexual, que se ufanaba de haber poseído 500 o más mujeres.

Como el centenario de “la marcha sobre Roma” se celebra por estos días con numerosas publicaciones acerca del fundador del fascismo, el libro que comentamos cobra actualidad como retrato del dictador italiano, bien evocado a través de las memorias de la Sarfatti, recreadas vigorosamente por el escritor.

En la década de 1930 Margherita escribió una historia de la pintura moderna, un ensayo, Giorgione, el pintor misterioso, y una biografía de Benito Mussolini. Su relación con el Duce dura casi veinte años y llega a su término con la tardía aceptación del antisemitismo por parte del italiano, cuando este se deja arrastrar por Hitler hasta el extremo de acompañarlo en la guerra. Entonces Margherita huye de Italia hasta recalar en Argentina, y en una serie de libros revela las miserias del dictador, la violencia de sus seguidores, la corrupción del régimen y la codicia, promiscuidad y vulgaridad de su entorno familiar.

Ágil, bien documentado (a pesar de los errores en la página 147 sobre ciertos visitantes a la villa de la Sarfatti, en Como), y mejor escrito, el libro merece amplia recomendación. Ofrece detalles muy interesantes sobre la triste infancia, la indigencia del hogar, la juventud vergonzante y los años del revolucionario marxista, que convertido en hábil político, da la espalda a sus copartidarios socialistas, asciende al poder supremo y, transformado en enemigo del comunismo, organiza el primer gran movimiento populista, el fascismo.

Mussolini llega al poder, llamado por el rey, dentro de la legitimidad parlamentaria, con el fin de solucionar una crisis profunda, para luego apoderarse de todos los resortes del Gobierno y ejercer una dictadura totalitaria.

De las páginas del libro emerge el dictador como depravado sexual, resentido, demagogo oportunista, sanguinario déspota, que, gracias a la propaganda incesante y a la censura de los medios, lo sigue fanáticamente, hasta el despropósito de la humillante alianza con Hitler, que conduce a su país a la guerra y la miseria.

Las izquierdas han acuñado la palabra fascista como el segundo insulto y el más frecuente para quienes no piensan como ellos, reservando el calificativo de neonazi para justificar la violencia verbal o física contra sus principales opositores. Olvidan que el origen de comunismo, nacional-socialismo y fascismo se encuentra en las doctrinas de Marx, en la praxis subversiva y en el propósito destructivo de todas las instituciones para la creación, en cada caso, de su respectivo “orden nuevo”. El “hombre nuevo” que de allí surge estará sometido a la voluntad de un Estado, cuyo líder infalible le indica cómo creer, pensar y actuar. Il Duce ha sempre raggione…

Las similitudes entre comunismo y fascismo no escapan al demoledor análisis de ambas formaciones que hizo en 1935, cuando Mussolini y Stalin estaban en el apogeo, Laureano Gómez en un libro memorable, El cuadrilátero”, donde también despedaza a Hitler y, en cambio, exalta la figura de Gandhi.

En esa obra el doctor Gómez reivindicaba la doctrina conservadora, que se basa en el respeto de las creencias y en la libertad de los ciudadanos y busca el bien común para mejorar gradualmente los países. Así concluía:

Es un signo de miopía política ver oposición entre estas dos formas de Estado, en lugar de casos sucesivos de la misma tendencia. Y es erróneo ensalzar el fascismo como remedio y escudo contra el bolcheviquismo; ni a este último como la defensa contra el ímpetu reaccionario del primero.

Nada más contrario al fascismo que el conservatismo, amenazado por aquellos años de infiltración fascista, mientras el liberalismo aceptaba con simpatía la influencia comunista.

Leyendo las revelaciones de la Sarfatti no he podido dejar de pensar en cierto paralelismo con personajes de la actualidad colombiana, y recordando a Laureano he cavilado sobre la naturaleza del régimen que puede sobrevenirnos si se tuercen deliberadamente las instituciones, para establecer un nuevo orden totalitario mediante la combinación de la mermelada parlamentaria, la demagogia y la entrega del gobierno a los grupos violentos afines a él.

¿Negociación o simulacro?

La entrega parcial del país a las FARC estaba convenida, incluso desde antes de que Santos se posesionara. No hubo negociación entre gobierno y guerrilla. En cambio, el país fue sometido a un simulacro de seis interminables años, con el fin de hacer creer que había habido un difícil tira y afloje para llegar a compromisos mutuos y “lograr la paz”.

A través de esos largos años se organizó una operación para eliminar la posible resistencia de las fuerzas armadas a la entrega del país, para lo cual se decapitaron seis sucesivas cúpulas militares, hasta lograr una débil y complaciente, mientras se completaba la ocupación del poder judicial por conjurados y los medios eran amansados con copiosa mermelada. Cumplidos esos procesos no fue difícil robarse el plebiscito.

En resumen: una parte lo cedió todo y la otra lo ganó todo, porque el “acuerdo final” es una supraconstitución que somete al país al monitoreo de las FARC. Ellas disponen del sigiloso Cesivi, para autorizar o vetar las decisiones del gobierno. La impunidad la garantiza la JEP, que además ejerce vindicta contra el ejército. La Comisión de la Verdad falsifica la historia y su versión se impartirá en todas las escuelas y colegios, donde también imperará la ideología de género. Curules sin votos. Eliminación de antecedentes judiciales. Enormes partidas para el sostenimiento del Secretariado. Docenas de emisoras. Salarios y “emprendimientos” para los “exguerrilleros”. Eliminación de la erradicación aérea y del glifosato, amén de estímulos para los narcocultivos. Inhibición de la fuerza pública para intervenir. Nula reparación de las víctimas, a las que además se ignora, etcétera, etcétera, etcétera.

Es claro que el ELN entrará a gozar de todo lo ya concedido a las FARC, dentro de lo que podríamos llamar “la cláusula de la guerrilla más favorecida”. ¿Qué más pueden pedir?

Para negociar se requieren partes enfrentadas en sus posiciones y pretensiones, lo que no se dará en la pretendida confrontación Gobierno-ELN.

El Pacto Histórico se presenta públicamente como una organización de fachada formada por una coalición de matices de extrema izquierda, pero en realidad es un mecanismo político dirigido desde Cuba a través del partido comunista clandestino, cuyo “politburó” ha ejecutado metódicamente, durante largos años, el plan estratégico que ha llevado al poder a Petro con el fin de cambiar el modelo económico, jurídico y social. El ELN y las FARC son elementos primordiales dentro del engranaje que actualmente ejerce la totalidad del poder político en Colombia.

En esas condiciones es claro que entre Petro y Gabino no hay discrepancia. Con el ELN, entonces, ya todo está convenido, y por lo tanto veremos un nuevo simulacro de negociación, que avanzará sincronizadamente con el Gobierno hasta que “estalle otra paz”, no sabemos dentro de cuántos meses.

El ELN seguramente exigirá más decisión en lo del decrecimiento de la industria extractiva, del cual han sido precursores volando oleoductos y anegando en crudo tantos ríos. También reclamará mayor rapidez en la “reforma agraria integral”, presionando por un más amplio componente colectivista en ella y exigiendo tolerancia y estímulo de las invasiones de haciendas productivas, para lograr la más expedita forma de desposeer a los odiados terratenientes.

El odio del ELN por la ganadería, la inversión extranjera, las compañías petroleras y la libre empresa, es virulento, mientras en el ejecutivo es solapado, como su titular.

En el fondo, Gobierno y ELN están identificados ideológicamente, sin fisuras, y en consecuencia, a todo lo que pida esa guerrilla se accederá frente a su convidado de piedra.

La entrega será total. Esa, y no otra, será la “paz total”.

¡Francia, la parlanchina!

Los cien primeros locuaces días de Petro acaparan titulares en Colombia, donde lo oímos como si lloviera, mientras en el exterior sus trinos y desplantes se evalúan antes de traducirse en análisis, percepciones y medidas relativas al riesgo-país en que se viene convirtiendo el nuestro, por la palabrería gárrula y las alocadas iniciativas.

En cambio, los reflectores escasean para Francia, a pesar de sus numerosas francachelas, opulentos viajes y generosa labia. En materia de poder, ella no parece hasta ahora tener mucho, pero su soltura de lengua sí es notable. Se me dirá entonces, que por lo primero no vale la pena ocuparse de lo segundo.

Discrepo de esa fácil excusa para no fijarse en Francia, porque ella está en el centro de las corrientes que, en procura de afirmación étnica, se preparan para disgregar el país, sea desde el indigenismo o desde las negritudes.

Pocas cosas hay más maravillosas, desde el punto de vista de la formación, integración y consolidación de un gran país, que el mestizaje. A mayor escala, mejor. Quizá Colombia ha sido el país donde este se ha dado de manera más amplia y exitosa, con el resultado de un gran pueblo.

En cambio, los movimientos woke que llegan de los Estados Unidos implican grandes peligros porque comprometen el futuro de paz cívica hacia el cual ha avanzado el país por los senderos del crecimiento y el progreso, que ahora tienen tantos detractores.

Francia es woke, y como tal acude a la reunión del COP27 en Sharm El Shek, con otra nutrida comitiva. Allá la pilla la Deutsche Welle para un extenso reportaje, que se inicia resaltando que ella es la “primera vicepresidente afro de Colombia”, así que lo digno de acentuarse es la afirmación racista, no la condición de colombiana al servicio de todos sus compatriotas.

La entrevista se ocupará únicamente del “descender de esclavos” y de “poblaciones históricamente excluidas por el colonialismo, la esclavitud y el racismo”.

La esclavitud fue finalmente vencida cuando un líder cristiano, William Wilberforce, logró en 1797 que la Marina Real detuviese y destruyese los barcos que transportaban negros hacia las Américas. El Libertador decretó en 1821 la libertad de los hijos de los esclavos, y cuarenta años más tarde los pocos ancianos de esa condición que quedaban vivos fueron liberados por José Hilario López.

Y si al colonialismo vamos, desde 1819 Colombia logró la independencia, muchísimos años antes que buena parte de los actuales Estados europeos y todos los africanos la conquistaran.

Para no ir entonces más lejos, lo malo que haya sucedido en los últimos dos siglos es culpa nuestra; y lo muchísimo bueno se debe a nuestra gente, cosa que no se reconoce ni en la ríspida izquierda, que quiere hacer creer a los jóvenes que este es el peor país del mundo y el más injusto, ni en los pronunciamientos de Francia. Esta insiste pues en achacar nuestros males a un número indeterminado de países, que llama “sistema de mercado que esclavizó a nuestros ancestros y ancestras y que sigue dominando al mundo”.

Su monótona monserga sigue, hasta llegar a decir que “tenemos mucha legitimidad para levantar la voz y demandar reparaciones históricas (…) en una ruta de condonación de la deuda externa (…) que Colombia pueda condonar (sic) su deuda externa con varios países que fueron responsables tanto del colonialismo como de la crisis ambiental (…) que liberen los recursos en términos de deuda y que esos recursos se inviertan de manera eficiente y eficaz en esas comunidades étnicas, tanto indígenas como afrodescendientes”.

¡Nada pues para el resto, los colombianos mestizos!

Ahora bien, qué bueno sería que los daños que nos han causado otros países —España, Inglaterra y USA, suponemos— se pudieran cuantificar y que esos Estados nos indemnizaran. Pero, señora Francia, qué tal si esos países, a su turno, nos reclamaran por los beneficios culturales, económicos, científicos y técnicos, como la lengua, la religión, la medicina científica, el ganado, hortalizas, frutales, forrajes, aves de corral, matemáticas, ingeniería, vacunas, higiene… Y si además compensaran los beneficios de los saberes ancestrales, tan recomendados por usted, contra lo que a ellos les costó, por ejemplo, la sífilis, que llevaron de América y que se vino a curar apenas con los antibióticos, de innegable procedencia blanca y heteropatriarcal.

Antes de considerar la historia como un plano único e intemporal de lucha entre buenos y malos, Francia debería recapacitar. Los afrodescendientes en América Latina no estarían aquí si los caciques de las costas africanas, que vendían sus gentes a los mercaderes árabes de esclavos, no hubieran ampliado su mercado a los negreros europeos. Para ser consecuente, ella debería solicitar también reparaciones históricas y económicas a los actuales Estados africanos, de cuyos territorios fueron exportados tantos negros por, los antecesores y las antecesoras, de los actuales gobernantes y gobernantas…

Ya se asoman los petroburgueses

Quienes todavía sueñan con la posibilidad de un cambio político a través de las elecciones en 2026, harían bien reflexionando sobre las lecciones de la aprobación, a pupitrazos, de la reforma tributaria.

En primer lugar, hay que considerar que cuando un partido controla los tres poderes públicos y también el cuarto, el de los medios, estamos en presencia de la dictadura. Si esta es de corte marxista-leninista, lo que tenemos es un gobierno comunista, y estos no dejan el poder. Las elecciones no les gustan. Por eso, cuando hay que guardar apariencias, como en Venezuela, estas se ganan electrónicamente, mientras en Cuba, con partido único, nada hay que disimular.

Desde luego, el ideal de Petro es el modelo castrista, pero entretanto se conforma, al igual que su carnal Maduro, con el simulacro constitucional, como el de la pasada semana con la tributaria.

Esa reforma dizque era para gravar a los 4.000 más ricos, pero terminó agobiando, en grado variable, a 50 millones. Encarece la comida de todos. Reduce el ingreso. Amenaza el empleo. Castiga la inversión nacional y ahuyenta la extranjera. Causa pánico económico. Dispara la devaluación y la fuga de capitales. Encarece la deuda externa, tanto pública como privada, hasta hacerla impagable.

Todas las ilusiones de que el Congreso podría aterrizar al gobierno han resultado vanas. El Legislativo, formado ahora en general por manzanillos, logreros, iletrados y delincuentes —que han visto muy valorizados sus votos—, se ha convertido en una especie de oficina registral de los caprichos ejecutivos. La mermelada ha acabado con los últimos vestigios de disciplina e ideología en los partidos, hasta el punto de que apenas cuatro congresistas liberales han respetado la autoridad del expresidente Gaviria, cuyas tardías opiniones sobre la tal reforma eran incontrovertibles.

Primaron, entonces, la indignidad y la codicia, dentro de un espectáculo grotesco e inmoral, que se repetirá con la aprobación de todas y cada una de las propuestas perversas que presentará el Ejecutivo para lograr que Colombia emule con Venezuela.

Parece increíble que el propósito inmodificable de un gobierno sea la destrucción del estado de derecho, la democracia, la economía y el crecimiento. Pero a nada distinto conduce su orientación ideológica, la misma que ya está bien consolidada en Cuba, Venezuela y Nicaragua y avanza en el resto de Iberoamérica.

El segundo round contra Colombia será la reforma de la salud —incluyendo hasta la supersticiosa “medicina ancestral”—, más perjudicial aún que la tributaria, y a esta seguirán otras, a cuál peor.

Todavía para la inmensa mayoría de los compatriotas lo anterior parece imposible, y por lo mismo se empeñan en pensar con el deseo de que lo que vivimos sea apenas una corta pesadilla y no el descenso a los infiernos.

Pero al lado de las buenas gentes hay personas sagaces que saben que Petro vino para quedarse y que el comunismo es para cincuenta o más años. Por eso, la mayoría de los políticos se están acomodando, para seguir medrando de tal manera que no les pase nada…

Para las elecciones locales de octubre de 2023, en las grandes ciudades y en todos los departamentos, docenas de candidatos ávidos se van a enfrentar a los de Petro, que dispondrán de la maquinaria, el erario y todo el dinero caliente.

El resultado de la irresponsable división de fuerzas consolidará el poder gárrulo, el descontrol fiscal y la feria contractual. Más que sucesores de Ospina, Claudia y Pinturita, tendremos sus clones.

Así como en Venezuela se regodean los boliburgueses, empiezan a aparecer en Colombia los petroburgueses: narcos legalizados, criminales de lesa humanidad como congresistas, los demás delincuentes “totalmente pacificados”, y en la altísima burocracia, los oportunistas y vagos de todos los pelajes, escalando para vivir en la opulencia, ajenos al hambre y la miseria inevitables en el comunismo.

Milovan Djilas se quedó corto en su descripción de la “nueva clase”. Así como el KGB sigue dominando en Rusia, en Corea del Norte, China, Vietnam, Cuba y Venezuela la dictadura totalitaria se asienta sobre una oligarquía militar que, disponiendo de palancas de poder, se enriquece inmensamente. De ahí la lealtad interesada y monolítica que sostiene indefinidamente a cada uno de los grandes líderes.

El comunismo no es posible sin el surgimiento de una oligarquía abyecta al servicio del respectivo tirano. En Colombia, las señales de acomodo son cada vez más claras. Ese es el primer eslabón en la forja de la cadena del poder absoluto, que empezamos a vislumbrar en un país donde ya se humilló y desmanteló al Ejército, se amaestró la Policía, los medios están fletados, la justicia, politizada, y el Congreso, embadurnado.

Combatir ese ánimo colaboracionista con el comunismo, cuya más triste víctima ha sido el traicionado Partido Conservador, es la primera y fundamental obligación patriótica.

***

Reconociendo involuntariamente las paradojas de Orwell, el incontenible Petro, al lamentar la muerte de un colombiano en las filas rusas en Ucrania, nos dice que “ese joven quería ser revolucionario” y que “la revolución es la paz”.

Las reencarnaciones del eterno KGB

Entre las muchas citas apócrifas de Winston Churchill circula aquella de que “Rusia es un enigma envuelto en un acertijo dentro de un laberinto”, para significar la dificultad de acertar cuando se trata de comprender e interpretar las decisiones y actuaciones del Gobierno de ese país a lo largo de la historia.

Catherine Belton fue corresponsal durante seis años del Financial Times en Moscú y aguda periodista de investigación en Reuters. Es autora del libro Los Hombres de Putin (Ariel- Planeta Colombiana, Bogotá, 2022), que lleva como subtítulo Cómo el KGB se apoderó de Rusia y se enfrentó a Occidente, calificado por The Sunday Times como “el libro del año 2021”. Este gran estudio ilumina muchos aspectos sorprendentes, desconocidos y desconcertantes del verdadero poder en Rusia.

La gran investigación de Ms. Belton, de 695 páginas, está respaldada por 152 de apretadas notas. Sus protagonistas son los centenares de “oligarcas” que se repartieron los despojos económicos de la URSS, comunista, despótica e improductiva, sobre los cuales construyeron enormes emporios comerciales, industriales y financieros.

En su mayor parte estos magnates, antes de la Perestroika y de la eliminación del Partido Comunista bajo Yeltsin, fueron cuadros del KGB o altos funcionarios que dirigían sectores económicos, fábricas, regiones, etc., pero también surgieron jóvenes emprendedores que edificaron colosales empresas y fortunas mientras el tránsito hacia la economía de mercado causaba los traumatismos sociales que nos ha descrito de manera incomparable Svetlana Alexiévich en El fin del homo sovieticus, del que hace poco nos ocupamos.

Tambaleante, alcoholizado y manipulado por sus corruptos familiares, Yeltsin es sucedido por Putin en 1999, una figura secundaria procedente del KGB, aupado a la Presidencia precisamente por esa tenebrosa agencia.

El libro de Catherine Belton se ocupa del acceso de Putin, de su consolidación, de la infinita y lucrativa corrupción que lo ha enriquecido desmesuradamente, y de cómo se ha convertido en dictador omnipotente, empeñado en la recuperación del poderío de la antigua gran potencia, motivado siempre por un rechazo profundo y revanchista de todo lo occidental. Fue escrito antes del inicio de la pandemia, y por tanto no se ocupa de la infame guerra contra Ucrania, pero no ha perdido su interés. Por tal razón lo recomiendo, pero me alejo de su tratamiento de la actualidad, para referirme más bien a lo que se infiere de su lectura sobre la verdadera fuente del poder en Rusia a partir de 1917.

El monolítico comunismo soviético parecía destinado a conquistar y dominar el mundo: gobernaba el mayor imperio territorial; tenía inmenso poder nuclear; ejercía una dictadura aterradora e implacable y dirigía un partido revolucionario profesional que operaba en todos los países.

El Kremlin se presentaba como una fuerza inconmovible cuyo poderío crecía sin parar. Nadie pronosticaba la caída de la URSS, con excepción de Emmanuel Todd con La Chute Finale (1976), que preveía la implosión de un modelo incapaz e improductivo que había hecho de la URSS una potencia nuclear con nivel de vida africano, carcomida por la ineficiencia, la corrupción, el alcoholismo masivo, una industria anquilosada y atraso tecnológico, salvo en armamento atómico.

La caída llegó más bien con la llegada a la Presidencia de Mijail Gorbachov, quien a partir de 1990 intentó modernizar, moderar y reformar el régimen comunista. Su Perestroika no tuvo éxito porque consistía apenas en remedios caseros dentro de la ortodoxia comunista, obviamente insuficientes. Por esa razón, de repente el partido único fue destronado por Yeltsin (1993 y siguientes años), quien decretó el retorno a la economía de mercado y las libertades individuales.

Lo que siguió fue increíble: la reunificación alemana; la libertad de los países satélites; la eliminación del enorme subsidio a Cuba; la cesación del apoyo a las guerrillas africanas y latinoamericanas; la economía de mercado; la agricultura privada; la libertad individual y religiosa; la emancipación de varias repúblicas de la extinta URSS, etc.

¡Que todo eso hubiera sido hecho por quienes habían llegado a ser los jefes del PC-URSS, siempre me pareció inexplicable, pero el libro de Catherine Belton me revela que realmente Gorbachov primero, y Yeltsin luego, con la ilegalización del partido comunista, actuaban a órdenes del KGB!

A partir de la Revolución de Octubre ese organismo constituía en realidad el verdadero poder en la Unión Soviética, primero como CHEKA; luego como NKVD; más tarde como KGB, que a finales del siglo XX, caído el comunismo, se transformó en FSB. Estas siglas indican diferentes grados en el ejercicio del terror.

La dirección del KGB fue evolucionando entonces hasta comprender que había que derrocar el partido y establecer la economía de mercado para impedir el colapso total del país; y también para el fenomenal enriquecimiento de sus apparatchik, que ya habían transferido inmensos capitales a paraísos fiscales y a países capitalistas.

Más tarde, a medida que una economía libre empezaba a amenazar el poder del KGB, esa organización planta a Putin en la Presidencia, tanto para reforzar su control sobre el gobierno como para dominar y dirigir la economía, hasta llegar a la situación actual, en la que todos los grandes negocios dependen de la combinación entre el actual FSB y la tenebrosa Solntsevskaya, la mafia rusa del crimen organizado. Quien se aleja de esta combinación va a la cárcel, como hemos visto con tantos oligarcas caídos en desgracia y cuyas empresas son luego ocupadas por amigos de ese binomio.

Cuando reflexiono sobre el poder indiscutible, corrupto y perenne del mecanismo del terror, originado por Lenin con la Cheka, llego a la triste conclusión de que existen poderes imprescriptibles, seculares y secretos que pasan dominando de generación en generación, como la mafia italiana, la masonería, la yakuza japonesa, el KGB. En nuestra América, el Ejército cubano y la Fuerza Armada Bolivariana — versiones criollas del KGB—  ejercen el gobierno y explotan todas las empresas en Cuba y Venezuela. Y así sucesivamente hasta llegar a Colombia, donde ya no es ocultable la alianza entre mafia y comunismo, que se dirige hacia el establecimiento y consolidación del narcoestado totalitario inconmovible y permanente.

Esto es hablando y devaluando

Siempre se nos dijo que Colombia era una “tierra estéril para las dictaduras”, porque hasta ahora solo habíamos padecido dos, la difusa, ejercida esporádicamente a lo largo de varios períodos, de Tomás Cipriano de Mosquera; y la dictablanda de Rojas Pinilla. Ambas fueron apenas juego de niños en comparación con la actual, ignara además de lenguaraz y parlera.

A Petro no lo preocupa que “quien mucho habla, mucho yerra” porque su audaz logorrea sorprende por su aterradora eficacia.

En los 73 interminables días que lleva hablando, todo lo que ha dicho es absurdo, tendencioso, pugnaz, falaz, gratuito, conflictivo, superficial, revanchista y, sobre todo, agresivo. En realidad, no ha hecho cosa diferente de hablar, equivocándose en lo conceptual, pero acertando en los resultados fácticos.

En efecto, en estas diez semanas y media ya ha transformado al país en un narcoestado donde los homicidios, las masacres y la inseguridad se han disparado. Lo único que no ha crecido es la economía, dirigida vocalmente por un graduado en esa carrera. Las dudas sobre la idoneidad profesional de Petro son muchas, pero no pongo en tela de juicio sus diplomas. Lo que pasa es que cuando aborda esos temas utiliza una xenoglosia económica, que consiste precisamente en expresarse fluidamente en una lengua nunca aprendida.

No existe explicación racional para el desempeño de un “economista” que para mejorar las condiciones de vida de 50 millones resuelve acabar con la principal industria y mayor fuente tributaria; desestimular el ahorro y la creación de empleo; paralizar el mercado inmobiliario y la industria de la construcción (la principal empleadora); cambiar la agricultura productiva por la regresiva del minifundio, dizque para convertirnos en potencia agrícola; y así sucesivamente…

Algunos han sugerido una interpretación psicológica de su conducta. Dicen que lo que Petro busca es la destrucción del sistema económico y social del país, en obedecimiento compulsivo de su ideología marxista-leninista y hasta estalinista, y que lo está logrando a una velocidad asombrosa. Si esto es así, ha acertado plenamente, porque el país va en caída libre. Del 10% de crecimiento en 2021, vamos hacia el 2.2% en 2023.

Este monumental retroceso responde, en parte, a circunstancias de orden global, pero haríamos mal creyendo el cuento de que los mensajes, explícitos e implícitos, que el Gobierno colombiano dirige a los agentes económicos, no tienen efectos determinantes de la pendiente por la que rodamos.

Nuestra devaluación es la más aguda de la región, y los $ 5.000 son apenas un escalón hacia los $ 6000, previsibles a corto plazo, porque los operadores están actuando de conformidad también con las amenazas contra la autonomía del Emisor y el anuncio de posibles gravámenes a las inversiones transitorias (golondrinas), que permiten conservar la liquidez cambiaria.

No tienen, pues, razón los amigos del Gobierno atribuyendo toda la responsabilidad de la devaluación a la Reserva Federal, o a los Estados Unidos, como propone Petro. Dentro del mismo contexto continental, el peso chileno, entre enero y noviembre del presente año, se depreció 15.1 %, mientras nuestro peso perdió 8.3 % desde la elección presidencial. El real brasileño se recuperó 2 %, y el peso mexicano, 3 %. Incluso el sol mejoró 0.8 %, quizá por la esperanza de ver la salida del incapaz de Castillo.

Un alza demagógica y sin precedentes en el salario mínimo; una reforma tributaria abrumadora, pero cuyo rendimiento probablemente no será mucho mayor de los 11 billones que gravan la industria extractiva; un presupuesto inflado astronómicamente; un inevitable y enorme déficit fiscal; un gasto público desbordado; y la creciente y explicable fuga de capitales, hacen prever una espiral inflacionaria como no se ha visto en el medio siglo anterior.

Frente a este panorama sombrío, un gobierno empeñado en transitar por la senda más errónea, hundiendo el acelerador a fondo, en lugar de actuar racionalmente, no ofrece ninguna esperanza.

Los castro comunistas no caen por sus errores. Mientras más impopulares y equivocados, más porfiados, como en Cuba y Venezuela, donde a pesar de 63 y 23 años de hambre, miseria y emigración masiva, siguen tan campantes, sostenidos por la represión y la corrupción.

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¡Qué envidia de la Gran Bretaña, donde una inepta cae a las seis semanas!

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¡Como Petro revela que los males del mundo son ocasionados por USA, habrá que dejar descansar a Uribe, que antes era el causante de todos ellos!

Impuntualidad y megalomanía

El tiempo, misterio insondable, es el más valioso de los recursos no renovables.

Los países más prósperos han sido aquellos donde mejor se lo aprovecha. La proverbial puntualidad inglesa, algo venida a menos, explica mucho de la preponderancia de ese país en el siglo xix; y en los tiempos que corren Alemania, Japón, Suiza y Francia, dan ejemplo, no siempre bien seguido, a los demás países.

En realidad, del uso del tiempo dependen en muy buena parte la prosperidad y el progreso, como podemos observar si comparamos el atraso de África en comparación con algunos países asiáticos que están alcanzando cotas envidiables de desarrollo.

Petro nunca se distinguió por la puntualidad, y en su talante se combinan otros rasgos, como la arrogancia de quien ha llegado a una altura inconcebible y la necesidad de hacer notorias su superioridad y su inflexibilidad.

Si para Luis XVIII “la puntualidad es la cortesía de los príncipes”, y para los victorianos, el alma de los negocios, en cambio para Petro la puntualidad seguramente forma parte de todas aquellas normas, comportamientos y modales del antiguo orden que la revolución está llamada a eliminar.

Las largas y obligadas esperas antes de su llegada a ciertos actos traduce el mismo triunfalismo vanidoso que lo lleva a aparecer una hora tarde a la reunión de Mr. Biden con un centenar de jefes de gobierno, con ocasión de la asamblea de la ONU. Nunca sabremos si la causa del retardo fue la mala educación habitual o un traffic jam…, pero el presidente gringo ni siquiera se enteró de tan significativa tardanza, porque ya había partido de esa reunión.

Quien se enseña a llegar tarde no se limita al desprecio por los demás. En el fondo lo que indica su hábito es el desconocimiento del valor del tiempo como inapreciable recurso intelectual y económico. No es extraña, entonces, la combinación de la impuntualidad con la ignorancia. El tiempo que no se aprovechó oportunamente para el estudio se perdió para siempre, pero puede significar lo que me atrevo a llamar impuntualidad gnoseológica.

Llegar tarde, por ejemplo, en economía, significa creer en fórmulas y teorías fracasadas, cien años o apenas medio siglo, lo que puede conducir a extremos trágicos.

Hemos dicho que la “oposición constructiva” requiere un gobierno constructivo, pero es inútil frente a un ejecutivo que no lo sea. Es pérdida de tiempo confiar en el diálogo como mecanismo de entendimiento para alcanzar necesarios consensos, si los interlocutores están separados por abismos intelectuales, ideológicos y morales.

Con razón la senadora Paloma Valencia dice que Petro no oye a Uribe, como lo demuestra su reciente aleccionadora entrevista con el expresidente Uribe. En ella, el doctor Óscar Darío Pérez —principal experto tributario del país—, expuso los absurdos de una reforma innecesaria y perjudicial. La respuesta del gobierno fue la de enviar a continuación al Congreso un mamotreto de más de 300 páginas y ordenar a sus embadurnadas bancadas aprobarlo a pupitrazo limpio.

Las objeciones de todos los expertos en economía y en hacienda pública merecían un debate juicioso y profundo, si el gobierno quisiera algo saludable para el país. En cambio, en el fondo, lo que observamos es una advertencia de que ninguna de las reformas caóticas de un gobierno obnubilado tanto por un marxismo trasnochado como por una megalomanía inocultable, será sometida a una deliberación legítima.

El gobierno no quiere oír a nadie en relación con su esterilizante reforma tributaria. Hasta una destacada figura de izquierda, el doctor Jorge Enrique Robledo, ha censurado como el colmo de la irresponsabilidad la forma en que el Congreso está tramitando ese proyecto

Convertido así el Congreso en un mecanismo servil y venal para la ratificación de las órdenes palaciegas, la democracia desaparece para que la ministra Corcho (la tapa del cóngolo), pueda celebrar por anticipado la expedita aprobación de su macabra reforma sanitaria.

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El gobierno sordo ha tenido que reducir al silencio a la pobrecita de Irene, para sacar a la palestra a la viceministra, quien repite, con mayor énfasis, los mismos desatinos, en vísperas del nombramiento de una junta de bolsillo para Ecopetrol.

Oposición constructiva vs. gobierno destructivo

Pocas veces se hace tan difícil escribir como hoy, porque toca discrepar de un grande hombre, como es en todo sentido Álvaro Uribe Vélez.

Tan pronto se anunció la elección de Petro, el expresidente se apresuró a reconocer el título del exterrorista, dando crédito a una Registraduría muy poco confiable. Por desgracia no estaba solo, porque la gran mayoría del establecimiento político permitió que los creíbles indicios de masivo fraude electrónico fueran desestimados. Por consiguiente, un manto de presumible legalidad ha cubierto la elección menos transparente.

Pocos días después de la posesión, el doctor Uribe lo visitó en palacio para ofrecer una “oposición constructiva” a un gobierno destructivo.

Ese terrible error inicial conduce al Centro Democrático (CD) a un callejón sin salida, porque la inmensa mayoría de sus votantes tiene clara la imposibilidad que existe de un diálogo productivo entre concepciones radicalmente opuestas, irreductibles e irreconciliables, como son las que separan a los partidarios de la libertad individual y económica, de los adherentes al colectivismo y el estatismo marxistas.

Desconocer entonces la índole destructora de todas y cada una de las propuestas del gobierno de Petro en contra del modelo democrático, condena al partido del Dr. Uribe a moverse en un mundo ilusorio. Solo en sueños es posible un diálogo conducente entre corderos y lobos o entre palomas y buitres.

La “oposición constructiva” requiere un gobierno también constructivo. El de Petro, una y otra vez en el Congreso, que es el foro donde se contrastan pareceres, claramente manifiesta su voluntad de llevar al país por la senda de la extrema izquierda más perjudicial. En estos horribles 50 primeros días, Petro jamás ha ocultado que su propósito es el de poner por obra todos los disparates y desatinos de su programa, gracias a las mermeladas parlamentaria y mediática y a la complicidad descarada de partidos tradicionales, degradados por dirigentes indignos.

Muy superior a sus líderes políticos, el pueblo ha comprendido mucho mejor que ellos hacia dónde llevan al país para convertirlo en una segunda Venezuela. Las nutridas marchas del lunes 26 de septiembre fueron la expresión concreta de una oposición, esa sí popular y estructural, que quiere conservar la democracia y el estado de derecho, frente a la piqueta demoledora del gobierno.

Esa es la actitud que el país requiere para escapar al triste destino que nos espera, si dejamos que se consolide la dictadura castro-petrista.

En cambio el CD, o buena parte del mismo, le dio la espalda a la protesta la víspera de las marchas; y lo que es peor, tan pronto estas pasaron los doctores Álvaro y Miguel Uribe y Óscar Darío Pérez, acudieron a palacio para continuar un diálogo imposible con un gobierno inflexible. En lugar de llegar estimulados por los centenares de miles de colombianos, de todos los partidos, que marcharon contra el gobierno, los visitantes de la casa de Nariño manifestaron una actitud de la mayor amabilidad ante un gobierno que, en vez de oír sus razones, quiere únicamente aparecer en las fotos con ellos.

A la salida de la reunión, los dirigentes del CD ofrecieron una larguísima rueda de prensa para informar acerca de las inquietudes que le transmitieron a Petro, como si este no conociera los puntos de vista de la oposición constructiva, que él y sus ministros han rechazado mil veces.

En esa lamentable presentación el expresidente Uribe, fuera de guardar inexplicable silencio frente a la posición oficial con relación al narcoestado que se perfila, llegó a expresarse así:

Nosotros queremos contribuir para que se entienda el gobierno del presidente Petro como un gobierno de democracia social, no un gobierno que se pudiera catalogar de fracasado Socialismo del Siglo XXI (…) Nosotros no queremos que al gobierno del presidente Petro lo estigmaticen de neocomunismo.

La oposición a Petro exige verticalidad y coherencia, porque si no se estructura inmediatamente un movimiento nacional con voluntad de poder, capaz de recuperar las gobernaciones y alcaldías el próximo año, la dictadura comunista se consolidará por término indefinido…

La respuesta del gobierno a las “manifestaciones constructivas” del CD va desde el silencio hasta la tergiversación, en agudo contraste con la cordialidad de sus visitantes.

Si ese partido persiste en el diálogo de sordos con el petrismo, el electorado lo repudiará, pero a Colombia no le conviene su desaparición, inevitable si continúa por la senda del apaciguamiento, el diálogo y la debilidad frente al arrogante y ascendente demagogo que nos gobierna.

Ante el destape de Petro

Aun después del completo destape de Petro en la semana que acaba de pasar, quedan muchos que lo siguen juzgando como si él fuera el presidente de la República de Colombia –Estado democrático y civilizado–, en vez de reconocerlo como el jefe de la revolución, que va a sustituir nuestra centenaria República por un Estado bárbaro, que eliminará todo lo que hemos edificado a lo largo de 212 años.

Como presidente de la República Petro es un fracaso. En cambio, como conductor revolucionario es sobresaliente y no ha cometido ninguna equivocación buscando ese fin. En las primeras interminables seis semanas llenó el gobierno de sujetos ineptos para la administración, pero perfectamente funcionales para la autocracia que están montando aceleradamente.

Basta pensar en la reforma tributaria, en la política explícita sobre las industrias extractivas y en la implícita sobre salud, en el estímulo a la ocupación de tierras y en la emasculación de las Fuerzas Armadas, para comprender hacia dónde va el gobierno y la inutilidad de criticar sus determinaciones. Todas ellas son tan inexorables como funestas para la República, pero conducentes a la revolución ya iniciada.

El viaje a los Estados Unidos fue escogido por Petro como escenario para su destape definitivo. El discurso en la Asamblea de las Naciones Unidas es infame desde el punto de vista de la democracia, las relaciones internacionales y el derecho. No corresponde a un jefe de Estado responsable, pero es congruente con el programa revolucionario del “exterrorista”. Desde esa perspectiva es inobjetable.

Petro se erige en un ecologista tan radical como infantil: la cocaína ya es verde, mientras petróleo y gas son elementos tóxicos y letales. Los 4 litros/segundo que consume su jet dejando huella de carbono no valen la pena, porque el gran iluminado fulmina su mensaje salvador desde la principal tribuna mundial, frente a la pobre humanidad que injustamente lo ignora…

Así comenzó el destape de Petro. En tres días decretó el inicio del narcoestado inerme de Colombia y anunció la “compra” de tres millones de hectáreas con bonos basura, para disfrazar la real expropiación de las tierras productivas, sin tener en cuenta ni el posible baño de sangre ni la segura escasez alimentaria, precursora de la hambruna estructural castrista que quiere para Colombia.

El destape se completó luego con el anuncio de una reforma pensional con repartición demagógica para extraños al sistema y expropiación de los cotizantes.

Hasta ahí el destape explícito, al que no podía faltar el implícito, que se dio en la sede de la Open Society Foundations, cuando Alexander Soros celebró la visita de Petro y su séquito, confesando “the importance of our long-standing commitments to the peace process, drug reform and protecting the Amazon” (!!!).

Estamos pues notificados de la triple orientación ideológica del gobierno que padecemos: 1. Castromarxismo. 2. Foro de Sao Paulo, y 3. Agenda legalizadora de las drogas, el aborto, la ideología de género, la eutanasia y la eliminación de cualquier vestigio cristiano en la sociedad, todo esto articulado por el Nuevo Orden Mundial, que promueven los Soros con incontables recursos económicos, mediáticos y políticos.

A Petro le está yendo muy bien, y a Colombia, muy mal. Hay pues que juzgarlo por lo que verdaderamente es y por lo que está haciendo, sin apartarse un milímetro de sus vitalicias obsesiones, nunca disimuladas, y que pondrá en ejecución a cualquier precio, en contra de 50 millones de colombianos, condenados a repetir la tragedia de Venezuela o algo aún peor.

No afecta la memoria

La inquietud que en distintos medios se ha manifestado por la salud de Petro, no se disipa con el boletín que indica que padece de bronquitis. Esa es una condición pasajera y superficial… Seguimos ignorando entonces sus verdaderas condiciones de salud, que en todo caso no afectan la memoria. La suya es feliz. En cada uno de los 41 interminables días de lo que va corrido de su gobierno, recuerda alguna de las asombrosas propuestas de su programa explícito, o alguno de los desatinos de su proyecto implícito.

Ante la magnitud de los perjuicios que puede sufrir el país cuando esas manifestaciones se conviertan en hechos, abundan las expresiones de “si Petro reflexionara”, de “si rectificara”, de “si corrigiera”, de si…

No estoy en capacidad de saber si Petro alguna vez ha deliberado sobre algo, pero en cambio sabemos que jamás ha rectificado. Su pensamiento es inapelable y su ejecución se viene confiando a individuos de impecables credenciales revolucionarias. Salvo dos o tres afiliados al liberalismo y al novedoso conservatismo castro-chavista, la segunda fila de funcionarios está compuesta invariablemente por incondicionales, cuya obediencia está reforzada por la ineptitud, la ignorancia y el fanatismo.

Más culpable que la ministra de Minas es, sin embargo, el de Hacienda. Cargado de años, de títulos y experiencia, no tiene la excusa de la ignorancia y de la impericia, para paralizar la inversión, incrementar el desempleo y dar impulso a la inflación.

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Grandes anuncios de la semana: la desvertebración del sistema pensional y el subsidio permanente para millones. ¡Ruina para los futuros pensionados y júbilo para quienes gozarán del despojo de los primeros, en la inicial hoguera inflacionaria!

También tendremos 100.000 “jóvenes de paz”, dizque para alejarlos de la delincuencia, con $ 800.000= mensuales. Se disipa entonces la primera gran incógnita sobre el destino de los recaudos de la reforma tributaria, que no será para fomentar el empleo productivo, sino para remunerar los inevitables “colectivos”, sin los cuales es imposible consolidar una revolución.

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Así, una después de otra, resurgen las tenebrosas propuestas del incorregible Petro. Es verdad que faltan muchas, como aquella de limitar a 65 m2 el espacio de las familias en sus casas, pero ¿hasta cuándo?

En su más reciente artículo para El Tiempo, recordando quizás al viejo Petro, el doctor Germán Vargas Lleras hace una pregunta. A pesar de su mutilación digital por cortesía de las FARC, Vargas Lleras empuña la pluma cuando inquiere si también habrá ocupación de casas y apartamentos… Buena pregunta, ahora que sabemos que la policía apenas dispone de 48 horas para proceder a la restitución del bien a su poseedor legítimo.

Como no hay revolución si la “reforma agraria” no va seguida de la “reforma urbana”, la ocupación de inmuebles habitacionales es una amenaza que ahora pende sobre el país, y hace muy bien Vargas Lleras en preocuparnos…

Lástima que, como jefe político, senador y vicepresidente, no haya jamás movido un dedo para detener el avance de Petro hacia el poder. No fue el único que omitió oponerse al avance de la revolución, pero la negligencia culpable o la colaboración vergonzante de la mayor parte de los políticos en su ascenso jamás será excusable.

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Papito, papito… ¡Quiero ir al entierro de la reina!

537 millones para la Academia de Historia y 117.000 para De Roux, en 2022…

La lengua, el folklore y la historia están entre los factores que integran una nación. La importancia del estudio de la historia conduce a la pregunta acerca de la libertad con la que debe escribirse, tema sobre el que, a mi juicio, nadie se ocupó antes de Lenin.

Por incontables siglos la historia se basaba en la acumulación de relatos que, poco a poco se fueron codificando al servicio de los estados nacionales. A medida que estos se consolidaban, la historia se alineó con ellos y con sus gestas guerreras e imperiales, pero a nadie se le ocurrió que el gobierno tuviera la función de definir la historia y de atribuirse la última palabra sobre los acontecimientos pretéritos. Estos seguían siendo objeto de versiones y visiones diferentes, libertad que hace apasionante su estudio, porque la verdad absoluta es huidiza. Apenas podemos barruntarla.

En cambio, para Vladimir Ilich la historia es una herramienta para la edificación del socialismo y, por lo mismo, corresponde al partido establecerla, decir qué pasó, por qué, cómo pasó y cómo pasará en el futuro. En función de las necesidades de la revolución, el pasado es maleable y el partido puede modificarlo cuantas veces sea conveniente o necesario.

George Orwell comprendió mejor que nadie el pensamiento de Lenin. Lo resumió entonces diciendo que “quien controla el pasado controla el futuro y quien controla el presente controla el pasado”.

Sobre el control de la historia se edifica el Estado totalitario, que elimina toda competencia ideológica para el partido, sea de las iglesias, sea de las concepciones filosóficas, económicas y sociales diferentes. Como dueño y señor de la historia, el partido la va convirtiendo en una especie de deidad a quien rendir cuentas. Así Kruschev, el 18 de noviembre de 1956, después de masacrar a los húngaros, dirá que “La historia está de nuestro lado y los aplastaremos”, y Fidel Castro repetirá una y otra vez que la historia lo absolverá…

El tema es tan interesante como inagotable. Las Leyes de Memoria Histórica y las Comisiones de la Verdad, pueden, en muchos países, hasta multar y llevar a la cárcel a quienes se aparten de la “verdad oficial”. Esa no existía en Colombia, pero como no puede haber comunismo sin pravda (la verdad), del Acuerdo Final con las FARC nació un engendro burocrático, la “Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición”, formada por una caterva de mamertos comprometidos y presidida por un fementido sacerdote de hipócrita careta evangélica.

El cometido de ese organismo no es otro distinto que el de construir “verdad” a la medida del partido, para que la guerra sea la paz, la libertad sea la esclavitud y la ignorancia sea la fortaleza. Por eso no sorprende que el primer compromiso del gobierno comunista de Petro sea el de indoctrinar con “la verdad“ de De Roux.

La matanza, la violencia, la demolición de la economía, el secuestro, la violación de menores, el aborto forzado, se transforman así en actos virtuosos de los luchadores por la libertad, patrocinados, desde luego, por la inefable teología de la liberación, tan diferente de lo que enseñaban los padres jesuitas en sus colegios, in illo tempore.

Después de imprimir las novecientas y pico de páginas falaces en las que dice que lo negro es blanco, y lo blanco, negro, el protervo cura anuncia una investigación sobre la mafia, cuyo previsible resultado será blanquear a las FARC, el ELN y el Pacto Histórico en todo lo que dice al tráfico del alcaloide.

¡En el presupuesto de 2018 se aprobaron 18.500 millones para la Comisión de la Verdad; en el de 2019 se pasó a 81.480; en 2020 se apropiaron 95.824, y en 2021 se llegó a 117.992 millones para la promoción de la falacia y la tergiversación histórica! En cambio, para la Academia Colombiana de Historia, comprometida siempre con la imparcial investigación de nuestro acontecer, se apropiaron 537 milloncitos de pesos.

En el anterior cuatrienio, entonces, se dilapidaron así 313.796 millones en lo que algunos llaman Comisión de la Mentira y otros, Omisión de la Verdad, antro espeluznante, terrible hueco negro, aspiradora insaciable de recursos públicos que Procuraduría, Fiscalía y Contraloría jamás investigarán, a pesar de las juiciosas observaciones de distinguidos personajes como Jorge Enrique Vélez y María Fernanda Cabal, horrorizados justamente por la asignación de sumas ingentes para la propaganda subversiva.

¡No son descachez de Petro!

Es muy bueno viajar en el jet presidencial dos o tres veces por semana, ser recibido por numerosas gentes —unas entusiasmadas, otras esperanzadas y muchas ociosas—, discursos, micrófonos, periodistas, fotos, clima triunfal y eufórico propicio a la fácil palabrería del personaje…

En estas tres interminables semanas Petro ha hablado mucho. Desde luego, para él no existe aquello de que quien mucho habla, mucho yerra, porque sabemos que él todo lo sabe…

De su prodigiosa minerva, en cada viaje brotan pensamientos fulgurantes y frases deslumbrantes.

Aquí es lo de la negociación entre el ocupado y los ocupantes; allá, lo de la creación de la federación nacional de cocaleros y cocaleras; acullá, lo de la reforma agraria a través del impuesto de valorización; y poco más adelante, aquello de la supeditación de las Fuerzas Armadas a los caprichosos consejos de seguridad de las alcaldías, totalmente ignorantes de la ciencia militar y de su logística operacional.

Estas y muchas otras son las fórmulas verbales, inesperadas y efectistas, a que nos tiene acostumbrados el incontenible hablador.

Unas pocas veces se han oído en este país, declaraciones presidenciales discutibles, pero nunca esa incontenible catarata de sandeces. No todos los gobernantes tenían la estructura mental de los grandes presidentes, pero aun los mediocres medían sus palabras.

Ante la intemperancia verbal de Petro, los comentaristas han calificado sus efusiones como confusas, absurdas, erróneas, equivocadas, superficiales, impensadas, etc. En efecto lo son; y mucho más, porque son imprudentes, perjudiciales, agresivas y relacionadas con el inconsciente. Por tanto, anuncian políticas funestas, que no se disipan con las medio aclaraciones que a veces sus subalternos se ven obligados a ofrecer, sea para negar lo dicho, sea para minimizar el estupor causado.

Ante la expresión habitual de tonterías y delirios, los petristas callan y los demás manifiestan su esperanza de que rectifique o corrija. ¡Vana esperanza! Si Petro fuera un gobernante normal y responsable, dentro de un esquema constitucional y democrático, nunca hubiera dado lengua suelta a tantas insensateces. Pero él es un marxista y comunista radical, cuyo propósito inocultable ha sido siempre el de demoler todas las instituciones para edificar sobre sus ruinas un nuevo orden revolucionario de corte castro-chavista.

Cuando Petro emite lo que a nosotros nos parecen los planteamientos absurdos de alguien trastornado por el ambicionado poder al que finalmente ha accedido, estamos en presencia de la génesis de procesos infames que van a desembocar en la ansiada revolución.

No, lo de Petro no son descaches, definidos en el DRAE como “desaciertos o improvisaciones”. Esas palabras son la expresión verdadera de su pensamiento y su voluntad.

En esos mismos 22 días Francia, la mayoría de las ministras y algunos ministros, profieren a su turno también incontables babosadas, igualmente expresivas de sus pensamientos profundos y de la ignorancia, impreparación e incompetencia que los distinguen.

Con el correr de los días no van a ser desautorizados ni desmentidos, porque en los meses venideros ellos impondrán al país políticas erróneas y perversas, congruentes, eso sí, con el plan revolucionario continental.

También son vanas las esperanzas de corrección y contención puestas en el actual Congreso, formado en su mayoría por ignorantes, improvisados e ineptos, iguales a los ministros, y que han surgido de incontables tendencias disociadoras en las que se combina la ignorancia con la irresponsabilidad. Allá no habrá freno para ninguna locura política, financiera, económica, jurídica o moral.

Octubre 29 de 2023: última oportunidad

No vale la pena discutir si la revolución colombiana empezó el 7 de agosto de 2022, o quince días después, cuando Petro “legalizó” de facto los narcocultivos. En un país donde la toma de fincas productivas en el Cauca, Valle, Vichada y Cesar se hace más frecuente antes de que se presente en todas partes bajo la mirada complaciente de las autoridades, que anteriormente estaban instituidas para proteger honra, vida y bienes, hay que concluir que la revolución ha empezado en serio.

La revolución ha sido comparada con un alud. Unos copitos de nieve, o unos pedruscos, empiezan a rodar desde la cima, van arrastrando otros, y con aceleración siempre creciente, unos centenares de metros más abajo ya constituyen una fuerza arrolladora.

Comparable al alud, pasada la primera quincena del gobierno comunista, el movimiento imparable ya ha minado la estructura agraria, detenido la inversión, castrado las fuerzas armadas, amenazado la generación de empleo, anunciado la anarquía que sigue a la eliminación de varios títulos del Código Penal, y establecido el narcoestado, mediante una serie de fulminantes e inapelables determinaciones, que serán implementadas por un equipo inadecuado, un congreso embadurnado y una judicatura cómplice. Los medios fletados y la Iglesia ausente adormecen un país incapaz de comprender que todo ha cambiado, incluyendo la religión oficial, que ahora es la agresiva de la Pachamama. Con razón una ministra tóxica ha dicho que “estamos en un país distinto”.

Si todo esto ha ocurrido apenas en dos semanas, es necesario dejar atrás la ilusión de que vivimos en un Estado de derecho y que en cuatro años el país, estragado de errores y horrores, volverá electoralmente a la buena senda de la democracia y la libertad.

Con la anunciada “reforma política” y con los algoritmos de la Registraduría, los comunistas no tendrán ninguna dificultad para quedarse indefinidamente en el poder, como ha pasado siempre en los países que padecieron ese régimen o aún lo sufren. El propio Petro, hace algunas horas, ya volvió a insinuar que “cuatro años son insuficientes para cambiar el país”.

Ahora bien, la última oportunidad de recuperar la democracia tiene una fecha próxima, el 29 de octubre de 2023, día de las elecciones para gobiernos locales. Si las regiones y ciudades votan contra el comunismo en esa fecha, Colombia podría todavía salvarse. De lo contrario, el narcoestado revolucionario se consolidará indefinidamente.

El comunismo no soltará fácilmente a Bogotá, Cali y Medellín. Tienen el poder, saben hacer el fraude, manejan las maquinarias y la aplastante propaganda. Aunque llevan todas las de ganar, esa última batalla tenemos que darla para vencer.

Pero para ganar elecciones se necesitan candidato, programa y determinación. Es decir, todo lo que culpablemente no se tuvo para detener a Petro. Se dejó todo al azar y a la buena ventura, a pesar del previsible resultado, que los políticos y empresarios no quisieron ver.

Pero no lloremos sobre la leche derramada, porque el tiempo apremia.

A partir del próximo enero hay que tener candidatos viables, aguerridos y coordinados en cada uno de los departamentos y municipios.

En Antioquia escoger candidato a la Gobernación es sencillo. Algunos hablan del expresidente Uribe Vélez. Puede ser, aunque otros piensan en Federico Gutiérrez. Para alcalde no se ve todavía la figura, pero urge encontrarla. ¡No más desmanes de Pinturita y su combo rapaz!

No puedo opinar sobre la capital, despedazada por la descobalada señora, ni sobre la desventurada Cali del extremista. Con mayor razón ignoro cuáles sean las personas requeridas en los demás departamentos. Por tanto, me limito a opinar que en cada uno de ellos es preciso proclamar con urgencia candidatos capaces de triunfar.

El pésimo gobierno puede ser derrotado en octubre del próximo año, si hay un movimiento nacional de auténtica recuperación institucional, patriótico, desinteresado, no partidista, articulado y confiable. No podemos aceptar que el 29 de octubre de 2023 haya otra elección abigarrada, donde numerosos grupúsculos más o menos democráticos sean barridos y borrados por las fuerzas petristas, castrochavistas y del narcotráfico.

Si no queremos nuestra propia “revolución de octubre”, hay que triunfar el 29 de ese mes, el próximo año. De no lograrlo, la barbarie ya no tendrá reversa y la tragedia de Venezuela, al lado de la colombiana, será un juego de niños.

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En los tiempos que corren es más conveniente tener prontuario que curriculum vitae…

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En vez de publicar sus enrevesados fallos en 27 lenguas indígenas, haría bien la Corte Constitucional en traducirlos al español.

¿La de Giovani Yule o la de Cecilia López?

Lo que los comunistas entienden por “reforma agraria”, repartición de las tierras productivas como paso previo a la colectivización, es un dogma de imperativo cumplimiento.

Nunca consideran la posibilidad de una reforma agraria productiva como, por ejemplo, las de la Rusia postsoviética o la de la China después de Mao, que devolvieron la libertad empresarial al campo, ni la importancia ecológica de las tierras incultas, ni la aparición de una “agricultura inteligente” para hortalizas, con alta tecnología, donde el terreno es lo de menos, porque se cultiva en invernaderos, galpones y terrazas urbanas.

Hay que erradicar, en cambio, el ánimo de lucro y la iniciativa privada. A los agricultores eficientes se los despoja de las tierras, bien sea de manera violenta o mediante la expropiación, que ahora en Colombia se llama “democratización”, para no emplear ese asustador vocablo.

La “reforma” de la minagricultura, Cecilia López Montaño, consiste en elevar arbitrariamente los impuestos prediales para estimular la explotación de predios incultos, de manera que los propietarios, desesperados, le vendan al gobierno al precio que este fije, a cambio de bonos basura, en realidad, porque serían de muy bajo interés y a largo plazo, de manera que la inflación se los coma en poco tiempo. En esas condiciones se hace reforma agraria a bajo costo.

Ese es el principio explícito de la “reforma agraria” de Petro, para no hablar de la amenaza adicional sobre cultivos que no correspondan a “la vocación ecológica” de los terrenos, definida por los burócratas del Ministerio.

Pasar de esas amenazas a la compra masiva de tierras no es muy difícil, pero demanda algún respeto por formalidades, tramitología y cierto tiempo. Precisamente por esos escollos avanzará otra “reforma agraria”, implícita, expedita e inexorable, que consiste en la invasión y ocupación de predios productivos, bien sea por grupos indígenas, o por “movimientos campesinos”, además sin costo para el fisco.

Ese procedimiento, ya bien ensayado en el Departamento del Cauca, donde no fue combatido por el gobierno anterior, ahora empieza a tomar mayor ímpetu, sobre todo porque Petro ha dicho que la solución en esos casos es el “diálogo”, y la ministra agrega que “la paz prima sobre el derecho de propiedad”.

Uno de los primeros nombramientos de Petro recayó en Rangel Giovani Yule Zape, líder indígena de las organizaciones que promueven la ocupación de tierras productivas, y protagonista de actos terroristas ejecutados en Cali durante el llamado “estallido social”, en el que su minga estuvo presente.

Más que un nombramiento, lo del señor Yule fue el anuncio de la tolerancia con la que el gobierno responderá a la violencia para constituirla en modo adquisitivo de dominio.

Por otra parte, la ministra también ha dicho que lo de las tierras indígenas improductivas no se tocará, ni con reforma ni con impuestos, así los resguardos de 720 pequeñas comunidades (4% de la población) ocupen 30 millones de hectáreas, ¡superficie comparable a la de Alemania!

Es bien claro entonces que la reforma petrista avanzará simultáneamente, tanto por la vía lenta de la López Montaño como por la rápida de Yule Zape. Lo único que les importa es cumplir con el imperativo agrario marxista-leninista, injusto, regresivo, improductivo y colectivista, que ocasionará inexorable hambruna, como fue en la URSS, la China de Mao, y desde siempre, en la famélica Cuba de Castro y en la pobre Venezuela.

¡Queda el consuelo de que cuando ya no haya comida, la importemos, para cocinarla con gas venezolano!

El fin del "Homo Sovieticus"

Svetlana Alexandrovna Alexievich (1948), premio Nobel 2015, es una novelista y periodista bielorrusa cuyo libro, El fin del Homo Sovieticus (Barcelona: Acantilado; 2015), no dudo en recomendar como uno de los relatos más originales, no solo para quien aspire a considerar cómo se llegó a la era Putin.

Esta obra nos permite asomarnos a los inmensos sufrimientos que han padecido las gentes de lo que fue la URSS, sin cuya estimación no es posible comprender el horror del comunismo soviético, lo que costó dejarlo atrás, ni la posterior dictadura actual.

Aunque la crueldad de los zares ha sido exagerada mil veces por los relatos de la propaganda de sus sucesores, no puede negarse que la historia rusa repite una sucesión de gobiernos despóticos que hacen pensar que la democracia jamás podrá prosperar en los países que pertenecieron a ese imperio.

Un Iván el Terrible y un Pedro el Grande, sin embargo, al lado de Lenin, Trotski y Stalin, parecen mansas palomas; y en tiempos recientes, Kruschev, Bulganin y Andropov, a pesar de ser dictadores temibles, comparados con los primeros tiranos de la URSS han llegado a parecernos ancianos benévolos.

Algún personaje de la Alexievich nos dice que, en cinco años, en Rusia pasan muchas cosas, pero que en doscientos no pasa nada…, lo que nos hace pensar en la permanencia de los rasgos propios de su pueblo, signado siempre por la resignación fatalista ante un destino implacable, lleno de trabajo agotador y dura pobreza, iluminado todo ello por un sentido mesiánico y religioso, que lo purifica y lo convierte en futuro salvador de la humanidad.

Desde luego, el comunismo significó el martirio más aterrador para las incontables nacionalidades de la inmensa URSS, como puede verse a lo largo de todo este libro, muchas de cuyas páginas son tan estremecedoras como las de Solzhenitsin.

Al lado de ellas aparecen otras que tratan de la caída del socialismo. Este era igualitario y distributivo, aseguraba la pobreza colectiva y una existencia frugal y monótona. En cambio, la implantación de una economía de mercado —ajena tanto a su pasado reciente como al antiguo régimen precapitalista—, ocasionó enormes sufrimientos al pueblo mientras surgía, gracias a la corrupción oficial, el puñado de oligarcas que se adueñaron de casi todas las fábricas, bancos y grandes empresas del país. Al lado de inmensas fortunas, la gente padeció incontables rigores económicos, en medio de una pobreza generalizada, creciente indignación y cierta nostalgia por el socialismo, que incluía, en medio del caos y el desorden, hasta desear un nuevo Stalin.

Con la Perestroika, a partir de 1985, la euforia de la esperanza de un futuro de libertad y progreso, libre del terror permanente, pronto dio paso al desengaño a causa de la inflación provocada por las medidas draconianas para pasar en pocos meses del colectivismo extremo al capitalismo más duro. En 1982, la inflación de precios alcanzaba el 2600%, y la inseguridad callejera era aterradora.

Ese es el trasfondo del libro de Svetlana Alexievich, que da voz a centenares de historias admirablemente contadas de gentes sencillas, que a pesar de recordar los horrores del estalinismo —purgas, Gulag, brutalidad, delación—, siguen condicionadas por la indoctrinación a la que fueron sometidos desde la cuna hasta el sepulcro, que a muchos hace añorar el implacable “orden” de la URSS, mientras las mafias imponen el terror callejero, y el país, improvisando democracia, se desintegra hasta con guerras civiles como la de Chechenia.

A la nostalgia de los ancianos y de los incontables pobres se contrapone una juventud que no conoció el terror, desbocada en la búsqueda de una felicidad consumista, hedonista, frenética…

En fin, el prodigioso y terrible fresco, de 638 páginas, nos lleva hasta las puertas de la transformación que vendrá cuando Rusia se normalice económicamente dentro de una nueva estructura dictatorial. De ella tratará otro libro imprescindible, Los Hombres de Putin, de la inglesa Catherine Belton (Bogotá: Ariel-Planeta Colombiana; 2022), modelo de periodismo económico, bien lejos, por lo tanto, del primor literario y de la narración cautivante de Svetlana, mujer postsoviética que ha tenido que exiliarse en Berlín, perseguida por la dictadura vitalicia y siempre comunista de Lukashenko.

Gobierno del partido cuyo nombre es tabú

Tabú: (del polinesio). Lo prohibido: condición de las personas, instituciones o cosas a las que no es lícito mencionar o censurar (DRAE).

Este 9 de agosto hay que recordar que el Partido Comunista es un movimiento global, cuyo propósito es el establecimiento de la dictadura del proletariado mediante la combinación de todas las formas de lucha. Está dirigido por un pequeño grupo clandestino de revolucionarios profesionales. La democracia representativa, el derecho, las libertades, religiosa, económica y de pensamiento, así como la propiedad privada son, para ellos, mecanismos de las clases dominantes, las cuales deben ser exterminadas. Todo dentro de la revolución; nada, fuera de ella.

El fin justifica todos los medios para hacerla posible, empezando por el terror, que se ejerce de manera implacable para obtener la obediencia de las masas.

Siempre los regímenes comunistas han significado muerte, caos, hambre y despotismo. Un centenar de millones de víctimas, en Rusia, China, Corea del Norte y Vietnam…

En América Latina el castro chavismo es la corriente vigente. Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia exhiben los horrores del comunismo, y sin embargo Perú, Chile, y ahora Colombia, han elegido personajes leninistas para replicar la experiencia venezolana.

En estos países no se menciona por parte alguna el comunismo. Su nombre es tabú, porque son tantos y tan inocultables sus horrores que nadie votaría por ellos. Tienen entonces que camuflarse con rótulos cándidos, electoralmente atractivos. Así, se presentan como inocentes coaliciones de movimientos pacíficos e inocuos.

En efecto, en Chile son “Convergencia Social”; “Perú Libre” es el partido de Pedro Castillo; en Bolivia, “Movimiento al Socialismo – Soberanía de los Pueblos”; “Frente Sandinista de Liberación Nacional”, en Nicaragua; el “Partido Socialista Unido de Venezuela” es el de Maduro; y ahora llega en Colombia el “Pacto Histórico”.

En agosto de 2018, los medios masivos en este país, infiltrados todos ellos, titularon que la centro derecha había triunfado sobre el centro izquierda de Petro, en lugar de decir que la libertad había triunfado sobre el comunismo.

Algo hemos progresado hacia el conocimiento de los hechos, porque ahora Petro no es de centro izquierda sino de izquierda.

Ahora todos en Colombia están hablando solo de izquierda. Entiendo el disimulo tabuítico de los mamertos y también el mecanismo eufemístico de los demás, que hablan de izquierda para no reconocer que ha llegado, para quedarse, el comunismo.

Hacerle el duelo a la democracia moribunda es algo terrible. Por lo tanto, el reconocimiento del hecho fatal será gradual. Llegará cuando la ilusión de que aquí habrá un socialismo democrático se desvanezca ante el avance destructor y rápido de la revolución.

El único consuelo que nos queda es saber que habrá muchos años para el arrepentimiento: los unos, por no haber sabido oponerse eficazmente a Petro; los otros, por haber votado por él.

¿Por qué una mala reforma agraria, si hay buenas?

Antes de la Revolución de Octubre, Ucrania, provincia del Imperio, era el granero de Europa, y Rusia, un inmenso país agrícola de variada y abundante comida.

No trataremos de las tierras comunales (el mir, tan bien estudiado por Max Weber), ni de los latifundios de la aristocracia, ni de los siervos, ni de las tierras vírgenes de Siberia, ni de las reformas agrarias de Stolypin, para saltar hasta el putsch en Petrogrado, que lleva a Lenin al poder. Para consolidarlo sobre el gigantesco Imperio, Vladimir Illich ordena inmediatamente:

  1.  1. El cese al fuego con Alemania (para ganarse a los soldados y sus familias).
  2.  2. La independencia de las naciones sometidas a Rusia.
  3.  3. La masiva toma de tierras.

Con esto último logra el apoyo del campesinado, más del 80 % de la población, a la Revolución. Ignoran que a esa “reforma agraria” seguirá la colectivización cuando el comunismo, después de la guerra civil, se imponga. Al desprecio de Lenin por ellos seguirá el odio de Stalin por los kulaks, los pequeños empresarios que alimentaban el país, a los que exterminará, especialmente en Ucrania, a través de la hambruna provocada (Holodomor).

Después la tierra se dividió entre granjas colectivas (Sovhoz) y cooperativas (Kolkhoz), en las cuales un campesinado esclavizado producía muy poca comida, bajo la férula burocrática encargada de lograr el cumplimiento de metas de imposible alcance. La penuria alimentaria obligó luego a tolerar cultivos “ilegales” de los campesinos: 3 % del área cultivada total, que suministraba más de la mitad de los lácteos, frutas y verduras.

La triste vida del pueblo, siempre hambreado, fue la conclusión inescapable de esa reforma agraria colectivista.

Bajo Kruschov la situación llegó a los peores extremos y la URSS se convirtió en el primer importador mundial de granos (trigo, cebada, maíz), a pesar de cultivar millones de hectáreas en granos, que superaban la suma de las áreas sembradas de esos cereales en los Estados Unidos, Canadá y Francia.

Y así, de tumbo en tumbo, se llega hasta la última reforma agraria soviética. Antes de la desaparición de la URSS, el 3 de mayo de 1990, el Congreso de la República Federativa Rusa, su mayor y determinante Estado, por 607 votos contra 369 y 40 abstenciones, decretó que, al lado de granjas estatales y cooperativas también habría propiedad privada rural. Luego se dictó una Ley para facilitar la privatización de tierras y para estimular grandes cultivos privados de cereales.

Así se puso en marcha una reforma agraria exitosa, que ha convertido a Rusia nuevamente en una potencia agrícola como primer exportador mundial de trigo, mientras Ucrania ocupa el 4° lugar.

Con mayor entusiasmo aun, los países que se separaron de la URSS —Ucrania, los Bálticos, los Centroasiáticos—, y los de Europa Oriental, siguieron ese camino.

Parecida evolución tuvo la agricultura en China, porque con la eliminación de las comunas y el retorno de la libertad en el campo, ese país también pudo superar el hambre y llegó a ser incluso exportador de alimentos.

Entonces, ¿cómo es posible que a Colombia la vayan a condenar a una reforma agraria regresiva, precolectivista, minifundista e improductiva, dirigida arbitrariamente por una burocracia, con poderes para obligar a la “venta” de los terrenos que al funcionario de Minagricultura, o al exjefe de una minga, no le parezcan adecuadamente explotados?

Sin considerar las futuras e inevitables escaseces y hambruna, aquí la reforma leninista será impuesta, porque está inscrita en el ADN de los movimientos comunistas, para todos los cuales nada hay más abominable que una estructura agropecuaria basada en la propiedad privada y la libre empresa.

Colombia requiere una reforma agraria que haga productivo el campo, que estimule su desarrollo, que incorpore la Orinoquia dentro de la frontera agrícola, que sustituya importaciones y que lleve sus productos al mercado mundial.

Una reforma agraria correcta podría sacar del desempleo a millones, pero como tropieza con el dogma marxista-leninista, no se iniciará durante el gobierno de Petro, dure este cuatro años, doce o sea o vitalicio…

¿Lamentación o voluntad de recuperación?

La revolución en Colombia no empezó el pasado 19 de junio, ni comenzará el próximo 7 de agosto. Se ha venido incubando, desde hace por lo menos medio siglo, en las aulas universitarias; ensangrentó los campos a partir de 1959, y después de incontable violencia obtuvo, en 2016, el regalo de una supra constitución que le permitió infiltrar todos los poderes públicos y gozar de un gobierno de transición hasta 2022.

Podríamos seguir indefinidamente considerando el plan estratégico que ha llevado al poder al comunismo, lo que no es el propósito de esta crónica.

A partir de la posesión de Petro avanzará, a velocidad creciente, la sustitución del modelo económico de la libre empresa y el respeto de las libertades individuales, por el colectivismo y el despotismo, seguramente con efusión de sangre, represión y hambruna, hasta completar el ciclo nefasto de 20, 40 o 100 años…

Lo que los colombianos vamos a perder es aterrador. Si el comunismo se consolida aquí, en comparación lo de Venezuela será un juego de niños.

Tardíamente se empieza a despertar del letargo inducido en que han tenido a la ciudadanía, y por tanto, las gentes comienzan a preguntarse por el culpable, o los responsables, de la caída en el abismo: que si la Iglesia, copada por la teología marxista “de la liberación”; que si los medios, manipulados por activistas mamertos; que si los partidos, corrompidos por insaciables políticos venales y voraces; que si la inactividad del Centro Democrático, incapaz de lanzar a tiempo un candidato viable; que si el presidente Duque, cumplidor del “acuerdo final”; que si el ingeniero Hernández era un “candidato manchuriano”; que si fue el fraude electrónico…, y así, sucesivamente, se suceden los más inquietantes interrogantes.

Si la revolución colombiana dura veinte años, ya aparecerá un abate Berruel, o un Monsieur Thiers, para trazar los primeros y monumentales frescos, pero si dura sesenta o más años, algún día tendremos un Pipes o un Figes para escribir la historia completa y científica de la tragedia.

En fin, no conviene adelantarnos a los historiadores del futuro, ni quedarnos en la lamentación desgarradora de la leche derramada, que es muchísima… Si no se presenta una resistencia nacional, con voluntad inmediata de recuperación, veremos también como matan la vaca de la economía nacional para que no vuelva a haber leche.

Como ya hemos dicho, la “moderación” de Petro solo es para la exportación y los medios fletados, porque los nombramientos de activistas fanáticos indican que sus propuestas alocadas no encontrarán obstáculos en la chusma legislativa que acaba de instalarse el 20 de julio en el Capitolio.

El ahorcamiento tributario, la cancelación petrolera, la politización de la policía, la demolición del sistema de salud, la reforma agraria regresiva y precolectivista, la desaparición de las garantías a la propiedad rural, la capitulación ante el ELN, y el “perdón social” para las bandas, estarán listas para enero de 2023, inicio de la fase febril e incendiaria de la revolución.

Ante la inminencia de tantas y tan terribles amenazas no caben ni la queja ni la resignación. Nunca hubo comparable necesidad de un líder, hombre o mujer, que levante la bandera de la recuperación nacional y estimule la diaria y eficaz resistencia de todo el pueblo para impedir la destrucción del país y la consolidación de la dictadura totalitaria.

En torno a esa figura que el país reclama no puede haber juegos de la vieja política clientelista y logrera —la que produjo la elección de Petro—, sino un entendimiento generoso y patriótico, sin regateos, ambiciones egoístas ni juegos de poder.

Pronto será tarde, si el país no despierta y comienza a luchar desde hoy por su recuperación moral e institucional, sin esperar milagros en las elecciones territoriales del próximo año. Esos comicios para escoger gobernadores y diputados, alcaldes y concejales, no se ganarán sin un propósito político nacional enérgico, porque con esfuerzos desarticulados e inconexos no detendremos la cosecha de “Pinturitas” que necesitan para ahogar cualquier vestigio democrático.

SSXXI: “Moderación” en la recta final

Quien no comprende el concepto de internacionalismo proletario no entiende cómo se juega la geopolítica en América del Sur, donde avanzan impetuosos los movimientos del Foro de Sao Paulo, mientras retroceden las desarticuladas fuerzas democráticas. Los primeros están dirigidos y coordinados por La Habana; las segundas no interesan a Washington, que las deja al garete.

Como telón de fondo no puede ignorarse la inocultable lucha por la hegemonía entre las superpotencias. Detrás de Beijing aparecen Moscú, Teherán, Pyongyang y La Habana, en primera fila; y en las sombras, incontables grupos terroristas, entre los cuales las FARC y el ELN, de absoluta obediencia castrista, que en Colombia son actores fundamentales del tal Pacto Histórico.

El triunfo de Petro debilita a los Estados Unidos y fortalece a China en el tablero mundial. Falta solo Brasil para que toda América Latina gire en la órbita imperial de Xi Jinping.

Paso a paso avanza comicialmente el comunismo desde el Río Bravo hasta la Patagonia. En todos nuestros países, el electorado está desorientado por los medios infiltrados y una Iglesia proclive a la teología de la liberación. Además, los órganos electorales han sido cooptados por la izquierda y dotados de software preparado al efecto. Así ha sido siempre en Venezuela, luego en Perú, y probablemente ya lo es en Colombia…

Estamos en presencia de un hecho nuevo: la llegada electoral al poder de movimientos comunistas, que supera en eficacia la toma violenta que siempre intentaban.

Para preparar elecciones se actúa cautelosamente con el fin de no asustar al electorado de los distintos países, porque los acontecimientos en uno de ellos influyen en los demás, al estilo de vasos comunicantes.

Hace un año (julio 28/ 2021) fue reconocido como presidente del Perú, desestimando todas las denuncias de fraude, un pobre diablo, marioneta de Vladimir Cerrón, jefe indiscutible del comunismo en ese país.

Como para 2022 estaban previstas elecciones cruciales en Chile, Colombia y Brasil, en Perú se adoptó la “moderación”. El Sombrerón no propuso nada radical o revolucionario, que pudiera alarmar a los chilenos, los colombianos y los brasileños, para dar la sensación de que nada cambia, que la elección de un candidato comunista no implica contagio venezolano.

Esa “moderación” tuvo efecto en Chile, donde fue elegido en marzo 11 de 2022 un chisgarabís, cuyo gabinete de extrema izquierda nada significativo ha hecho, con tres propósitos: 1. Tranquilizar con su “moderación” a los colombianos, para no perjudicar las posibilidades electorales de Petro. 2. No inquietar a los brasileños, y 3. No arriesgar la ratificación de la grotesca nueva Constitución de Chile, el 3 de septiembre.

Una vez posesionado Petro tendrá que afectar “moderación” para no perjudicar a la izquierda en el referendo chileno y no poner en peligro el triunfo de Lula en las elecciones brasileñas, el próximo 2 de octubre.

Ahora bien, si Bolsonaro es derrotado: 1. El predominio chino en el mundo se asegura, y 2. Caerán las caretas en Santiago, Lima y Bogotá, para pasar a la etapa plenamente revolucionaria en toda la región.

La “moderación” de Petro es, desde luego, falaz, si oímos al cuarteto de ministras (Cultura, Salud, Agricultura, Ambiente), pero mientras los partidos tradicionales cooperen con él en el sainete venal del acuerdo nacional, su gobierno conservará la fachada de normalidad institucional, hasta desembocar en la Constituyente requerida para la asunción de todos los poderes, que reclama la revolución, imperativo vital e inexorable del individuo llamado a crear el nuevo orden colombiano en clave marxista-leninista.

¡Con P de pánico!

No voy a acusar a tres de las ministras anunciadas por Petro, como causantes de pánico económico. Miremos el Artículo 302 del Código Penal, al que le falta precisión. Este condena desde 32 a 144 meses de prisión al que divulgue al público, o reproduzca en un medio, información falsa o inexacta que pueda afectar la confianza o provocar el retiro de capitales nacionales o extranjeros.

Esa disposición se dictó hace años, cuando nadie pensaba en la llegada de un gobierno de extrema izquierda, lo que explica que solo se ocupe del pánico cambiario y nada diga de quienes afecten la confianza inversionista, paralicen los negocios o amenacen con sanciones confiscatorias a empresarios que actúan dentro del marco legal…

La triste realidad es que, haciendo anuncios de conformidad con el programa explícito de Petro, las ministras de Agricultura, Medio Ambiente y Salud, han terminado de paralizar económicamente a un país ya suficientemente aturdido por la política petrolera y gasífera, que consiste en marchitar esas industrias vitales e imprescindibles.

Si nos limitamos entonces a la lectura del Artículo 302 —ya citado—, encontramos que paralizar la economía nacional no configura ningún delito. Después de reconocer ese hecho me bastará con decir que, tras de las declaraciones de esas entrantes funcionarias apenas se concreta el anuncio del cambio del modelo económico y social de la libre empresa, al estatismo, con el desmantelamiento de las empresas productivas.

En una semana las tres damas, que más que Erinnias son Parcas, han causado los siguientes estragos, siendo difícil saber cuál de ellos es el peor:

La ministra de Agricultura anuncia la aplicación de la Reforma Agraria pactada con las FARC en el “Acuerdo Final”. Esta se basa en el sofisma de que las tierras incultas se deben “democratizar”, forzando con impuestos arbitrarios y discriminatorios, es decir, de la manera menos democrática, la venta de los fundos al Estado, a cambio de bonos sin valor real.

Desconoce la ministra que, en estos tiempos de tanta sensibilidad ecológica, las tierras incultas son las de mayor importancia, porque conservan prístino el entorno, resguardan la biodiversidad, preservan el agua y multitud de especies animales y vegetales. Quien paga prediales para conservar terrenos incultos lo que merece es estímulo y protección. En cambio, forzar producciones que no demandan los mercados es una locura. Si Colombia cultivase todas sus tierras fértiles con los productos dizque adecuados ecológicamente a los distintos terrenos, en vez de alimentar al mundo, llenaría los basureros de cosechas sin la correspondiente demanda, que depende de los mercados y no de los burócratas.

Desde Lenin cultivan las izquierdas un odio visceral por los agricultores independientes, grandes o pequeños. Y, por tanto, para ellos es inapelable avanzar hacia la agricultura colectivista, que tanta hambre ocasionó en la URSS y China, y ahora impera en las famélicas Norcorea, Cuba y Venezuela.

Después de las declaraciones de la ministra López Montaño, ¿cuánto vale hoy una finca?, ¿y quién la compra?

La ministra de Salud anuncia el fin de la intermediación en la prestación de los servicios médico-asistenciales. Ella no puede ignorar que lo que funciona bien puede mejorar o empeorar, pero prefiere el camino de demoler el sistema, que viene mejorando desde hace décadas. Después de un salto al vacío, quiere arrancar de nuevo con la vieja aberración marxista que exige el monopolio público en los servicios de salud, sin importar el costo social o humano. Para ella no importa que nuestro sistema sea justamente recomendado por los expertos. Hay que estatizarlo para venerar el dogma.

La próxima responsable del Medio Ambiente rechaza la fumigación aérea con glifosato. Si es tóxico, lo es tanto en el cultivo de coca como en el cafetal, la huerta, la tomatera, el almácigo y el arrozal. Sin ese herbicida desaparece la agricultura de pan coger, a menos que el daño a combatir sea apenas selectivo y político.

Dando carta blanca a los cultivos de coca, se vislumbra un futuro afgano o birmano para un país sin petróleo, porque la ministra proscribe también el fracking, condenándolo a la ruina económica, en contraposición a lo que el valetudinario y provisional minhacienda afirma sobre la ineludible necesidad de explorar, extraer y exportar hidrocarburos.

Estas tres Parcas condenan a muerte los sectores que, por el contrario, deberían tutelar.

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Sigue subiendo el dólar. Nuestra divisa, en once días, se ha devaluado 13.51 %, a pesar de que, según parece, el Banco de la República está quemando reservas para evitar un descalabro mayor.

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“El economista que tiene corazón, a los 20 años es socialista, pero si sigue siéndolo a los 70, es porque carece de cerebro”.

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Quiz: ¿Quién afirmó que no puede ser economista quien es socialista?.

Si a Colombia le va bien...

Después de la credencial entregada por la Registraduría a Petro y de la apresurada estampida de políticos y congresistas para acomodarse con él, la actitud correcta —me parece— es la del expresidente Uribe de wait and see

El hecho de comprender esa posición no puede, por otro lado, inhibir la expresión de nuestras opiniones, siempre con el debido respeto por los amables lectores.

Se ha puesto de moda exclamar ¡Si a Petro le va bien, a Colombia le va bien!, que nos parece tan superficial como distractora de la situación real.

En primer lugar, ahora la gente escudriña el programa presidencial de Petro, que realmente es su programa “explícito”, redactado con finalidad electoral, algo menos tóxico que el programa “implícito”, configurado en la vida política del personaje, su confesada ideología, sus amistades; sus declaraciones, imprudentes e insensatas con lamentable frecuencia, y su reconocida mitomanía.

Nadie votó a favor ni en contra del programa explícito, que en realidad no fue discutido, pero medio país votó contra el programa implícito, es decir, el del candidato del Foro de Sao Paulo, de los “comunes”, los cocaleros, la “negociación” con el ELN, la interdicción de las fumigaciones, la demolición de la industria de los hidrocarburos y la convocatoria de una Constituyente.

Si las fuerzas democráticas se hubieran unido oportunamente con un candidato viable, el país hubiera votado masivamente contra el programa implícito. Pero como no hubo un frente común organizado y sólido, ganó Petro y el país tendrá muchos años para lamentarlo.

Entretanto, en lugar de llorar por la leche derramada, hay que reflexionar en torno a la nueva realidad política. Es la hora en que no sabemos si Petro va a gobernar con su programa implícito, con el explícito, con una combinación de ambos, o contra sus programas. La última posibilidad, la más remota, es la gran ilusión de quienes esperan que siga la línea AMLO.

Ahora bien, hay incontables variables, que ya irán produciendo los hechos que determinarán el margen de apoyo o de oposición.

Volvamos sobre la expresión de “¡Si a Petro le va bien, al país le va bien!”, que no pasa de ser un eslogan momentáneo y superficial. Para analizarla, primero debemos preguntarnos qué es “irle bien a Petro”, y qué es “irle mal”.

Si Petro tiene éxito parlamentario y mediático aplicando su programa implícito, podríamos decir que le “iría bien” a él y aterradoramente mal al país. Pero si aplica exitosamente su programa explícito, a él le “iría bien” y al país “le iría” mal.

Contrario sensu, podríamos invertir los términos para decir que, si al país le va bien, a Petro le va mal.

Para que bajo su Presidencia al país le vaya siquiera regular, él tendría que renunciar a su política contra la exploración, explotación y exportación de hidrocarburos, y desistir de la recaudación de 75 billlones para la repartición improductiva y demagógica, que eliminaría el ahorro y el desarrollo.

No parece posible que renuncie a sus dos propuestas fundamentales. Lo más probable entonces es que matice algo su irresponsable actitud contra nuestra principal e insustituible industria, y que se contente con una exacción —digamos— de apenas 50 billones…

En fin, si las dosis de populismo y despilfarro se limitan y si se conserva la autonomía del Emisor, podríamos pensar que al país y a Petro les iría regular, porque si aplica la receta íntegra, a él le iría bien pero el país experimentaría los estertores de la economía que preceden al colapso, el hambre y el despotismo totalitario.

Espera y expectación

Nunca se nos permitirá saber si Petro ganó en las urnas o en la Registraduría, pero siempre sabremos que Colombia perdió.

La derrota estaba cantada desde cuando no se escogió con tiempo un candidato viable. El azar llevó al señor Hernández a disputar la Presidencia: ¡Tres semanas de monotema táctico contra doce años de calculada estrategia!

Faltan meses para saber si el nuevo gobierno será de modelo Amlo, o Maduro, o si finalmente vamos a un fundamentalismo tipo Castro o Pol Pot.

Entre tanto lo juzgaremos objetivamente, por sus hechos. Hasta ahora solo conocemos algunos inquietantes nombramientos y, detrás de un propuesto acuerdo nacional; vemos asomarse el espectro lívido de una constituyente.

¡Ecopetrol, la visionaria creación de Ospina Pérez, expira, y en las casas de cambio no hay un dólar!

Ni calumniables ni elogiables

Si el 19 de junio gana Petro por un puñado de votos, o si le añaden unos cuantos en la Registraduría para hacerlo presidente, Colombia cambiaría de clase dominante.

La actual está formada por empresarios, profesionales independientes, agricultores y comerciantes. A mí no me parece que esa enumeración constituya algo inconveniente, o que esas personas deban avergonzarse de su posición social y económica, porque en su inmensa mayoría son ciudadanos trabajadores y honestos, que aman sus familias, respetan las leyes y pagan impuestos. En cambio, está lista ya “una nueva clase” para reemplazarlos, encabezada por políticos con abundante prontuario, capos de la droga, guerrilleros y terroristas, y por un amplio, espeluznante lumpen intelectual. Nos dicen que el cambio es ahora… ¿Valdrá la pena?

Desde hace varios años se viene “destruyendo” la actual clase dominante. No hay calumnia que no se emplee para demeritarlos, arrinconarlos, avergonzarlos y denostarlos. No me voy a referir especialmente al presidente Uribe, víctima durante los últimos doce de diaria contumelia en forma de oprobio, injuria y ofensa, hasta convertirlo, en la imaginación de buena parte de la opinión, en monstruo innombrable.

Sin embargo, el expresidente no es la única víctima de esa campaña, porque los secuestradores y violadores del Secretariado denigran de los militares; los docentes, de los empresarios y agricultores; los vagos, de los que han estudiado; y los alcaldes mamertos destruyen las empresas e instituciones públicas para instalar en ellas a sus impreparados y rapaces nepotes.

En resumen: si, como desde Voltaire hasta Goebbels, la disociación avanza convirtiendo pequeñas mentiras repetidas mil veces, en grandes “verdades”, en Colombia todo se hace creíble, hasta llegar al hecho aterrador de que hasta un 48% y más de los encuestados están dispuestos a votar por un terrorista castro-chavista, filmado incluso con bolsas llenas de inexplicables billetes, que goza de permanente absolución mediática.

Pasando revista a los últimos años se observa que la calumnia es el arma política fundamental de una izquierda revolucionaria que avanza continuamente. Impera una ley del embudo, donde esta nueva clase política, agresiva y ascendente, monopoliza la calumnia contra los demás, que deben observar prudente silencio cuando se los difama, porque tanto una judicatura mamerta como una prensa sesgada, fallan siempre a favor de los nuevos catones, que disponen de bien entrenados difamadores profesionales y de centenares de abyectas “bodegas” que saturan al país de un asfixiante ambiente mendaz.

Estos energúmenos están por encima de toda preocupación, y además, saben recurrir a las leyes que han consagrado unos dizque “delitos de odio”, que en la práctica impiden la libre expresión de las gentes.

Vale la pena recordar quiénes son los principales partidarios de Petro y Francia, dos figuras lombrosianas que gozan de amplísimos y costosos medios.

Los primates de la nueva clase petrista forman un abigarrado grupo no calumniable, porque lo que se dice de ellos resulta cierto; ni tampoco elogiables, porque nadie recuerda nada bueno de ellos. El primer nivel está formado por el Secretariado de las FARC, una serie de congresistas que no pueden ser difamados, como tampoco pueden Juan Manuel Santos y la caterva de sus ministros hacer olvidar cómo se robaron un plebiscito, ni los entregadores de La Habana pueden ser más despreciables.

Nadie ha sido jamás capaz de decir que Roy Barreras fuera un buen médico, que Armando Benedetti haya sobresalido profesionalmente, que Piedad Córdoba sea honesta, o que Judas Francisco de Roux y Monseñor Monsalve sean sacerdotes virtuosos; ni Gustavo Bolívar, buen escritor; ni pinturita, alcalde íntegro; Claudia López, cuerda, o Hollman Morris buen esposo y padre.

Cuando repaso la lista de la nueva clase al acecho, recuerdo al ciudadano que ofrecía un millón de pesos a quien hablara bien durante un minuto de un manzanillo antioqueño, porque ¡nadie podía elogiar a ese político por más de diez segundos!

La situación de la ascendente clase comunista es aún peor: ninguno alcanzaría siquiera cinco segundos de elogio… y ¡si el país se equivoca nos pueden gobernar por setenta años!

Todavía pueden robarse la Presidencia

El inesperado éxito del ingeniero Rodolfo Hernández en las elecciones del pasado 29 de mayo tonificó al país y un aire de esperanza lo está oxigenando.

El ingeniero está hablando muy bien, sorprendiendo a los que nunca lo habíamos oído. Su escueto e incontrovertible discurso refleja lo que el país quería oír desde hace años. Tres días después de la primera vuelta es indudable que Rodolfo Hernández va a ganar en las urnas…

El 29 de mayo no se repitió el fraude monumental del 13 de marzo. Muchos teníamos un chocorazo electrónico para dar por ganador al candidato del autodenominado Pacto Histórico. En cambio, la ausencia, ese día, de fraude, ha dado credibilidad a última hora a una Registraduría que sigue siendo indigna de confianza.

He ahí el punto central. A junio 1° aún se desconocen los verdaderos resultados de las elecciones para Congreso y el famoso (o los varios) algoritmos siguen ocultos. Están, sin embargo, vivitos y coleando, y basta con apretar un botón para que el 19 de junio el candidato narco-castro-chavista gane por 10.000, 50.000 o un millón de votos…

¡Se ha dicho que quien escruta electrónicamente elige!

Avanzamos entonces hacia la elección definitiva, confiando con supina ingenuidad en un registrador indigno, cuestionado y que ha dado incontrovertibles pruebas de parcialidad y compromiso con las fuerzas revolucionarias.

Imaginemos por un minuto el escenario atroz del fraude electrónico e indetectable. Diez minutos después de proclamar la Registraduría al que sabemos, multitudes incontenibles exigirán el “respeto” por los resultados favorables al terrorismo, la ignorancia, el narcotráfico y el acuerdo de paz con el ELN. Nada se está haciendo para impedir el monumental fraude electrónico, que puede dar lugar a la más aterradora y criminal revolución de la historia.

Los secuaces actuales del perverso candidato del comunismo, reforzados ahora por los que llegan de la nauseabunda cáfila fajardista, constituyen un movimiento extremista cuya elección nos llevaría inexorablemente a lo de Venezuela, o quizá a lo de los jemeres rojos, porque sus propuestas delirantes y criminales a nada bueno pueden conducir…

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Si el ingeniero nombra esta semana cuatro o cinco grandes ministros en las carteras clave… puede arrasar en las urnas.

¿Debe el erario pagarle la costosa imagen?

Nadie está en desacuerdo con que un alcalde quiera mejorar su imagen apelando a sus propios recursos. Puede, por ejemplo, antes de posesionarse, tomar algunas lecciones de redacción y correcta pronunciación de las palabras, aprender modales, a vestirse bien, a usar desodorante, a ceder el puesto a las damas y los ancianos, a no romper la bolsita de té para echar su contenido en el agua hirviendo… O dejar el aprendizaje de estos gestos y actitudes para después de la posesión, como tantos debieran hacerlo…

Hasta aquí yo entiendo, pero lo de la imagen ahora se extiende dizque a la proyección de esta en la ejecución del “programa”, en el “acercamiento a la comunidad”, la “socialización de las medidas”, el contacto con las gentes, y así sucesivamente. La “imagen” del mandatario local exige entonces la tutoría permanente a cargo de unos asesores estupendamente pagados y de unas oficinas públicas dotadas de abundante “talento humano” y de enorme presupuesto publicitario.

Los asesores, con frecuencia extranjeros e ignorantes de la idiosincrasia nacional y local, dirigen toda la “estrategia” para hacer del alcalde todo un personaje “nacional”, y para dirigirlo con las instrucciones adecuadas con el fin de contradecir, superar, tergiversar y contrarrestar el descontento ciudadano, o para enervar y obstaculizar la revocatoria cuando esta se les viene encima.

Todas estas labores son costosas, porque los grandes medios de prensa, radio y tv son carísimos, y sin contratar la correspondiente pauta, no se acuerdan de nadie…

Correspondió a Fajardo el mérito de enseñar —al fin y al cabo, fue docente de matemáticas—, cómo un desconocido alcalde “de provincia” se convierte en personaje “nacional”. Durante su muy mediocre Alcaldía, varios miles de millones de pesos se “invirtieron” en los medios, con anuncios, visibles unas veces, o con “espontáneas” entrevistas y costosos publi-reportajes; y con menciones, separatas, comentarios, etc., especialmente en medios capitalinos bien alejados del Valle de Aburrá.

Después del eficaz ejemplo de este “pispo” personaje, en todo el país se disparó el presupuesto publicitario de gobiernos locales. A peor gestión, mayor pauta, porque de las alcaldías se pasa al Congreso o a ministerios y hay que darse a conocer…

Ahora bien, los recientes y titánicos esfuerzos por mejorar la imagen de Claudia López y de Quintero son dignos de consideración.

De la descobalada alcaldesa de Bogotá se sabe que su imagen le cuesta al Distrito más de $ 30.000 millones al año. https://www.semana.com/nacion/articulo/alcaldia-de-claudia-lopez-habria-gastado-mas-de-30-mil-millones-en-publicidad/202222/, pero el peor alcalde que ha tenido Medellín desde su fundación en 1616 no se queda atrás.

Además de la pauta, en estos días, cuando fue suspendido por el menor de sus abusos, se ha sabido que entre el asesor ecuatoriano-brasileño y el colombo-argentino, en los últimos meses van más de $ 900 millones en honorarios. ¡Y la simbiosis entre su bolsillo y la Tesorería le permite a Pinturita viajar a Washington, con nutrido séquito de 10 personas, todos con pasajes y viáticos a cargo del Municipio, a quejarse ante la mamerta Comisión Interamericana de Derechos Humanos, aunque el proceso se debe iniciar virtualmente!

Además de lo penal (que nadie investiga) y de lo ético (que a nadie preocupa), la orgía propagandística de esos alcaldes es totalmente inútil. El producto es tan malo, que ninguna plata alcanzará para mejorarles la imagen.

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Sobre el documental “Reclutadas”, de Juan Pablo Bieri, https://www.youtube.com/watch?v=Lk9vRxwIY6k, sobre los 20.000 y más menores de ambos sexos secuestrados, entrenados para matar, violados y asesinados cuando manifestaban desacuerdo con el acceso carnal o el aborto obligatorio, por parte de las FARC, lo único que comento es que ni los SS nazis llegaron a tales extremos de crueldad, abyección y perversidad. ¡Y el Secretariado en el Congreso! ¡Y su candidato punteando en las encuestas!

¿Quién ha visto el algoritmo?

Como ahora dependemos de los algoritmos, vale saber que cada uno de ellos es un grupo de operaciones organizadas de manera lógica y ordenada, que permite solucionar un determinado problema. El algoritmo trata de una serie de instrucciones o reglas establecidas que, por medio de una sucesión de pasos, permiten arribar a un resultado o solución.

Han pasado 65 días desde las elecciones el 13 de marzo y no se conoce el final de su extraño e interminable escrutinio y, por tanto, no se han expedido las credenciales de los nuevos congresistas. El dizque “preconteo” fue adicionado con crecientes cifras, primero, por medio millón; luego, por un millón, y hasta se ha hablado de millón y medio de votos, casi todos para inflar las curules del “Pacto Histórico”.

Aquí lo único histórico es que jamás en la historia de Colombia se había visto nada parecido. A pesar de la mala información, dada apresuradamente al señor presidente, no hubo únicamente “irregularidades”, como él opinó, porque lo que impera es un nauseabundo olor a fraude.

Todas las denuncias, las investigaciones prometidas, las modificaciones para los formularios E-14, las auditorías internacionales anunciadas, son meras palabras que se lleva el viento. Lo mismo puede decirse, hasta ahora, del reconteo total de votos decretado por un Tribunal de Cundinamarca.

Los hechos principales son:

  1. El registrador Vega Rocha, antiguo colaborador de Ernesto Samper en Unasur (!), fue escogido por el grupo formado por los magistrados mamertos que presiden las llamadas “altas cortes” (!), que nunca lo van a suspender, investigar o sancionar.
  2. El registrador, a finales del año pasado negoció el algoritmo para el cómputo de las elecciones con la muy cuestionada firma Indra, controlada por el gobierno español de Sánchez e Iglesias (!)
  3. Poco antes de marzo, el registrador despidió a 300 funcionarios de la entidad, para cambiarlos por dóciles agentes suyos.
  4. La mayoría absoluta de los jurados electorales procede de las filas del sindicato Fecode, de extrema izquierda, debidamente aleccionados para diligenciar de manera incorrecta los formularios E-14 (!).
  5. Como afirma con pruebas ante la Fiscalía el abogado Sergio Alzate, de la Fundación Colombia Transparente, los jurados tuvieron la oportunidad de votar dos veces… y muchos de ellos se aprovecharon de esa indebida circunstancia.
  6. Antes de marzo, Petro viajó a España, donde se reunió con los señores de Indra, probablemente para tomarse un buen café…, pero las recientes filtraciones, que dan cuenta de una “Registraduría paralela” organizada por su campaña, indican la posible disposición, por parte de ella, del codiciado algoritmo que les ha permitido la inmediata contabilización de centenares de miles de votos.
  7. A pesar del monumental despilfarro de 1.5 billones de pesos, del increíble desorden, de la manipulación de cifras, de los contundentes indicios de abundantísimo fraude y de favorecimiento a la extrema izquierda, el registrador sigue tan campante…
  8. Como lo ha expuesto en su incontrovertible memorial la doctora Vivian Morales, solo la Procuraduría puede investigar, sancionar o destituir al registrador. En vez de actuar dentro de la ley, de manera inmediata como lo exige la gravedad de las denuncias, la procuradora general ha manifestado que, en el caso del registrador, hay que “investigar antes de suspender”, mientras a Pinturita, primero se lo “suspendió”, para luego investigar.

Ahora bien, a dos semanas de unas elecciones definitivas de las que depende que Colombia conserve el modelo de la democracia representativa y las libertades individuales o siga la senda de Cuba y Venezuela, es intolerable que estas se escruten a través de un algoritmo que nadie conoce.

En cambio, en la mayoría de los países democráticos no se admite el cómputo electrónico de las votaciones, porque un algoritmo desviado puede, por ejemplo, por cada voto por el candidato A, apuntarle al candidato B, digamos 1,00012 votos, con las inevitables consecuencias…

Aun si a última hora se suspendiera al registrador, su separación del cargo nada garantiza (salvo provocar un escándalo de Petro), porque el personal que él escogió y el algoritmo de Indra, único proponente favorecido por Vega, seguirían el curso inexorable y predeterminado que puede suponerse…

¡A ojo sacado no vale santa Lucía!: No hay tiempo para contratar la auditoría internacional y esta también puede ser escogida ad hoc, para validar los resultados de ambas elecciones, o puede no ser contratada nunca, en medio de la euforia de los triunfadores.

Lo mismo puede ocurrir con el reconteo ordenado por el Tribunal de Cundinamarca.

Es necesario decirlo: lo único que podría dar tranquilidad al país sería la ejecución de una auditoría imparcial y técnica del famoso algoritmo y un recuento de la votación de marzo 13, antes de la elección para presidente, lo que no se hizo y que, como van las cosas, jamás se hará, si el país prefiere el formalismo jurídico a la legitimidad constitucional, que solamente puede recuperarse con un escrutinio intachable e inobjetable, para lo cual es necesario aplazar valerosamente la elección de presidente, hasta que se cumplan las condiciones reales para su validez.

Margaret y la democracia

No éramos muchos los colombianos en la universidad inglesa de Reading, pero tuvimos la suerte de contar con la amistad de Margaret Elderfield, typist jubilada de la universidad, que nos corregía la redacción y mecanografiaba nuestros papers por unas pocas libras.

Vivía sola en su pequeña casa de Kent Road, donde nos ofrecía el five o´clock tea que fluía de una tetera enfundada en fieltro, acompañado de los insípidos sánduches de pepino que solamente se consumen en aquella isla.

Pasaron los años y algún día supimos que Margaret había decidido invertir sus pequeños ahorros en un solitario viaje a Nueva York, su primera salida del país. Nos reunimos algunos de sus amigos y le enviamos return ticket NY-Med, para que pasara dos semanas con nosotros.

Corría el año de 1979. La anciana pasó feliz aquí y la víspera de su partida la invité a almorzar en el club. En medio de la conversación le dije que tenía suerte porque llegaría a casa a tiempo para participar en las elecciones generales. Entonces me respondió:

— ¡Por primera vez en la vida me abstendré, porque no he podido escuchar a los candidatos y no sé cuáles sean sus propuestas!

En ningún curso había recibido jamás lección comparable. Comprendí que la democracia solo es posible cuando el electorado es tan racional y responsable como era ella, una típica señora de los suburbios, pero ciudadana ejemplar, objetiva, consciente de sus deberes y ajena a cualquier sectarismo.

De un electorado donde personas como Margaret deciden quién los ha de gobernar, depende realmente la democracia del fair play y el rule of law, basados en el sentimiento profundo e inconmovible de un pueblo.

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Nadie más alejado del anterior paradigma que el alcalde suspendido de Medellín: narciso, gárrulo, oportunista, despilfarrador de lo público, impreparado, mal administrador, sectario, hablantinoso, ignorante, chabacano, camorrista, difamador y resentido. Dado al nepotismo y al favorecimiento de amigotes, ha desmantelado las Empresas Públicas de la ciudad y no ha sido ajeno a la colusión que explica la manera como se ha impedido la revocatoria electoral de su mandato. De él solo se salva que es un amoroso y sumiso esposo de la dizque “primera gestora”.

Así como Edward Gibbon decía de un antipapa medieval que su menor falta era la sodomía, pienso que la menor de Quintero es la participación indebida en política, y que, en todo caso, la suspensión le llega por lo menos 24 meses tarde.

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Cuánta razón tenía el poeta cuando exclamaba: ¡Bendita democracia, aunque así nos mates!, refiriéndose a la guachafita clientelista que tanto ha perjudicado a América Latina, que ahora empeora con individuos como Maduro, Ortega, Amlo, Boric, Petro, Francia y el sombrerón, de la misma caterva de Pinturita, que pronto regresará a su cargo gracias al activismo judicial mamerto que padecemos.

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¡Como cada escándalo distrae del anterior, la tardía suspensión del alcalde de Medellín hace olvidar que la señora procuradora no ha querido suspender al registrador!

¿Joya de la corona?

En los últimos años han aparecido las expresiones monárquicas de “joya de la corona” y “prueba reina”, para ponderar las excelencias de algo, o lo incontrovertible de un hallazgo que determina el cierre de un proceso o de una discusión.

Estamos a 19 días de la primera vuelta de la elección presidencial más importante de nuestra historia, la que, además, por primera vez implica consecuencias a escala global.

En efecto, si Colombia elige suicidarse electoralmente, no solo desaparecerán sus instituciones, sus libertades y su porvenir, dado que ese trágico insuceso tendría inmediatamente efectos aterradores en Brasil. Si ese inmenso país también cae, todo el continente pasaría entonces a orbitar en la esfera china, puesto que Rusia, por su debilidad demográfica, y en la medida que se enreda en una guerra by proxy con los Estados Unidos, fatalmente queda supeditada a Beijing.

Hasta dónde la Rusia de Putin sea comunista es asunto secundario frente al ascenso chino. Lo cierto es que Moscú, en esa toma de posiciones hacia la hegemonía, le aporta la influencia que ha recuperado en el vergonzante “imperio” cubano de Venezuela, Nicaragua y Bolivia, que extiende sus tentáculos sobre Argentina, Chile, Honduras y Perú, países en camino hacia versiones más o menos completas del socialismo del siglo xxi.

El desolador panorama de una América Latina supeditada, a través de la isla famélica, a un esclavizante neocolonialismo amarillo, es lo único que se puede esperar del socialismo del siglo xxi. Este se proyectaría en la URSA (Unión de Repúblicas Socialistas Americanas), federación cuyo establecimiento aseguraría el predominio mundial de China.

Para llegar a este punto solo falta tomar la joya de la corona, en este caso Colombia, lo que se consigue a muy bajo costo. Basta con una mala elección en nuestro país para que salte el precario equilibrio geopolítico en el que aún los Estados Unidos mantienen primordial influencia.

De esta manera, una posesión de Petro (legítima o fraudulenta), condenaría al hambre y el despotismo a toda América Latina, donde entonces se desencadenaría la revolución, ya sin los tapujos de Boric y Castillo, cuyo prudente respeto por el orden constitucional, hasta ahora, es apenas un recurso transitorio para no alarmar al electorado colombiano.

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Pocas figuras tan apasionantes como la de Winston S. Churchill, que ha merecido centenares de biografías, ensayos y películas. En 2014 apareció la primera edición colombiana del Churchill de Roy Jenkins (Bogotá: Crítica, 1134 pág.), que parecía ser la biografía definitiva. Pero en 2020 se publicó, bajo el mismo sello, la traducción de Churchill, walking with Destiny, de Andrew Roberts (Bogotá: Crítica, 1468 p.), que supera ampliamente todo lo que conocíamos del inmenso personaje.

Al recomendar al lector la 2ª edición (2021) de ese libro monumental, como corresponde a Sir Winston, no puedo dejar de manifestar mi dolor ante la falta de un líder comparable en Colombia.

Churchill, solitariamente, alertó a su país sobre el peligro inminente y la irresponsabilidad de no rearmarse mientras Hitler lo hacía en gran escala. Allí se reconoció finalmente que tenía la razón. En cambio, en Colombia, a partir de 2002, nadie en las más altas esferas ha enfrentado con entereza al enemigo, con el que se ha pactado hasta la demolición de quienes se oponen al comunismo, incrustado en todas las principales posiciones del Estado, en los partidos, en los sindicatos y en el dominio de la justicia y la educación.

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De un filósofo coreano, Byung-Chul Han, que enseña en una universidad alemana, ha aparecido en Colombia un breve e inquietante libro, Infocracia, la digitalización y la crisis de la democracia (Bogotá: Taurus; abril 2022. 103 p.), que denuncia la práctica desaparición de la verdad y la racionalidad, aplastadas por la multiplicación y la velocidad de la información, en buena parte configurada por fake news, trolls y bodegas.

La democracia es lenta, larga y tediosa, y la difusión viral de la información, la “infodemia”, perjudica en gran medida el proceso democrático. Los argumentos y los razonamientos no tienen cabida en los tweets o en los memes, que se propagan y proliferan a velocidad viral. La coherencia lógica que caracteriza el discurso es ajena a los medios virales (…) También las noticias falsas son, ante todo, información (…) Antes de que un proceso de verificación se ponga en marcha, ya ha tenido su efecto. La información corre más que la verdad y no puede ser alcanzada por esta (p. 42).

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¡Y el registrador allí!

¿Invisible mano judicial?

Desde la Colonia, en Colombia ha habido un poder judicial caracterizado por una lentitud pasmosa. Aquello de que “la demora en la justicia es la mayor injusticia”, no ha rezado nunca con nuestros falladores.

Bien que mal, entre 1821 y el Acuerdo Final de 2016 la justicia era una de las tres ramas del poder público. Se concebía como independiente frente al ejecutivo e imparcial frente a los que a ella acudían. Sus decisiones se presumían ajustadas a derecho y, por tanto, eran predecibles. Además, por aquello de la tridivisión del poder, no invadía las esferas de competencia de los otros dos, el legislativo y el ejecutivo.

Después del llamado “Acuerdo Final”, la justicia se transformó. Por un lado apareció una jurisdicción espuria, a cargo de magistrados escogidos por agentes extranjeros, encargada de fallar a favor de un grupo subversivo y en contra de los que habían defendido al Estado. Esa fue la reforma explícita, pero paralelamente se presentó, de hecho, una reforma implícita, que consistió en llevar a las llamadas “altas cortes” magistrados comprometidos con un proyecto político de extrema izquierda: poco a poco, estos señores hicieron mayoría y luego colocaron individuos de igual calaña en tribunales y juzgados.

En realidad, quien haya observado el sesgo político que impera en el poder judicial, puede concluir que actualmente este se parece a una obediente pirámide jerárquica, cuando antes los diferentes despachos carecían de coordinación funcional.

El mismo observador puede también concluir que la justicia colombiana es bifronte, como Jano. En efecto, los mismos despachos que dejan envejecer por años los negocios, actúan con pasmosa celeridad para producir resultados políticos favorables a la izquierda. Sea ante el más humilde juez de tutela o ante la más encumbrada corte, si lo que se demanda sirve a la revolución, el correspondiente fallo no tarda.

Sin embargo, la huella de cinco siglos de independencia judicial es difícil de olvidar, y entonces todavía algunos acuden a la justicia esperando un fallo legítimo, pero una y otra vez se llevan un palmo de narices, porque se resuelve, con pruebas, sin ellas, o contra ellas, siempre en favor de la izquierda. Esta ha avanzado más en los juzgados que en los sufridos campos de Colombia.

La aprobación judicial del Acuerdo Final, contra la voluntad del pueblo soberano, llevó a las FARC al centro del poder que no habían conseguido por las armas en el medio siglo anterior.

También el observador puede recordar cómo ya no se puede fumigar narco cultivos, ni explorar yacimientos no convencionales de hidrocarburos. Asimismo, se condena al Estado a indemnizar los daños causados por las bandas subversivas. La extradición de comandantes narcoguerrilleros se traba hasta que logren fugarse, y así sucesivamente. Con docenas de fallos impredecibles y sorprendentes, se acerca el colapso jurídico en un país donde es prácticamente imposible gobernar, por la interferencia abusiva de las cortes, que cada día invaden más áreas.

Si alguien es rotulado como “de derecha”, tiene asegurada la condena, pero si es “progresista”, tiene expedita la absolución, la preclusión o la ceguera judicial.

El caso de Andrés Felipe Arias es especialmente preocupante. Fue condenado a 17 años de cárcel por una posible equivocación de tipo administrativo. Luego, solicitado en extradición invocando un tratado no vigente. Más tarde le fue negada la segunda instancia a la que todos tienen derecho. Y a pesar de esta haberle sido reconocida por una autoridad internacional indiscutible, tendrá que seguir esperando largos años antes de que se le fije fecha para audiencia.

No quiero referirme a la negativa de decretar la preclusión en el caso del expresidente Uribe Vélez (solicitada por Fiscalía y Procuraduría), porque la extraña resolución, ladina, acomodaticia y sin precedentes, causa estupor. ¡Pobre juececita! ¡Si llega a fallar en derecho, puede despedirse de su futuro en la rama!

Ahora bien, he empezado con aquello de la invisible mano judicial, porque revisando tanta actuación política eficaz observo que hay un hilo conductor, un derrotero inexorable, un propósito implícito y una coordinación inocultable para que la justicia actúe monolíticamente dentro de la senda revolucionaria. ¿Actuará también en la densa sombra un grupo de hábiles abogados que suministran a los jueces esos sorprendentes y calculados fallos?

Con sobrada razón Lenin eliminó la independencia judicial para transformar a los jueces en agentes políticos, sometidos a las consignas del partido.

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A 27 días de la primera vuelta el problema ya ni siquiera es Vega. Nadie ha “auditado” el misterioso algoritmo, no habrá tiempo para hacerlo ni lo revisarán expertos intachables. El fraude no se elimina con los cambios cosméticos anunciados para el formulario E-14, ni con afirmaciones de que hay que confiar en las buenas gentes de la Registraduría y del Consejo Nacional Electoral, como finalmente le respondieron al Dr. Pastrana Arango. Estamos, pues, indefensos frente al posible fraude electrónico. ¡Quien pierde en las urnas puede ganar en la Registraduría!

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El artículo “Catástrofe en cámara lenta”, de Luis Guillermo Vélez Cabrera, en La República, es de obligatoria lectura para comprender lo que pasará si Petro es presidente.  http://www.lalinternaazul.info/2022/04/30/catastrofe-en-camara-lenta/

¿...y por qué no lo denuncia penalmente?

En uno de sus importantes artículos, la doctora Vivian Morales, quien entre muchas posiciones destacadas ocupó la de fiscal general de la Nación, solicita a la señora procuradora general la suspensión del Registrador Vega, porque “el mecanismo de la legitimidad de la democracia no puede estar manejado por el funcionario más ilegítimo (…) los graves errores cometidos por Vega han resultado sospechosamente funcionales a Petro”. Ver: https://twitter.com/MoralesViviane?ref_src=twsrc%5Egoogle%7Ctwcamp%5Eserp%7Ctwgr%5Eauthor

¡Más claro no canta un gallo!, pero gobierno, Consejo Nacional Electoral y partidos políticos se hacen los de la oreja mocha y hasta ahora, lo único que la procuradora ha hecho es anunciar una posible investigación al registrador, para la que no hay tiempo, de tal manera que, faltando apenas 35 días para la primera vuelta, se va embolatando la solución.

Por su lado, el CNE le pidió al registrador contratar “una auditoría internacional a los procesos y sistemas, a los equipos y programas de la Registraduría, para tranquilidad de los colombianos…”

El registrador, como de costumbre, no ha contestado y sigue ganando tiempo.

Aun en el caso de que se ordenase contratar dicha auditoría, 35 días no alcanzan para escoger contratista, firmar papeles, publicarlos, etc.

Ahora bien, mientras tengamos de registrador a Vega y de jefe de Informática de ese organismo a una ficha de Indra y de Gregg, nadie puede confiar en la integridad del mecanismo, porque la opinión considera que la Registraduría es la entidad más corrupta del país.

Como el registrador ha dado por largos meses indicaciones de ser “funcional a Petro”, si queremos tener elecciones libres y escrutinios confiables hay que suspenderlo, para disponer de uno incorruptible, cuya primera tarea sería escudriñar los secretos que se esconden en los algoritmos misteriosos del consorcio (¿o contubernio?) encargado de la logística y el conteo de las elecciones.

No basta con las promesas que hace el señor Vega de corregir errores. La única manera de salir de él es mediante una decisión de la procuradora Cabello, porque ella “tiene las competencias legales para suspenderlo por los errores garrafales que ha cometido en la prestación del servicio”, como lo advierte la exfiscal Morales.

Si la procuradora sigue dándole largas al asunto será tan culpable como Vega en lo que dice al entierro de la democracia colombiana.

En medio de la baraúnda, en algún momento el registrador, quizá para disimular “lo funcional a Petro”, dijo que este había dado instrucciones erróneas para diligenciar los formularios E-14, lo que habría conducido a graves irregularidades.

Esta gravísima acusación, a la que pocos han prestado atención, no basta. ¿Por qué el señor Vega no denuncia penalmente al candidato que dio las instrucciones que pudieron dar lugar a fraude? Ver el tweet de Petro el 11 de marzo de este año: https://twitter.com/petrogustavo/status/1502285257172832264

Vega quita y pone rey

Cada día que pasa nos enteramos de nuevas e inverosímiles “irregularidades” en la Registraduría y el Consejo Nacional Electoral (CNE).

Apenas horas después de las elecciones, Petro ya ubicaba todas y cada una de las mesas en las que dizque no le habían contado sus votos. Inmediatamente, la Registraduría se creyó ese cuento chino y le adicionó cerca de medio millón de votos en el “preconteo”, inflando la representación parlamentaria del tal Pacto Histórico. No le preocupó algo tan imposible como aceptar que en millares de mesas hubiera habido votos solo por ese movimiento político.

Con el fin de hacerle tragar al país tan extraña e increíble aberración estadística, ahora aparece otro medio millón de votos para sumarle al “preconteo”. Con esta nueva canastada, imposible estadísticamente hablando, se compensa la primera, pero estos recientes y milagrosos votos se reparten entre varias listas para no afectar el inflado número de congresistas de Petro.

Gobierno, Procuraduría y Fiscalía siguen cruzados de brazos. Si algún día llegan los nombres de los jurados de las veintitrés mil y pico de mesas, es posible que algún día ellos sean llamados a declarar… cuando ya todo esté consumado.

El CNE, en vez de ordenar un escrutinio verdadero de todos y cada uno de los votos depositados en las urnas —como puede hacerlo si prefiere actuar dentro del Artículo 265 de la Carta—, insiste en prevaricar negando el fraude, y sus abogados así lo manifiestan ante la tutela interpuesta por algún ciudadano aterrado, ¡de los que todavía creen en la justicia!

¡Los partidos son citados por el CNE a una reunión, y todos ellos —incluyendo el CD y el conservatismo— aceptan que no se realice el correcto recuento de la votación!

Como si todo esto fuera poco el constitucionalista Sergio Alzate, en nombre de “Colombia Transparente” denuncia ante las autoridades, con abundante acervo probatorio, cómo unos 300.000 jurados votaron dos veces el 13 de marzo. ¡La respuesta del registrador consiste en amenazar al valeroso jurista con denunciarlo penalmente!

Es imposible desconocer que la aplanadora del tándem Registraduría-CNE sigue avanzando a través de Disproel-Indra, hacia otro “preconteo”, el próximo 29 de mayo.

Como si no bastara con lo anterior ahora aparece la “cereza del pastel”: ¡Un ejecutivo de Indra pasa a ser jefe de Informática de la Registraduría!, como si nada…, como si Indra no fuera una empresa cuestionada en varios países, controlada por el gobierno social-comunista español, beneficiaria a última hora de un jugoso contrato a dedo, y que recibe en su sede a un candidato colombiano, seguramente para tomarse apenas un café…

La democracia exige un mecanismo electoral confiable, imparcial, respetable, íntegro y por tanto incorruptible. Mientras en Colombia no lo tengamos, los resultados que de él salgan a nadie van a convencer.

En cambio, el país parece haber aceptado aquello de que “quien escruta elige”.

El registrador —aceptado de manera pusilánime por Gobierno, Procuraduría, Fiscalía y partidos políticos— no se va a caer. Se ha convertido, entonces, en el hombre más poderoso de Colombia, porque dispone del poder de facto de escoger al presidente. Por su pasmosa habilidad, su cinismo, su audacia y sombrías relaciones, Vega es el King maker.

Sea en primera o en segunda vuelta, la decisión del registrador será inapelable. Si declara ganador a Petro, para nada servirá la fundamentada duda de las gentes, porque la revolución arrasará con todo. Pero si se reconoce el triunfo, por escaso margen, de Federico, las bien entrenadas primeras y sucesivas filas incendiarán el país.

Faltan 43 días para la primera vuelta. Ese tiempo es muy corto, pero si el CNE, en vez de prevaricar ordenase el recuento —como está facultado para hacerlo—, se destituye al taimado y manipulador registrador y se depura el software para garantizar su transparencia, aún quedarían esperanzas para la democracia colombiana. De lo contrario…

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¡El que escruta electrónicamente, elige definitivamente!

Crónica de un exitoso fraude anunciado

La salud de las democracias depende de un mísero detalle técnico: el procedimiento electoral. Todo lo demás es secundario. Si el régimen electoral es acertado, si se ajusta a la realidad, todo va bien; si no, todo va mal.

José Ortega y Gasset, en La rebelión de las masas

Pues bien, nadie, salvo el cínico registrador nacional, Alexander Vega, puede decir que en Colombia el fraude es imposible, porque existen numerosos mecanismos para blindar la pureza del sufragio.

Cuando la propia Registraduría reconoce que hubo “inconsistencias en 22.255 formularios E-14” y “posible responsabilidad penal en 5.109 mesas”, es imposible negarle eficacia a una maquinaria que sumó, tres días después del tal “preconteo”, 390.000 votos, solamente para un político, sin que se hubiera verificado, voto por voto, el auténtico resultado electoral.

Esos extraños votos del Pacto Histórico, que nadie ha visto ni contado, aumentaron súbitamente hasta 20 sus curules en el Senado, en detrimento de otros partidos cuyos votos sí son comprobables.

No se exigió, por culpa de la mayor parte de los partidos, la repetición completa y pública del escrutinio, como era necesario en vista de la multitud de hechos extraños en el proceso comicial. En cambio, bastó por parte de la Registraduría, con reconocer algunas “inconsistencias y errores” para que fueran aceptados unos resultados evidentemente trucados en beneficio de un movimiento extremista.

Nadie sabe si los 22.225 formularios E-14 tachados por la Registraduría han sido computados. Desde luego, deberían haber sido excluidos del cómputo, pero —repito— se ignora cuál ha sido su destino.

La conclusión inevitable es que los resultados de 22.225 mesas, por lo menos, son espurios, y ese número equivale nada menos que al 17 % de las mesas (¿pero son confiables los datos del 83 % restante?).

Se equivocaron entonces en materia grave el presidente de la República y la gran mayoría de los dirigentes políticos al aceptar las cifras del registrador, dando con premura y sin pruebas como buenos unos resultados nada confiables, en vez de provocar la salida (y hasta la denuncia penal) del protervo funcionario.

Sus antecedentes personales, sus viajes, las entrevistas con ciertos candidatos, los amigos, la destitución masiva de centenares de funcionarios y su reemplazo por vaya usted a saber quiénes, y sobre todo los contratos de costo astronómico otorgados a proponentes únicos, estrechamente vinculados con Juan Manuel Santos y con el gobierno social-comunista español, hacen previsible el fraude más aterrador y sin recursos viables para su impugnación. Y el carrusel de empleados entre Indra y la Registraduría…

En las elecciones de marzo 13 operó, bajo la autoridad electoral, el binomio de Fecode (que copa las mesas con jurados bien aleccionados) y Disproel (que computa y declara los “resultados”).

Dizque para corregir tanta podredumbre en la elección presidencial, se prometen algunos distractores cosméticos, como inocuas modificaciones en los formatos E-14 y el anuncio de misiones extranjeras de observación (inútiles, innecesarias y sesgadas), sin olvidar alguna capacitación para unos cuantos jurados, pero mientras opere ese mismo torcido binomio, siempre bajo Vega, los resultados nunca serán confiables.

Basta con algún algoritmo torcido para que un empate técnico se convierta en triunfo por un estrecho, pero plausible margen. ¡Con esta “estructura” para el escrutinio, Fico puede ganar en las urnas y perder en la Registraduría!

Por desgracia, a pesar de las valerosas denuncias de Andrés Pastrana, Fernando Londoño, Eduardo Mackenzie y el Foro Atenas, los grandes medios masivos y la mayoría de los partidos políticos pasan como sobre ascuas por este asunto trascendental y definitivo para la supervivencia del estado de derecho y la democracia.

Estamos a 31 días de la primera vuelta presidencial y el registrador Vega está atornillado por los presidentes de las cortes mamertas que lo eligieron, no habrá selección confiable de jurados y el cómputo lo harán los cuestionables contratistas.

¿Marchamos vendados hacia el abismo?

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Como una candidata viene prodigando un “abrazo ancestral de amor”, pregunto si ese era el que daban los vendedores tribales africanos a sus hermanos de raza, antes de embarcarlos en las naves de los compradores portugueses de esclavos.

El lumpen al poder

En la terminología marxista, el Lumpen Proletariat está constituido por las clases desorganizadas y apolíticas de la sociedad, desinteresadas de la revolución. Este inevitable acontecimiento, sin embargo, puede ser acelerado por la acción decisiva del partido profesional revolucionario concebido por Lenin, dirigido por intelectuales que despreciaban lo que consideraban basura, porque Lump es, por definición, “rufián, belitre, canalla, trapo, andrajo, guiñapo”.

Desde luego, eso era así en la época de las revoluciones populares, en las que turbas hambreadas e irredentas, mediante el pillaje, la revuelta, las barricadas, el incendio y el caos, asaltaban el poder para que el partido, sobre las ruinas y la sangre, creara el impoluto y perfecto “hombre nuevo”.

Antaño, los lumpen proletarios (por tener prole) eran miserables, ignorantes y ebrios, y no constituían potencial electoral porque las elecciones —si las había— estaban reservadas a los propietarios o a quienes sabían leer y escribir.

Hoy, en cambio, hay un abundante lumpen intelectual, desinteresado, desde luego, por la revolución, pero que puede votar por quienes interpretan su miseria conceptual. Este nuevo lumpen se encuentra en todas las clases sociales. Hay desde nuevos ricos hasta indigentes. Pocos tienen hijos. Muchos ostentan flamantes títulos universitarios, conducen vehículos, habitan inmuebles cómodos, viajan por el ancho mundo y pasan horas enteras ocupados en la basura electrónica.

Este lumpen constituye entonces una fuerza electoral considerable, cortejada por una legión de docentes, comunicadores, faranduleros e influencers, que los conducen a las urnas para votar por los abanderados de una revolución que no osa decir su nombre, porque se presenta como “progresismo” en lugar de comunismo.

En América Latina, desde hace largos años avanza la revolución, dirigida por un staff secreto, permanente y dedicado, de revolucionarios profesionales, que ejecuta con precisión matemática la estrategia que requiere la demolición de los factores, creencias y principios del orden social, de tal manera que se puede llegar al poder por la vía electoral, bien acompañada siempre del fraude.

Quizás, hasta ahora, el logro principal de ese estado mayor clandestino consiste en la promoción del lumpen cultural que está decidiendo el rumbo de los países.  Los secretos conductores de la revolución han creado entonces un nuevo tipo de dirigente político, un lumpen personaje, empático para electores igualmente ignaros.

Cuando uno considera la preparación intelectual y moral de Maduro-Cilia, Ortega-Murillo, Evo y Boric (que no fue capaz ni siquiera de ser abogado), y del grotesco Sombrerón, comprende el despotismo, el hambre, la miseria y la corrupción que espera a la futura Unión de Repúblicas Socialistas de América Latina (URSAL), si en Colombia llegan Petro y Francia, dos incomparables ejemplares del lumpen intelectual, “el economista” y “la jurista” —tal para cual—, adalides del resentimiento, el racismo, la falacia, la farsa, para no hablar de su supina ignorancia, y no solo en lo relativo a las profesiones en que afirman ser titulados…

¡No faltará quién me diga que esos personajes no son los verdaderos gobernantes de los países que presiden, porque, en el comunismo, el poder lo ejercen camarillas secretas todavía peores!

En garras del registrador y de Fecode

El país ya conoce la magnitud del fraude que representan los 489.000 votos que le aparecieron súbitamente a Petro.

Como el registrador, después de reversar su inicial aceptación del reconteo exigido por las circunstancias, se empeña en no modificar los inconsistentes y viciados resultados, de la poca confianza en los escrutinios hemos pasado a la incredulidad total sobre su validez.

Restablecer la confianza en los resultados electorales ya no será posible entonces, antes de la elección presidencial, si este registrador permanece en el cargo y el escrutinio lo realizan Gregg (empresa estrechamente vinculada con Santos) e Indra (controlada por el gobierno social-comunista español), con la colaboración de varios subcontratistas igualmente confabulados.

Los ciudadanos amantes de la legalidad y del derecho no entendemos la resignación del gobierno y de casi todos los movimientos políticos frente a una organización electoral proclive al candidato castro-chavista de las FARC, del ELN y del Foro de Sao Paulo.

Pues bien, la logística, el cómputo y el escrutinio de las elecciones este año cuestan unos 1.3 billones de pesos mal contados. Las cifras astronómicas que reciben los sospechosos contratistas, escogidos a dedo, en vez de garantizar el escrutinio imparcial y confiable han conducido a lo contrario, la pérdida absoluta de la credibilidad en el sistema electoral.

En el mundo actual ha aparecido un nuevo y colosal negocio: el manejo y escrutinio electrónico de las elecciones, apresurado e incontrovertible. Basta con algunos algoritmos para proclamar a los vencedores pocas horas después del cierre de las urnas… ¡Y apelación a los infiernos!

Un verdadero Kartell (SmartMatic y Dominion principalmente, con sus franquicias en muchos países, como Gregg e Indra en Colombia), está privatizando la función electoral. Estos colosales negocios, corruptos y aberrantes, seguirán extendiéndose por el mundo. En Colombia han avanzado escandalosamente y ya no temen mostrarse a plena luz del día.

Pero si la Registraduría apesta, el tema de la selección de jurados es también muy preocupante.

Todos sabemos de la orientación comunista y revolucionaria de la tal Federación Colombiana de Educadores (Fecode) y de su compromiso militante con la candidatura de Petro.

Antes de la elección de Congreso se conocieron manifestaciones de ese sindicato en favor del Pacto Histórico, y de la “actitud vigilante” que se encarecía a los miembros de ese “colectivo” en su actuación como jurados de votación, pero no se publicaron —desde luego— las instrucciones impartidas para la correspondiente actuación en la elaboración de las actas y formularios de cada mesa.

Nada más sencillo que llenar las planillas con datos trucados, que se remiten a la Registraduría para ser computados y escrutados con el software de los contratistas.

Como de las filas de Fecode procede la inmensa mayoría de los jurados de votación, todo se puede esperar. Hay multitud de planillas E-14 fraudulentas, que a pesar de ser objetadas siguen contabilizadas a favor del Pacto Histórico.

Si a pesar de todo la democracia colombiana sobrevive con la elección de un candidato respetable, lo primero que habrá que hacer será proponer la reforma constitucional necesaria para depurar el organismo electoral y desmantelar el monopolio electoral de Fecode. Los 300.000 y más jurados de las mesas deben proceder de todos los sectores sociales del país. Así como la patria es de todos, las elecciones también deben ser de todos.

La total autonomía funcional y presupuestal de la Registraduría la ha convertido en un foco de corrupción inadmisible, y tal vez en el único elector del país.

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¿De dónde, si no de Fecode, salieron los 67.000 “voluntarios” que, coordinados por el señor Álvaro Echeverri Londoño, dizque “salvaron” los 489.000 votos que aparecieron en tres días? Mientras tanto, los demás movimientos carecen de estas bien entrenadas formaciones que prefiguran los “colectivos bolivarianos”.

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Dos perlas de Fecode:

¡Uribe, paraco, el pueblo está verraco!, cántico que resuena en tantas aulas infantiles

¡Y la niña de doce años, en La Unión (Antioquia), hija de una amiga, que le dice su mamá que vote por Petro, porque el profesor les enseñó que ese es el candidato bueno!

¡Atención, canosos de hoy y de mañana!

Si se tocan los ahorros, el efecto inmediato es lanzar el mensaje de “Comamos y bebamos, que mañana moriremos”. Eso es, de facto, lo que inspira y provoca la letal enfermedad que aqueja a la filosofía socialista.

—Winston S. Churchill, como Canciller del Exchequer, Mayo 19 de 1927.

Se ha llamado “grey power” al creciente de las canas en sociedades que envejecen. La nuestra, por desgracia, ya empieza a recorrer esa senda suicida, lo que debería ser motivo de reflexión en un país que no se percata de su inminente declive demográfico; pero por ahora nos debemos limitar a la más reciente amenaza de Petro, la de desmantelar los fondos privados de pensiones y apoderarse de los ahorros allí recogidos, para convertirlos en piñata demagógica.

Si las propuestas de Petro no fueran electoralmente muy productivas podrían considerarse apenas delirios de un loco. Para no ir más lejos, el rápido tren elevado y eléctrico entre Buenaventura y Barranquilla, para unir dos puertos que, obviamente, no intercambian cargas ni generan tráfico de personas entre el uno y el otro, solamente es comparable con la pavimentación del río Magdalena para convertirlo en autopista, como proponía Manuel Antonio Goyeneche.

Ese simpático orate bogotano del siglo pasado decía que “no quería sacar votos sino meterlos”. En eso se parece a Petro, porque este demagogo, prometiendo el oro y el moro, también quiere meter millones de ellos, unos de verdad y otros por cortesía de la Registraduría.

Pero ahí termina el parangón, porque hay mucha distancia entre el loquito inofensivo y el lunático destructor que quiere ser presidente con propuestas tan descabelladas como las del pobre Goyeneche.

Para detener al fanático castro-chavista hay que convocar a los canosos de hoy y a los que, por el inevitable paso del tiempo, pronto lo serán, para que se conviertan en una invencible fuerza electoral. Quienes vienen trabajando y ahorrando para la jubilación tienen que darse cuenta, ya mismo, de lo que para millones de pensionados actuales significaría la presidencia de Petro y lo que amenaza a las futuras cohortes de trabajadores. Estamos hablando, apenas, de unos 16 millones de compatriotas…

Desde luego, si a Petro lo llevan finalmente a la casa de Nariño, Colombia será una segunda Venezuela, con el hambre que todos sufriremos, pero las primeras y mayores víctimas seremos las personas de edad.

En efecto, una de las iniciales consecuencias de un gobierno suyo sería la emisión incontrolada y creciente de dinero, hasta llegar a la práctica desaparición de la moneda, con su inevitable secuela de anulación total del poder adquisitivo de las pensiones. Eso, para los jubilados, sería fatal, pero allí no para el asunto, porque la dilapidación del ahorro depositado en los fondos de pensiones privaría a millones de colombianos, en el futuro, de una pensión efectiva.

Todos los trabajadores colombianos tienen que dejar la apatía y el desinterés, derrotar la abstención acudiendo masivamente a las urnas, por eso llamo la atención del doctor Federico Gutiérrez, para que convoque tanto a los cotizantes como a los jubilados, de manera que salven sus ahorros, sus pensiones y su patria.

El doctor Gutiérrez ha sido consagrado en las urnas como el líder de la verdadera esperanza, muy distinta de la que encarnan los cómplices de Santos en la entrega del país al socialismo del siglo XXI. Por tanto, no son explicables ni comprensibles las expresiones frías y dubitativas con que se saluda su triunfo, manifestaciones que contrastan con los gestos de grandeza de Álvaro Uribe y Óscar Iván Zuluaga, cuando reconocen la consagración popular del nuevo líder de la democracia colombiana.

¡El que escruta electrónicamente… elige!

Un beso de Judas a plena luz del día

La traición deja provecho transitorio al que la comete, pero queda lastrado con una vergüenza que lo persigue ya para siempre. Si eso les ocurre a los pequeños traidores, que sufren luego el desprecio en su estrecho círculo laboral, comercial, lúdico o deportivo —como pasa con el esquirol, el falso quebrado, el tahúr y el portero del autogol convenido, todos despreciables—, ¿qué diremos entonces de los grandes traidores?

La historia está llena de ellos. Por hoy baste recordar a Jacob, que privó de la primogenitura a su hermano, a cambio de un plato de lentejas; a Bruto y Casio, que asesinaron a su jefe, amigo y protector. Y saltándonos algunos siglos donde también abundaron, recordemos solamente a Benedict Arnold, general americano que se pasó a los ingleses, para llegar hasta Pétain, Laval y Quisling, quienes al servicio de los nazis gobernaron sus países hasta alcanzar el despreciable apelativo de collaborateurs.

Tanto Shakespeare, deprecando a los asesinos de Julio César, como Dante, han situado moralmente la traición donde corresponde. En el Inferno comparten con Dite el más profundo y horrendo círculo Bruto, Casio, y el peor de todos, Judas Iscariote.

Llegando a estas líneas, el menos malicioso de los lectores se dará cuenta de que me acerco a César Gaviria. Es verdad que ese individuo no es, hasta ahora, figura histórica destacable, pero si con su traición al país llega Petro a la presidencia, el daño que le hará a Colombia será tan gigantesco como aterrador.

El beso de Judas al Señor se dio en la oscuridad de la noche, mientras el de Gaviria a Colombia tuvo lugar a plena luz del día, en un lugar que antes no ofrecía lentejas en su menú y en presencia de fotógrafos y reporteros.

Dejando de lado la grotesca hipótesis de una Vicepresidencia para la hijita querida, dijeron ellos que el encuentro era dizque para conversar sobre “coincidencias” entre ambos acerca de la urgencia de un “capitalismo” de tipo social y de una reforma tributaria para mejorar la suerte del pueblo…

Muchos, preocupados por una posible presidencia del terrorista y hombre de las bolsas, temíamos las componendas de políticos logreros con él, después de agosto, pero Gaviria ha convertido esa atroz posibilidad en una realidad.

Desde luego, no es él solamente, porque los Galán, Luis Pérez, Alejandro Gaviria, Roy Barreras, Benedetti, la Teodora, De la Calle, Juan Manuel Santos, etc., están haciendo cola para “colaborar”; pero la diferencia entre los de esa caterva y Gaviria Trujillo radica en la investidura que este ostenta como director del Partido Liberal, una de las fuerzas que, a partir del Programa Liberal de 1848, y del Conservador de 1849, a lo largo de 172 años, han construido la democracia colombiana y la grandeza de la patria.

Es posible que para muchos valga más un plato de lentejas que esos nobles y elevados conceptos que no se traducen en pesos, ni en proficuos contratos, ni en abultadas comisiones, ni en curules, ni en el goce transitorio que produce la libido imperandi.

¡Cómo puede el partido de Mosquera, Benjamín Herrera, Rafael Uribe Uribe, Alfonso López Pumarejo, Eduardo Santos, Alberto y Carlos Lleras, López Michelsen y Virgilio Barco, caer hasta el nivel intelectual del estilista capilar!

¡Cómo es posible que el hombre ungido por el hijo en el entierro de Luis Carlos Galán, asesinado por la mafia, se incline ahora ante el poder político del narcotráfico y el Foro de Sao Paulo!

Para ser recordado, Eróstrato quemó el templo de Diana, y César Gaviria entregó el país al castro-petrismo. ¡Pobres credenciales para la Historia!

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El gran reportaje con el doctor Remberto Burgos de la Espriella, en La Barbería de William Calderón, nos presenta no solo al gran médico, sino también al pensador, defensor de la vida y a uno de los hombres que hacen falta en la primera línea de la política, ahora dominada por enanos morales.

La dama de hierro y el alcalde bribón

La Carta de 1991 intentó compensar la irresponsable adopción de la elección popular de alcaldes y gobernadores, con la creación del mecanismo de revocatoria para esos cargos.

La elección popular de esas autoridades parceló el poder ejecutivo y, con honrosas excepciones, extendió la corrupción por todo el país y arraigó perversas clientelas locales.

La revocatorio, en cambio, es un proceso dispendioso e inocuo, porque enfrenta al funcionario ladrón, venal o inepto, contra unos ciudadanos que tienen que recaudar y responder por fondos dentro de estrechos topes legales, para costear abogados, medios y publicistas, mientras el funcionario tiene su maquinaria y dispone sin cortapisas de la tesorería, puede coaccionar la amplia burocracia, y con amenazas o halagos movilizar el voto a través de incontables juntas de acción comunal.

En esas condiciones no es de extrañar que, en los 31 años de vigencia de la Constitución de 1991, ciento treinta y pico de procesos de revocatoria hayan fracasado, y apenas dos lograsen éxito, mientras los gobiernos locales se anegaban en corrupción, ineficiencia y despilfarro.

Desde hace poco más de dos años, las tres ciudades más grandes del país padecen el calvario de alcaldes petristas, que también, desde luego, son personajes arbitrarios, irresponsables, erráticos, impreparados, rodeados de colaboradores escogidos en función de nepotismo o afinidades electivas, seguidores de agendas protervas y comprometidos con la subversión, que puede eliminar nuestra tambaleante democracia.

Entre esos tres individuos es difícil escoger el peor. Sin embargo, no exagero si considero que Quintero, el de Medellín, es más malo que sus homólogos de Bogotá y Cali.

Pinturita no solo ha combatido su revocatoria con todos los recursos de la rabulería, el sofisma y las afirmaciones calumniosas, sino que también ha dispuesto del apoyo torcido de la Registraduría y de magistrados del Consejo Nacional Electoral. ¡Y como si fuera poco, ha anunciado que repartirá tablets entre los escolares y lavadoras en los estratos menos favorecidos!

Apoyado por clientelas logreras, nacionales y locales, atornillado y tolerado, Quintero sigue aferrado a su idea de cambiar los constructores de Hidroituango, probablemente por un consorcio chino, lo que ciertamente no sería caja menor.

Ahora bien, ha aparecido en la política antioqueña una aspirante al Senado, Claudia Carrasquilla, quien como fiscal luchó contra la mafia narcotraficante hasta merecer el calificativo de “la dama de hierro”. Acabo de ver un video en el que se le pregunta qué piensa hacer de ser elegida, y, sin titubear, responde: “llevar a Quintero a la cárcel, porque viola diariamente el Código Penal”. Muchos pensábamos lo mismo, pero por fin ha habido una persona que, con autorizado conocimiento del derecho penal, ha expresado un hecho lamentable y omitido por tantos medios enmermelados.

El país se debate entre la corrupción y la violencia. El sistema judicial, o se hace el de la vista gorda, o acostumbrado desde la Colonia a aplazar durante incontables años las decisiones urgentes nada hace, cuando la Policía cohibida y el Ejército acuartelado tampoco pueden cumplir con sus deberes. El Cauca arde, el Catatumbo y el Putumayo rebosan de coca, y en todos los centros urbanos se sale a la calle esperando el raponazo…

Darle vigencia inmediata y plena al Código Penal, en realidad sería el mejor programa de gobierno. Sin la represión del delito son imposibles la civilización, la convivencia y el progreso, pero hay tantos políticos de la cuerda de Quintero, tan cerca del poder en marzo, mayo o junio…

¿Inocuos los debates en televisión?

Las cosas han llegado tan lejos que se esperan milagros de los debates de los candidatos en televisión. Vale entonces la pena contemplar ese tipo de confrontaciones en la Colombia actual, para analizar hasta dónde pueden influir en la próxima elección presidencial.

En 1956, Adlay Stevenson retó al incumbente, Dwight Eisenhower, a un debate por televisión. El presidente rechazó el encuentro. El primer debate en televisión se dio entonces en 1960 entre Richard Nixon y John F. Kennedy y estuvo dividido en cuatro sesiones. Se dice que para los televidentes el triunfador fue Nixon y para los radioescuchas el vencedor fue Kennedy. Ese sí fue un verdadero debate, que permitió a los ciudadanos formarse una idea más o menos realista sobre los pros y los contras de ambos.

Desde entonces, en multitud de países se organizan debates entre los candidatos. Pero no es lo mismo cuando se enfrentan dos pesos pesados, que cuando un candidato fuerte y experimentado se mide con media docena de personajes más o menos conocidos.

Lo que se está viendo en Colombia es inocuo. En la pantalla aparecen diez o doce aspirantes. Cada uno de ellos tiene que contestar preguntas cuidadosamente formuladas para no irritar a nadie. Estas se despachan en los dos o tres minutos que se les conceden cada vez. Así, en una hora, cada participante habla, si mucho, dos o tres veces, unos seis o siete minutos en total, y por eso los espectadores se quedan sin formarse una idea clara sobre lo que piensan realmente estos señores sobre el país y su futuro.

En cada debate, el moderador se esmera en ser eso precisamente, un conductor “moderado” y simpático con todos sus invitados…

Hasta el próximo 13 de marzo, los precandidatos seguirán saliendo casi como en los realities, o en las eliminatorias del Concurso Nacional de Belleza. Después de ese día quedarán Petro y los siete enanitos para disputar la primera vuelta. En los dos meses siguientes habrá, desde luego, “debates”, siempre en el terreno de los buenos modales, donde no habrá ni tiempo ni deseo de deliberar sobre los verdaderos problemas nacionales.

En cambio, lo que el país requiere es confrontar a Petro y desenmascararlo. Nadie en los medios, por desgracia, es capaz de acorralarlo, de increparlo sobre su pasado terrorista, sus estrechos vínculos con Chávez y Maduro, su espantosa Alcaldía, su benigno y fugaz “cáncer”, su prodigiosa mendacidad, su impreparación, las bolsas de dinero, las mansiones en cabeza de testaferros, su verdadero ideal económico de corte comunista, la irresponsabilidad de sus propuestas, sus extraños viajes y sus entrevistas con sospechosos operadores electorales, etcétera…

En realidad, Petro sería el candidato menos difícil de vencer, si el país lo conociera, pero en vez de atacar a la víbora por la cabeza, el establecimiento político-judicial-mediático lo viene pintando desde hace varios años como un señor de centro-izquierda, un senador normal, común y corriente, por el cual pueden votar sin temor, desde los curas y las ancianos, hasta los hijos de papi del estrato 7.

Así como no se habla de los antecedentes ni de los propósitos del candidato de las izquierdas, también en el actual momento político hay otros temas tabúes, empezando por Venezuela. Es increíble que con millones de venezolanos mendigando en nuestras calles, a Petro no se le pregunte por los consejos que dio a sus íntimos amigos Chávez y Maduro para destruir ese país, antes de que se le dé la oportunidad de destruir el nuestro. En cambio, ahora se organiza una falsa discrepancia entre él y Maduro, para dar la impresión de que ya no comulga con la revolución bolivariana de la que él fue uno de los principales y bien remunerados actores.

Ese no es el único tabú. Hay preguntas que no se harán en la carrera hacia la Presidencia, como:

¿Trajo la entrega a las FARC paz en Colombia? ¿Y cuál es la situación actual de orden público?

¿Debe negociarse con el ELN la entrega de lo que queda de la institucionalidad?

¿Conviene tener tres poderes públicos separados, o debe el judicial seguir usurpando los demás?

¿Puede el país cambiar el petróleo por los estupefacientes?

¿Debemos acabar con la ganadería?

¿Conviene hacer una reforma agraria al estilo de las que han dejado sin comida a varios países?

¿Conviene tener una policía inerme?

¿Será que la corrupción puede erradicarse eligiendo a los más corruptos?

¿Los alcaldes mamertos deben seguir a cargo del orden público?

¿Conviene ahogar la iniciativa privada con impuestos confiscatorios?

¿Convendrá seguir aumentando sin límites el gasto público y la burocracia?

Y estas no son todos los graves interrogantes que podrían hacerse.

Mientras el país no encare adecuadamente sus grandes y verdaderos problemas, nuestro futuro no podrá ser peor, porque vendrán a “resolverlos” quienes mayor responsabilidad tienen en su creación: los violentos, los fanáticos, los ignorantes, los corruptos, los narcos y los políticos revolucionarios. Quienes no comprenden que la revolución siempre ha sido el gobierno de los criminales, no entienden lo que se juega en Colombia en medio de un electorado en buena parte desorientado, apático, y donde el abstencionismo sigue superando el 50% del potencial electoral.

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Comprendo a Herman Tersch: pietra… pétreo… petro…

¿"Honorable senador"... o?

Desde hace años en Colombia hay una palabra especialmente tabú: “comunista”, que precisamente por ser tabú no se puede aplicar a los que lo son. Cuando ellos se camuflan para desorientar al electorado, si mucho se los puede llamar “progresistas”.

En esas condiciones, el candidato castro-chavista —que por tanto lo es también de Fecode, Asonal judicial, la JEP, las FARC y sus pseudodisidencias, el ELN, la comisión de la “verdad”, el Partido Comunista aparente y el clandestino, el Foro de Sao Paulo, la legalización de los narcocultivos y la teología de la liberación—, es descrito habitualmente, en todos los medios, como el aspirante de centro-izquierda a la presidencia.

Con ese apelativo y con los guantes de seda con los que se lo trata, el “doctor” Petro, el “honorable” Petro, se ha convertido en un político normal que ya no asusta a nadie, ni siquiera al Nuncio Apostólico, que por su formación teológica tiene obligación de conocer que entre catolicismo y comunismo no puede haber entendimiento, y que preferir el segundo al Evangelio es traición propia de los discípulos de Judas.

Como nadie recuerda su nutrido prontuario como terrorista, ni su asesoría a Chávez como “economista”, ni su Alcaldía caótica, gárrula y dilapidadora, ni las bolsas de billetes, ni sus diarias mentiras sobre su patrimonio y su salud, podrán votar por él, desde los asesinos hasta las piadosas señoras de la Acción Católica parroquial…

Dos hechos recientes demuestran el clima de indolencia moral que impera:

  1. Semana, a pesar de su aparente viraje hacia el centro y la objetividad, nos advierte que el modelo económico y social no corre peligro con ninguno de los candidatos. Con Petro, a juicio de esa publicación, solo se verá una mayor intervención del Estado, en especial en el área de la salud.
  2. El director del Partido Liberal oculta cada vez menos sus preferencias por Petro en la segunda vuelta, como tampoco las disimulan la madre de los logreros Galán, la loquita de Ingrid y el señor Fajardo, entre muchos otros.

Ese clima se refleja en las encuestas —que todavía habrá que presumir veraces—, que desde hace ya como dos años vienen consolidando en la opinión la idea de que Petro es imparable…

Según la última de Guarumo, el candidato comunista alcanza el 31% en la primera vuelta, frente a 14% del Equipo Colombia y 10% entre los provectos señores de la “Esperanza”…

Ahora bien, si al pueblo colombiano le recordaran lo que inexorablemente llegará tras una presidencia de Petro, otra sería su suerte electoral. Pero mientras se oculte lo que nos espera si triunfa, sus posibilidades aumentan.

No hay un solo colombiano que no conozca la aterradora tragedia de los venezolanos. Todos los hemos visto mendigando y los encontramos a diario reemplazando a los colombianos más pobres en los oficios más humildes, aumentando el desempleo de nuestra gente, y, sin embargo, en la actual y definitiva campaña electoral Venezuela es invisible e innombrable.

Ahí está el ejemplo chileno. En ese país no se trató el tema venezolano y ya regresaron a La Moneda los nostálgicos del precursor de Maduro, el fatídico presidente comunista Allende, el del desorden, el derrumbe económico y la hambruna.

Nadie en los medios masivos, ni en los políticos, parece dispuesto a increpar a Petro, a recordar lo que hizo y aconsejó en Venezuela, ni a volver sobre su pasado sombrío y criminal, amparado por la prescripción, aunque su verdadero programa nos conduciría inevitablemente a ser una segunda Venezuela.

Ese silencio culpable sobre lo que es y significa Petro, y la falsa y pusilánime cortesía con la que se lo trata, nos llevarán al abismo. Con candidatos debiluchos y con debates donde no se toleran expresiones fuertes, afirmaciones contundentes ni enérgicas réplicas en los escasos minutos que se reservan para cada candidato, no se preserva la democracia. ¡A la serpiente hay que darle en la cabeza, para que no nos pique en el calcañar!

Ante una estrategia inexorable y eficaz

En la columna “Fígaro”, de El Correo de España (29 de enero | 2022), encuentro estas palabras que parecen escritas para Colombia, país especialmente amenazado por un enemigo irreductible, siempre ignorado por una dirigencia indolente, negligente y confiada:

(…), mientras el comunismo, que no descansa, aprovecha todos los tantos, sobre todo el silencio, ese silencio de los buenos por el que los malos trepan al poder, el comunismo, disfrazado con mil nombres y ropajes, avanza a su aire y es voraz, insaciable y terminante. Cual perro de presa, nunca retrocede ni cederá un solo palmo de terreno y su huida siempre es hacia adelante. Siempre está avanzando como aquel ejército que al llegar a su fin da media vuelta y sigue avanzando.

Es una verdadera pena que la gente no conozca a fondo el comunismo y su naturaleza y esencia final. Su método de introducirse como una serpiente sigilosa que al descubrirla ya te ha inyectado su veneno. Es una pena que nadie lo descubriera antes con sus malas artes de instalarse en la sociedad. Y se quede de brazos cruzados, contemplando cómo le socavan sus cimientos de siempre, sin darse cuenta de que caerá derribado.

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El magnífico y oportuno discurso de Andrés Pastrana ante la Convención Conservadora, llamando la atención sobre el peligro comunista y exigiendo al partido una firme actuación en defensa de la democracia, es ignorado deliberadamente por la gran prensa.

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La libertad no es el poder de hacer lo que queremos, sino el derecho de hacer lo que debemos — Lord Acton.

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¡Aterrador y premonitorio para Colombia el video de Martín Arrau (6 min), constituyente chileno de la minoría! http://www.lalinternaazul.info/2022/01/30/una-semana-desastrosa-la-convencion-pretende-refundar-chile/

Óscar Iván: ¿desistir a tiempo?

Se van consolidando cuatro fuerzas electorales que se medirán el 13 de marzo en las parlamentarias.

Hasta ahora ocupa el primer lugar en las encuestas el dizque “Pacto Histórico”, de Gustavo Petro, comunista, estalinista y castro-chavista.

Viene luego el denominado “Equipo de la Esperanza”, que agrupa a varios viejos políticos, compañeros de ruta de obediencia santista. Ese equipo se acaba de reforzar con una loquita.

Hay también un “Equipo de la Experiencia”, que ahora se conoce como “Equipo por Colombia”, donde se encuentran, mal coordinados, los exitosos exalcaldes Federico Gutiérrez, de Medellín; Alex Char, de Barranquilla; y Enrique Peñalosa, de Bogotá, junto con el señor Barguil, del conservatismo. Los dos primeros exalcaldes tienen más carisma electoral que el tercero.

En la cola se encuentra el Centro Democrático, debilitado por once años de calumnias diarias contra su jefe, Álvaro Uribe Vélez, víctima además de persecución judicial y mediática. Este partido escogió finalmente un candidato excelente como persona y como exministro, pero —hay que decirlo— sin carisma electoral.

Las elecciones para Congreso nos dirán el orden de preferencia popular. Ese día también habrá tres consultas para escoger los candidatos presidenciales del petrismo, de los santistas y de los exalcaldes. A partir de esa fecha tendremos entonces cuatro nombres para disputar la primera vuelta presidencial. O cinco, si el pintoresco señor Rodolfo Hernández llega de candidato hasta ese momento.

Si en marzo la votación del grupo santista supera a la de los exalcaldes, este último grupo quedaría muy averiado y maltrecho…

Ahora bien, si en la primera vuelta presidencial Petro queda de primero y un santista queda de segundo, el país se pierde, porque así Petro gana en segunda vuelta.

En cambio, si en primera vuelta Petro llega de primero y un exalcalde de segundo, aún queda esperanza de salvar al país in extremis.

De ahí la importancia de fortalecer a los exalcaldes desde ahora, lo que lleva a la conclusión de que el Centro Democrático no puede seguir por fuera de esa combinación. Si persiste la división de las fuerzas democráticas, el desastre será inevitable.

El propósito inicial del doctor Óscar Iván Zuluaga era la unión de las fuerzas partidarias del estado de derecho y de un modelo económico eficaz, lo que parece frustrado por la salida en falso del señor Alex Char, vetando al exministro de Hacienda.

Pensemos lo que puede ocurrir si el Centro Democrático se pone la mano en el corazón y el doctor Óscar Iván desiste de la candidatura oportunamente. En ese caso, las fuerzas del orden podrían fortalecerse, e incluso podrían, de repente, superar a Petro en la primera vuelta, o quedar de placé en mayo, para ganar en junio. En cambio, si seguimos divididos, las perspectivas son aterradoras.

Bien sé que lo que estoy diciendo me ocasionará vetos y reproches. Considero que el CD y el doctor Zuluaga deben adherir sin demora, y sin cálculos, al Equipo Colombia, y que el sacrificio de su candidatura es un gesto tan necesario como magnánimo, porque personajes como Char y Fico tienen mucho más carisma electoral que el doctor Zuluaga. Ha llegado el momento del desinterés y el patriotismo sobre toda otra consideración política o personal.

A la necesaria coalición democrática se llega más fácilmente con el desprendimiento que con las negociaciones de última hora.

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En segunda vuelta se perdió en Perú porque millones de ciudadanos obedecieron la consigna infame de “Primero cortarse la mano que votar por una Fujimori”. Aquí podría operar algo similar y desastroso: “Primero cortarse la mano que votar por un uribista”, porque esos extremos de odio y contumelia han contaminado la juventud. Y no exclusivamente a esta.

Óscar Iván Zuluaga es, sin duda alguna, the best President we never had, y así debe pasar a la historia, y no como el derrotado candidato que llegó de cuarto en la primera vuelta de 2022.

¿Alcaldes irrevocables?

Todo lo que se diga de los actuales alcaldes de Bogotá, Medellín, Cali y Manizales, es poco. Gran parte del país está en poder de individuos como ellos, sin la menor experiencia administrativa, engolosinados con un poder que les permite diarias y costosas improvisaciones, que al mismo tiempo que satisfacen sus crecientes egos deterioran las empresas y finanzas locales; además de lo odiosas que resultan las costosas emisoras municipales de tv dedicadas a la loa permanente de sus amos.

Si bien con lo anterior basta para concluir que la elección popular de alcaldes y gobernadores fue un error colosal, con sus secuelas de nepotismo, clientelismo y corrupción, todavía no hemos considerado algo quizá peor: la parcelación del poder ejecutivo, que, como lo vimos en abril y mayo de 2021, convirtió al ejecutivo nacional en un espectador impotente frente a los “pacíficos” desmanes, tolerados siempre, y en muchos casos estimulados, por las autoridades locales, en sintonía con la algazara revolucionaria.

Además, los alcaldes de las tres mayores ciudades “manejan” unos 40 billones de pesos, que no son propiamente “caja menor”, para los debates electorales de 2022.

Antes de la Constitución de 1991 urgía una reforma del régimen municipal, que requería profesionalización, tecnificación y gerencia, pero en cambio, las administraciones locales fueron politizadas y clientelizadas.

Cuando los alcaldes eran nombrados por los gobernadores era muy fácil suspenderlos y procesarlos, si se les comprobaban malos manejos, malversación o peculado. En cambio, ahora rige un mecanismo prácticamente imposible para su remoción. El sistema previsto solo puede ser eficaz en pequeñas aldeas, porque resulta muy difícil y costoso en las grandes ciudades. En primer lugar, hay que reunir una enorme cantidad de firmas, y estas deben ser revisadas por la Registraduría. Mientras el proceso avanza durante largos meses, el alcalde sigue abusando, robando o delinquiendo, sin dejar de emplear todos los recursos de la administración, empezando por financiar radio periódicos con pauta municipal, mientras advierte a centenares de juntas de acción comunal que, en el caso de ser él revocado, no habrá cancha, pavimentación, parquecito, escuelita, etcétera…

Y hablando de firmas, hay que anotar que se ha desarrollado una próspera industria recolectora de ellas, a cargo de empresas que cobran por cada rúbrica. Conseguir centenares de miles para la revocatoria de un alcalde es costoso. ¿Cuánto habrán costado los millones de firmas que exhiben los candidatos presidenciales de hoy? (La anterior pregunta indica hasta dónde es peligroso sustituir los partidos políticos por maquinarias transitorias bien financiadas, desde luego, para pagar por la recolección de firmas, tema este que merece comentario aparte).

El hermano del político que propuso y obtuvo la elección popular de alcaldes, Enrique Gómez Hurtado, dijo que “en derecho constitucional no existe borrador”, y, en consecuencia, las equivocaciones permanecen en los estatutos…

Volver entonces a recomponer la unidad del poder presidencial en materia de orden público parece imposible, por la multitud de fuerzas políticas interesadas en mantener feudos podridos, para lucrarse de la corrupción creciente, la contratación a dedo y el clientelismo, evidentes en las administraciones locales; y para alcanzar el poder, este año, en las elecciones para presidente.

¿Qué puede esperarse de tipos como Ospina, Quintero o López? En el sector privado escasamente ocuparían un cargo de salario mínimo, pero la política les entrega millones de pesos para usar y abusar, y les abre inmensas posibilidades de avance permanente y satisfacción personal, que les permite, además, soñar hasta con el sillón presidencial.

Mientras no se encuentren mecanismos para contener la arbitrariedad y rapacidad de los alcaldes, y para impedirles el manejo irresponsable de los presupuestos, la elección popular de esos funcionarios seguirá constituyendo un factor enorme de riesgo para la prevalencia de la frágil democracia colombiana.

Pidiendo peras al olmo

En la semana que acaba de pasar, el influyente periodista internacional Andrés Oppenheimer expresa su esperanza de que Boric presida un gobierno democrático de izquierda, porque en la campaña este denunció las falsas elecciones en Nicaragua y reconoció el carácter dictatorial de Maduro.

Con el fin de ganar la presidencia, Boric hizo esas manifestaciones, que tienen la misma validez de las medallas al cuello y el catolicismo de Fidel y de Chávez antes de alcanzar el poder… ¡París bien vale una misa!

En fin, la esperanza es lo último que se pierde y hay que agarrarse de cualquier detallito para no contemplar el horror. Así pasa con Chile, donde acaban de elegir a un individuo inestable, desequilibrado, impreparado (¡no fue capaz ni siquiera de ser abogado!), violento, vándalo, con un programa demagógico populista. La principal labor de su gobierno tendrá que ver con la redacción de una nueva Constitución, cuya dirección acaba de caer en manos de una extremista ¡con título de odontóloga, dicen unos, de epidemióloga, dicen otros, o de salubrista, como afirman los demás! ¡Algo así como un hortelano encargado de una unidad de cuidados intensivos!

No se requiere don profético para pensar más bien que la nación austral ha elegido un segundo Allende, que venera al primero, un fanático que hizo de Chile, en su momento, algo similar a la Venezuela del castro-madurismo.

Bueno, esperar algo positivo del inestable personaje que va para La Moneda en marzo es como confiar en el futuro del Perú con el sombrerón analfabeta del Palacio de Pizarro.

El mal ejemplo de Boric y de Castillo ya está dado para Colombia, atemperado por la aparente incapacidad del peruano para gobernar y por el silencio que rodeará a Boric antes de ceñir la banda. En los 60 días que nos separan de las cruciales elecciones para Congreso, la izquierda latinoamericana del Foro de Sao Paulo aparentará ser inocua, para no despertar temores en el electorado colombiano frente a Petro. Si este sube, ya se desencadenará la revolución a escala continental.

Hay que seguir con el simulacro del sonriente senador de “centro-izquierda” al que hay que blanquear, ocultando su pasado estremecedor y el futuro que depara su programa de radical y primitivo leninismo.

El avance hacia el poder absoluto es estratégico, continental e inexorable, camuflado por los medios masivos, mientras una derechita cobarde se opone, balbuciente, a la ofensiva castrista en todos estos países.

En realidad Oppenheimer, como tantos otros ingenuos, está pidiendo peras al olmo si cree que Boric va hacia la social-democracia sueca de un Tage Erlander, por ejemplo, que de lo primero solo tiene el rótulo electoral necesario para desarrollar un capitalismo progresista.

Volvamos a Colombia, donde en la campaña se va a omitir todo lo que sea conflictivo. Los buenos modales van a imperar, porque no se puede incomodar al “honorable senador” con temas tabú, como ha llegado a ser el de Venezuela, ni interrogarlo por su silencio frente a la actuación anterior y actual del ELN y los “grupos residuales organizados” de las “exFarc”, porque él es el respetable candidato de ambas guerrillas, de la narcoindustria y del orondo Secretariado que desde el Capitolio nunca dirá nada sobre la actuación de sus dizque “disidencias”.

Mientras al país no se le haga ver quién es Petro y quiénes están detrás de él, la Colombia Humana” seguirá avanzando, con las crecientes posibilidades electorales para quien es tratado con la más exquisita cortesía, que no merece ese lobo con piel de oveja.

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Tanto Libardo Botero Campuzano como Alfonso Monsalve Solórzano despidieron el año con sendas y bien urdidas novelas. La del primero, “Réquiem por una ilusión”. Batiburrillo de recuerdos de un cándido, recrea su parábola vital en medio de los conflictos del medio siglo político que ha vivido. El segundo hace, con “La Internacional de los Inútiles”, el relato distópico de lo que viene tras la confrontación entre USA y China, en un futuro dominado por la inteligencia artificial y el desempleo masivo planetario. ¡Para ambos, felicitaciones!

AMLO o Pol Pot

No hay comunismo bueno, ni socialismo tampoco. Pero como hay versiones peores, vale la pena hablar de ellas.

El título de esta columna no es unívoco, porque implica una gradación entre el criptocomunismo incipiente y hasta ahora ineficaz de un viejo chocho, y el mayor horror político conocido hasta hoy, el de los jemeres rojos.

Antes de 1945 el único estado comunista era la URSS. Stalin superó el terror de Lenin, pero el primer dictador jamás fue el bondadoso gobernante que Kruschev pintaba por oposición al monstruo que lo sucedió.

Aun después de denunciar los crímenes de Stalin, el comunismo dominaba desde Berlín hasta Pekín, y por su nivel de atrocidad la peor dictadura era la de Corea del Norte, seguida por las de China y la URSS. Por comparación, las de Europa Oriental eran menos horribles…

Después de la llegada de Castro, en 1959, Cuba avanzaba en el ranking del terror para situarse entre China y Rusia. Luego Pol Pot se adueñó de Cambodia y su régimen superó los de Mao, Kim il-sung y Ho Chi Minh en atrocidad.

Actualmente los despotismos orientales de China y Norcorea oprimen de manera parecida a sus poblaciones, pero el control totalitario de corte tecnológico no alegra la vida de los pueblos carentes de libertad.

Ahora pasemos a la pobre Hispanoamérica, rumbo al socialismo del siglo xxi, dirigido por Cuba. Este ya está consolidado en Venezuela, Nicaragua y Bolivia, y ha logrado recientemente la presidencia de Perú, Honduras y Chile. Además, cuenta con gobiernos proclives en México y Argentina y tiene buenas posibilidades de tomarse a Colombia y Brasil.

Por desgracia, en nuestro país la clase política parece resignada al posible triunfo de Petro y dispuesta a acomodarse con él. El CD está disminuido. Los señores del Equipo Colombia representan varias corrientes de la derechita cobarde, y hay otro equipo, santista, que agrupa los compañeros de ruta y los idiotas útiles…

Esta situación nos exige:

En los 85 días que nos separan de las elecciones de marzo y en los 135 que nos quedan hasta las de mayo, reclamar lucha frontal y decidida contra Petro, e Informar al país hasta dónde llegaría Petro en la escala del horror continental, si alcanza el poder.

De malo hasta peor, el socialismo del siglo xxi ofrece esta gradación: México – Argentina – Perú – Honduras – Chile – Bolivia – Nicaragua – Venezuela – Cuba.

En ningún país ese socialismo es benéfico, conveniente o democrático. En los primeros seis nombrados avanza y en los últimos cuatro ya ejerce la dictadura con mayor o menor intensidad.

Miremos ahora un posible gobierno de Petro: ¿Sería otro AMLO? ¿Otro Evo? ¿Otro Maduro?

Con seguridad que no sería igual al mexicano, porque tomaría impulso hasta convertir a Colombia en una segunda Venezuela.

Pero hay una posibilidad aún más letal, porque puede llegar a ser otro Pol Pot.

A pesar de la complicidad mediática y judicial con Petro, que se hace pasar por un reformador benévolo, enemigo apenas del “neoliberalismo”, una vez enunciadas sus propuestas descabelladas, son luego omitidas en los medios y borradas de las redes sociales.

En conjunto, lo que ese individuo propone conduce a la destrucción total del modelo económico, social y productivo del país:

Eliminar las industrias extractivas, las exportaciones y el ingreso de divisas.

Acabar con el poder adquisitivo de la moneda a través de emisiones astronómicas.

Incrementar los impuestos.

Colectivizar la agricultura.

Eliminar la industria azucarera y la ganadería.

Establecer pensiones no contributivas y cerrar los fondos de pensiones.

Eliminar las asociaciones público-privadas en obras públicas, lo que detendría el avance de la infraestructura.

Lo anterior nos exime de hablar de la renta básica universal, de la expropiación de las segundas viviendas y de la ocupación de áreas superiores a 65 m2 en ellas.

El país, entonces, con su comercio exterior reducido a la exportación de estupefacientes, tiene que repudiar la deuda externa y convertirse en un narcoestado por fuera de la comunidad financiera internacional.

Esa política de tierra arrasada conduciría al país a una revolución de tipo jemer rojo. Negarse a verlo denota criminal irresponsabilidad en los políticos y en los medios infiltrados, que siguen pintando a ese “honorable senador” como otro político normal y de “centro izquierda”…

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Boric, muy parecido a Petro, pero sin prontuario…

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El presidente argentino, Alberto Fernández, se ha comprometido a “acompañar, proteger y cuidar la vida de las mujeres y otras personas gestantes” (¡!)

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Las masas nunca han sentido sed por la verdad. Se alejan de los hechos que no les gustan y adoran los errores que les enamoran. Quien sepa engañarlas será fácilmente su dueño; quien intente desengañarlas será siempre su víctima —Gustave Le Bon

Dueños irresponsables de medios infiltrados

No es únicamente en Colombia donde grandes medios masivos de comunicación son propiedad de poderosos grupos económicos. Es esa una situación que plantea grandes interrogantes sobre su capacidad de influir sobre la opinión pública, pero a pesar de los inconvenientes que la propiedad capitalista de los medios presenta, muchísimo peor es la situación donde regímenes totalitarios tienen el monopolio de todos los órganos, escritos, televisivos, radiofónicos, fílmicos, editoriales…

No es este el lugar ni el momento para ocuparnos del monopolio informático global y aterrador que actualmente ejercen las redes digitales globales, antesala de un control del pensamiento mil veces más eficaz que el de los nazis y los comunistas en el siglo xx, porque debemos ocuparnos de Colombia, a meses de unas elecciones definitivas.

Los medios independientes, cercanos a los partidos tradicionales, como eran El Tiempo, El Colombiano, La Patria, El País, Vanguardia, Caracol, RCN, etc., de propiedad de familias de periodistas, pasaron en las postrimerías del siglo anterior a formar parte de conglomerados que buscaban un “dividendo político” para sus propietarios, capaces así de influir sobre el país. También grupos extranjeros compraron algunos órganos, pero finalmente cada uno de los tres grandes cacaos tuvo su imperio mediático.

En esas condiciones se podría pensar que el dividendo común para los magnates fuera la defensa de las instituciones que hicieron posible el funcionamiento de una economía de libre mercado, cuya vigencia aseguró la existencia y prosperidad de esos grupos empresariales. En el mundo real esas instituciones, a pesar de inevitables imperfecciones, también aseguran la existencia de regímenes de corte democrático, capaces de mantener las libertades personales y propiciar el progreso económico y social.

Parecía entonces que ningún sector tendría mayor interés que el de los medios en la preservación del orden constitucional, la democracia representativa y los medios tradicionales.

Sin embargo, no ha sido así. Los medios masivos fueron infiltrados por una intelligentsia que los pone al servicio de los designios revolucionarios. Aquí entonces, la extrema izquierda revolucionaria dizque es de “centro”, mientras los que a ellos se oponen son tachados de “extrema derecha” cuando no de “fachos”; y los criminales de lesa humanidad son parlamentarios, vedettes informáticas y líderes sociales. El prevaricato cotidiano de las altas cortes es acatado como “derecho” y un manto de silencio cubre todas las actividades criminales de la subversión, mientras los grandes problemas nacionales son tergiversados o escamoteados a la ciudadanía, obligada a creer que el robo del plebiscito es la fuente prístina del derecho constitucional.

Los propietarios de los medios, en vez de reaccionar y depurarlos, han permanecido impasibles y siguen tolerando su ocupación por unos profesionales de la desinformación y la falacia. El resultado está a la vista: un electorado desorientado, ignorante de lo que está en juego (su libertad, nada menos, y además, su sustento), que progresivamente es adoctrinado en todas las tendencias disociadoras que conducen al nihilismo electoral, propicio a la revolución.

A mí se me hace que es bien tarde para que los dueños de los medios reaccionen, pero más valdría tarde que nunca. Si los cacaos siguen tolerando irresponsablemente que sus medios lleven al país al socialismo del siglo xxi, nunca serán perdonados. Es verdad que después de algún frágil acomodo perderán sus empresas y que podrán llorarlas desde su dorada expatriación, mientras para 50 millones de sus compatriotas solo habrá hambre y miseria por incontables años.

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La política es el camino para que hombres sin principios puedan dirigir hombres sin memoria.  —Voltaire

¿Omitir también lo de Venezuela?

Estamos en vísperas de un año electoral en el que se elegirá Congreso, se celebrarán consultas populares para designar candidatos presidenciales y finalmente, en dos vueltas se escogerá un jefe de Estado, que puede ser el primero de una aterradora dictadura comunista.

Nunca el país se ha visto ante un dilema tan trascendental, pero el debate no se está dando sobre los verdaderos términos del mismo. La discusión se reduce a temas mecánicos. Docenas de precandidatos se presentan a la consideración nacional sin atreverse a enfrentar los temas de verdadera importancia. El primero y fundamental es el de la preservación del estado de derecho, la democracia representativa, la libertad personal y el modelo económico productivo.

Hasta ahora ningún aspirante se ha dirigido al país para plantear la disyuntiva entre libertad y comunismo, porque esta última palabra es tabú. Y como es impronunciable, el pueblo ignora lo que está en juego y lo que puede representar en materia de opresión, hambre y cierre del futuro, la elección del candidato que puntea en las encuestas. También es tabú recordar su prontuario, sus bolsas de billetes, su estrecha vinculación con Chávez y Maduro, su incompetente y dilapidadora administración, su ideología totalitaria y la locura de sus propuestas demagógicas.

En este debate no se discute nada: El plebiscito robado, la invalidez de los acuerdos que constriñen al gobierno y privilegian la subversión, la impunidad de los peores delincuentes, la entrega del poder judicial y la educación a la causa revolucionaria, la identidad entre la FARC parlamentaria y sus aparentes “disidencias”, el auge de la narcoindustria, las alcaldías subversivas, y así sucesivamente.

Todos estos temas y otros igualmente delicados son omitidos, empezando por el más grave, el de Venezuela. ¿Cómo es posible que con millón y medio o dos millones de venezolanos mendigando aquí, nadie la haga ver al electorado lo que significa el posible triunfo del candidato chavista?

Con discursos técnicos y con impecables argumentos económicos no será fácil rebatir las promesas de renta básica universal; salud y pensiones no contributivas; emisión en lugar de impuestos; servicios domiciliarios baraticos; repartición de tierras y viviendas ajenas…

¡Cuando la casa se incendia, ya no es hora de hablar de los seguros que se debieron haber tomado oportunamente!

Mientras al pueblo no se le haga ver que todo eso produjo la terrible miseria, ya incorregible, en Venezuela, no veo mucho futuro electoral a la tardía figura de derecha que eventualmente surja en marzo para disputar la presidencia.

Desde hoy, porque para mañana es tarde, hay que emprender una campaña vigorosa y convincente, que haga evidente lo que se juega: la libertad y el futuro, contra el hambre y la opresión, y que fije en las mentes la figura verdadera del candidato Petro, cuya identidad con Castro, Chávez y demás hampones, no puede seguir siendo desconocida. “Dime con quién andas y te diré quién eres”.

Por desgracia hay muchas fuerzas políticas dispuestas a acomodarse con Petro, haciendo creer que ese individuo es un político más y que la vida con él seguirá como siempre…

Nada, pues, más increíble que un país con los ojos cerrados frente a una realidad visible. No hablemos de Cuba en 1959, o de Hungría en 1956, o de Checoeslovaquia, Corea del Norte o Cambodia, pero por favor, miremos el hambre horrible en el vecindario, que no conmueve a los políticos logreros, los medios fletados, los candidatos blandengues ni a todos los que siguen haciendo la política con la falsa cortesía con la que se trata a los que infunden miedo.

Omitir el tema de Venezuela equivale a descartar la carta ganadora en el juego decisivo por el poder, entre libertad y comunismo.

¡A todos hay que hacerles saber que Petro es Venezuela!

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Con Xiomara Castro, esposa de otro Sombrerón, Honduras se precipita en las honduras del socialismo del siglo xxi.

Escenas de la estupidez política

En la bien nutrida historia universal de la estupidez política se registran pocos episodios tan lamentables como el de la oposición venezolana. Los incontables “partidos” que en debilísima coalición forman la MUD, aceptaron concurrir a elecciones, a sabiendas de que el gobierno de Maduro cometería todos los fraudes imaginables —y otros nuevos—, y aun así acudieron a unas urnas inútiles ante el cómputo electrónico, que ya estaba preparado para arrojar los datos que quería la dictadura. Esta les permitió “ganar” en dos pequeñas de las 23 tres gobernaciones. Y a cambio de estas lentejas legitimaron a Maduro. ¡Otra cosa es que hayan obtenido las probables prebendas monetarias que desde Judas acompañan la traición!

Nuestra Hispanoamérica ofrece con frecuencia capítulos de estupidez política. El reciente caso del Perú es aleccionador. Después de veinte años de una propaganda incesante que convirtió al expresidente Fujimori en un monstruo aterrador, con facilidad se impuso la consigna de “¡Primero me corto la mano que votar por ella!”, con el resultado del mamarracho del sombrerón analfabeta y estólido.

Con seguridad Fujimori cometió muchos errores, pero la verdad es que se le ha encarcelado por haber derrotado a Sendero Luminoso. Y aquí en Colombia, el doctor Uribe, que seguramente cometió también errores, no es el monstruo sangriento y criminal, que por haber derrotado a las FARC debe ser execrado, calumniado y perseguido hasta llevarlo a la cárcel —violando todas las leyes penales y procesales—, antes de las próximas elecciones, cuando muchos dirán: “¡Primero me corto la mano que votar por un uribista!”.

Con la atomización de las fuerzas democráticas, en Colombia corremos el riesgo de imitar a los peruanos y superar a los venezolanos, para conquistar así el gran premio de la estupidez política universal. Con dos o más millones de venezolanos que piden limosna en nuestras calles o que les quitan el trabajo a los colombianos más pobres, ¿cómo es que el gran consejero económico y mentor político de Chávez encabeza las encuestas, con grandes posibilidades de alcanzar la presidencia?

A él no lo afectan el abultado prontuario ni la pésima Alcaldía, la mendacidad y el cinismo inocultables, las propuestas descabelladas, los costalados de billetes filmados ni las suntuosas mansiones…

Frente al peligro inocultable, los candidatos insisten en jugar irresponsablemente a que “si de pronto llego al segundo puesto, en la segunda vuelta gano”.

Como las propuestas de Petro son alocadas los candidatos van a rebatirlas, desde luego con razón, altura y lenguaje técnico, pero otra cosa puede pensar un electorado agobiado por el desempleo, la carestía y la pandemia, motivado por los espejismos de la renta básica permanente, los servicios domiciliarios baratos, emisión en vez de impuestos, salud y pensiones no contributivas, y la expropiación de las tierras agrícolas, con el fin de repartirlas a los campesinos, en un país ecológico en el que se cambiará el negro petróleo por el verde aguacate…

Todo lo de Petro es locura electoralmente productiva. Pero para derrotarlo no hay que entrar en polémicas intelectuales con él, sino mostrarles a las gentes cómo ese individuo puede volvernos una segunda Venezuela, pero sin adónde emigrar.

Sería increíble que con ese país al lado y con sus ciudadanos mendigando en nuestros semáforos, aquí gane el castro-petrismo, pero si los políticos siguen sin unirse en una firme coalición democrática y patriótica, el pronóstico es reservado.

Antes de las elecciones, especialmente inquietante es el trato amable, respetuoso, cordial y cortés con que se trata siempre al “doctor Petro” en los medios y en todos los congresos gremiales donde se presenta como un político moderado y de centro-izquierda. Esto hace que el elector piense que ese individuo es un personaje normal, como los otros aspirantes.

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Curioso que al iniciarse la campaña presidencial, el Departamento de Estado — ¡al parecer sin consultar con la Cancillería colombiana!—, proponga retirarle a las FARC su condición de movimiento terrorista. Ante este despropósito, contrasta el rechazo de muchos legisladores de Estados Unidos, con la ausencia de protesta oficial y partidista en Colombia.

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“La revolución la inventan románticos, la protagonizan fanáticos y la aprovechan indeseables”

—Thomas Carlyle

Ante el Gulag colombiano

En la literatura del siglo xx ocupa un importantísimo lugar la novela, si así puede llamarse “El Archipiélago Gulag”, de Alexandr Solzhenitsyn, un inmenso documental sobre las infinitas facetas criminales y carcelarias que sirvieron de fundamento al Imperio Soviético.

No han faltado en la historia la crueldad y el terror, la guerra y la dominación, pero esas situaciones siempre fueron consideradas como abusos criminales, mientras en el sistema marxista-leninista devinieron el propio fundamento del Estado, porque la revolución divinizada, fuente del derecho, solo puede realizarse a través de la creciente y deliberada violencia que requiere sustentarla.

Una cosa es aceptar y practicar la violencia, y otra es reconocerla frente a la humanidad. Mientras más violento, represivo, cruel y sanguinario, más intenso el esfuerzo publicitario para presentar un régimen de terror como el abanderado único de la paz, la justicia social y la benevolencia. Hay que recordar las imágenes que se difundieron para pregonar la bondad de Lenin —el ideólogo del terror—, y de sus más aventajados seguidores, el “padrecito Stalin” y “el Gran Timonel” Mao Tse-tung, para no detenernos en los Kim, los jemeres rojos y Fidel.

Ahora bien, a partir de la Revolución Rusa, una propaganda tan falaz como exitosa afectó, a partir de la educación y los medios, a centenares de millones en Occidente, que llegaron a creer en el paraíso que el comunismo ofrecía, después de la derrota del nazismo, dictadura igualmente atroz. A partir de 1945, la propaganda decidió que la historia se divide entre lo negro y aterrador, el fascismo, y lo blanco y refulgente, el socialismo.

Afortunadamente los abismos del horror comunista no pudieron ocultarse definitivamente, a medida que investigaciones históricas, económicas y políticas demostraron que el comunismo solo produce barbarie, opresión y hambre. Las juventudes europeas, a partir de los años 70-80, fueron abriendo los ojos. Buena parte de este descubrimiento se debe a obras tan descriptivas como las de George Orwell, “La granja de los animales”, y “1984”“El cero y el infinito”, de Arthur Koestler; “La noche quedó atrás”, de Jan Valtin, “La hora 25”, de Virgil Georghiu y “El doctor Zhivago”, de Boris Pasternak, entre muchas que revelaron los aspectos más aterradores del comunismo en los desventurados países que lo padecían. Pero ninguna fue tan contundente como “El Archipiélago Gulag”, narración sobre ese inhumano sistema, tan extensa como detallada.

Después de la aparición en Occidente de la obra de este gran escritor ruso, ignorar esa denuncia constituye mala fe.

El lector excusará este proemio, porque en Colombia el avance de la propaganda comunista entre la juventud indoctrinada en las universidades ha creado un clima cultural predominantemente marxista, muy parecido al que sufrió la juventud europea, como hemos visto atrás, porque  en nuestro país se viene montando una narración maniquea, donde las luces las exhibe la izquierda, mientras los demás son “fascistas”, corruptos, asesinos y “de extrema derecha”, que tienen a su servicio, para reprimir y asesinar al pueblo, a las fuerzas armadas.

Contra la anterior situación de derrota cultural y política, los gobiernos no han reaccionado hasta ahora. Al contrario, la tolerancia ha sido la costumbre, hasta llegar a la entrega de la justicia, a la Asonal Judicial; de la educción, a la Fecode; de los medios, a los mamertos; y en el Legislativo se han escriturado unas dos docenas de curules a los perores criminales de lesa humanidad. Y como si esto fuera poco, el futuro de las fuerzas militares depende de la JEP, uno de los tentáculos de la hidra de las “altas cortes”, que usurpan todos los poderes públicos.

En medio del desolador panorama anterior, debemos celebrar la tardía pero ejemplar respuesta de las fuerzas militares, que acaban de entregar a la JEP una denuncia de más de 9000 páginas, con el inventario detallado de las atrocidades de la guerrilla contra los niños, los campesinos, los secuestrados, los militares, los policías, y acerca de los campos anegados en petróleo, los mutilados por minas, el auge de los narcocultivos y miles más de crímenes.

Sin embargo, no basta con entregar ese estudio a la JEP, organismo al servicio de la subversión donde ni siquiera lo van a abrir. Hay que resumirlo en un tomo accesible al lector común, divulgarlo a través de los medios masivos con igual intensidad a la que recibió la lucha contra el covid (porque perder la libertad es peor que la muerte), hay que llevarlo a la academia, y así sucesivamente, para que el pueblo conozca el futuro que nos espera, si las elecciones las gana el candidato de las FARC, del narcotráfico, del castrochavismo y del Foro de Sao Paulo.

Hoy, no basta con una breve reseña de esa denuncia, para olvidarla luego, como tantas otras. Ese esfuerzo no puede convertirse en otro documento histórico inocuo.

***

El candidato de marras dice que es cosa de Uribe lo que la congresista norteamericana María Elvira Salazar dice de él (“ladrón, marxista y terrorista”). En vez de amenazar y vociferar, ojalá ese individuo fuera capaz de refutarla. En Colombia, en cambio, ¡es el “doctor” y el “honorable senador” por aquí y por allá, una y otra vez!

Los candidatos están biches

La cosecha de candidatos presidenciales es de varias docenas. Quizá sería mejor hablar de precandidatos a candidotes, porque la gran mayoría de las distinguidas personas que se han lanzado no reúne las condiciones de reconocimiento nacional y trayectoria suficiente. Todos ellos, además, carecen de partido, financiación, equipo y programa, que son los prerrequisitos de una verdadera campaña.

Conscientes de su debilidad, ninguno proyecta lo más esencial: ¡Ganas de ganar!

Como las elecciones se vienen encima –porque estamos a cuatro meses de las parlamentarias y a seis de las presidenciales–, grupos de ciudadanos preocupados, gremios, centros de pensamiento y revistas, organizan foros y paliques con aspirantes al solio de Bolívar. Los organizadores escogen algunos nombres, para que media docena de personas intercambien opiniones, que precisamente por la desmesura de la ambición a nadie convencen.

Quien haya seguido, por ejemplo, el reciente coloquio de Semana no puede ocultar su desánimo. Allí, algunos invitados coincidieron en la expresión de su opinión en el sentido de que Petro no va a ser presidente. Alguno recordó que fue un alcalde pésimo; otro hasta se atrevió a decir que ese señor es una mala persona y que haría daño al país… ¡y un tercero dijo que, si él no quedaba de segundo, votaría luego por Petro…!

La sensación que ese foro deja es que todos los participantes son buena gente, con alguna experiencia ocasional en puestos públicos, pero que ninguno es líder, estadista o jefe político.

Para dirigir cualquier país, especialmente uno aquejado por todos los males –como es ahora el nuestro– se requiere líder, estadista y jefe político. Petro, en cambio, que tampoco es líder, estadista ni jefe, sí tiene ganas, enormes ganas, financiación inagotable, equipos mediáticos, muchas “bodegas”, lamentables e influyentes apoyos internacionales, y un proyecto político coherente pero atroz, que él sabe disimular con un lenguaje melifluo, ambiguo, ladino, sinuoso, hipócrita, falaz y todo lo que usted quiera…

Pero en vez de enfrentarlo y recordarle al país sus antecedentes, su castro-chavismo, su mendacidad incontenible, su alcaldía depredadora y costosa, y su innegable capacidad de convertir a Colombia en una segunda Venezuela, en los medios masivos y las reuniones a las que asiste invitado por dirigentes pusilánimes, se le trata con exquisita cortesía y respeto.

Los pueblos son desmemoriados, y entre olvido, temor y culpable cortesía, el personaje se crece hasta la alarmante cota preelectoral que le han permitido alcanzar.

Ahora bien, si las fuerzas democráticas siguen atomizadas, la reacción empanicada después de las parlamentarias puede ser tardía e insuficiente, o no darse. No olvidemos que, ese día muchos responderán más bien a la pregunta tradicional: ¿Quiénes vamos ganando?

Con franqueza debo decir que, con una o dos excepciones, las docenas de candidatos se han madurado biches. En general son profesionales honestos, bien preparados, amables, flexibles y transaccionales. Si en lugar de aspirar a imposibles se unieran, podrían formar un gabinete ministerial de lujo para un verdadero candidato líder, estadista y jefe.

¿No será posible, a última hora y al borde del precipicio, el entendimiento patriótico de las fuerzas democráticas, para que surja un verdadero candidato nacional, apoyado por tantos señores que primero deben ser ministros, antes de soñar con cimas inalcanzables?

Bien sé que lo que acabo de anotar equivale a la creación de un nuevo Frente Nacional, y aunque tampoco ignoro los abismos que separan las formaciones democráticas y sus jefes, si este no se da a partir de diciembre, el pronóstico para Colombia es reservado…

***

La necesaria intervención de EPM no puede seguir siendo aplazada. Hay que terminar con la esa administración alocada y a golpes sobre la marcha, de Pinturita, porque es imperativo evitar el cambio de contratista, que no solo retarda y encarece la obra, sino que puede atraer la mayor coima en la historia nacional.

Irresponsables... pero eficaces

No hay duda de que las propuestas, o promesas, de Petro son irresponsables en grado sumo, pero tienen indiscutible eficacia electoral. Desde luego, la irresponsabilidad ya es un rasgo notorio de inmoralidad, pero lo peor es que esas propuestas son, en realidad, promesas para cumplir desde que se inicie el mandato.

Petro no habla por hablar:

* Cuando promete acabar con la exploración y con la explotación minera y petrolera, sabe que la inmensa mayoría de los jóvenes son, o creen ser, ecologistas convencidos de que no puede existir minería ambientalmente correcta.

* Cuando anuncia “compra” de latifundios, sabe cómo disfrazar su expropiación y no ignora que la gente piensa: 1. Que la reforma agraria, que reparte tierras, es siempre justa. 2. Que no existe otro tipo de reforma agraria. 3. Que la “explotación” es el único título justo de propiedad y que toda tierra inculta tiene que ser cultivada, ignorando las realidades económicas, la demanda real de alimentos y la importancia de los terrenos incultos.

* Cuando promete rebajar los alquileres para que la gente disponga de más dinero, sabe que los inquilinos pobres son más que los arrendadores, que se presumen ricos y abusivos, y que, para los primeros, el alquiler es siempre oneroso.

Y así sucesivamente: seguridad social y educación gratuitas, pensiones no contributivas para todos, compartir las “casas grandes”, comprar “las segundas viviendas” para adjudicarlas a quienes no tengan alojamiento, etc[1].

Y, finalmente, emitir billones continuamente, para financiar el déficit astronómico ocasionado por esas políticas.

Desde luego, un país que también deja de exportar petróleo (como acaba de anunciar, dizque para tener doce años de combustibles mientras llegan los vehículos eléctricos), que prohíbe las exportaciones de carne y de azúcar, y reparte las tierras productivas, mientras se emite incansablemente, no tarda en convertirse en la tercera Cuba o segunda Venezuela.

Ningún votante “racional” lo hará por Petro, si seguimos el pensamiento tranquilizante de los optimistas, que consideran que el pueblo es consciente de la irresponsabilidad del demagogo que puntea en las encuestas, pero la triste verdad es que los electores “racionales” no son mayoría, ni siquiera en los estratos altos. Una elevada proporción de los sufragantes, en todos los países, son “pasionales”, bien sea por motivaciones históricas, regionalistas, raciales, de simpatía o de conveniencia personal (sobre todo esta última es determinante).

Un electorado aquejado secularmente por la pobreza, exacerbada por la pandemia y agudizada por el desempleo, tiende a creer más en quien le anuncia ríos de leche y miel que a quienes hablan el abstruso lenguaje económico del esfuerzo, el ahorro, la innovación, la globalización, la ciencia y la tecnología.

He ahí el busilis. A Petro hay que ganarle haciendo ver a dónde conduciría en pocos meses al país, y no seguir esperando un milagro en los dos últimos meses de la campaña. La verdadera información al electorado hay que iniciarla desde ahora, con energía y contundencia. Cada minuto cuenta. Hay que hacerle saber a la gente que en las elecciones del año entrante son de vida o muerte para el país, que nunca ha habido parecidas y que pueden ser las últimas verdaderas.

Mientras Petro recorre el país con abundantísimo dinero (sin que nadie pregunte de dónde procede), con acceso a la reposición, abundantes “bodegas” para copar las redes sociales y medios fletados, una o dos docenas de “autocandidatos” sin plata, sin partidos y sin medios, peroran con tesis más o menos etéreas.

Cada uno de estos ciudadanos aspira al segundo puesto en la primera vuelta, a ver si en la segunda recoge el susto colectivo y gana por una nariz…

¿Pero dónde está aquello del susto? Petro no solo está blindado judicialmente, sino que es tratado con la más exquisita cortesía en los medios, como el “Honorable senador” que no es. Y mucho me temo que con igual exquisita cortesía se lo tratará, como a un candidato decente y normal, cuando lleguen los debates televisados entre candidatos.

Al pueblo, desde hoy, repito, hay que mostrarle quién es Petro, cuáles son sus antecedentes y sus amigos, de dónde proceden sus bolsas de dinero y sus mansiones, cuáles son sus conexiones con el narco-castro-chavismo, hasta dónde es mentiroso y a qué infierno va a conducirnos, porque, con un gran aparato publicitario en su favor, Petro oculta sus antecedentes y se está presentando como un luchador incansable e incomprendido de la justicia social, partidario de la vida y humanizador del capitalismo.

Esta estrategia no está siendo contrarrestada. Para mañana es tarde si se sigue tolerando, pero como no hay un candidato, ni voluntad de tener uno que sí dé la pelea, que tenga ganas de ganar y esté dispuesto a responder de manera contundente a las amenazas y a las falacias, las perspectivas de la democracia, sin capitán, no son las mejores.

[1] Y lo más sorprendente es que con frecuencia, una vez lanzados al aire estos despropósitos, desaparecen de las redes sociales.

Evaluación de la Alianza Reconstrucción Colombia

El cese de actividades electorales anunciado por la Alianza Reconstrucción Colombia indica hasta qué punto se ha hecho difícil hacer política en nuestro país. La Constitución de 1991 desarticuló y socavó los partidos históricos, haciendo trizas el bipartidismo que tanto conviene al sistema democrático representativo. So pretexto de edificar una democracia dizque “participativa”, se estimularon mecanismos alternativos, circunstanciales, personalistas, fluctuantes y oportunistas, que, por carecer de base ideológica y arraigo popular, dependen precisamente de financiación dudosa y creciente. Esto ha transformado la actividad electoral, que ha pasado de controversia cívica a enfrentamiento de empresas de astronómico costo, con lamentable frecuencia al servicio de intereses ocultos o protervos.

Contra esta manera plutocrática y oclocrática de hacer política se levantó Luis Alfonso García Carmona, acompañado por un grupo de generosos activistas. Carentes de dinero, de bodegas, de medios fletados y de apoyo burocrático, a través de las redes sociales lograron que millares de colombianos tomaran conciencia de los peligros que amenazan nuestra asediada democracia. Pero, después de dos años de titánicos esfuerzos, han tenido que suspenderlos.

Desde luego que lo que han estudiado, analizado y propuesto, no se ha perdido, y como Centro de Pensamiento seguirán sin doblegarse, alertando al país.

El perspicaz editorialista de La Linterna Azul afirma que con el retiro de Luis Alfonso es Colombia la que pierde. No puedo estar más de acuerdo, porque con el lema de “Reconstrucción o catástrofe”, a través de un libro sorprendente, de conferencias y videos, artículos e incesante actividad en las redes, el doctor García Carmona llegó a ser considerado justamente como idóneo candidato presidencial, y en los distintos foros en los que participó en esa condición demostró un conocimiento completo de los problemas nacionales y nunca dejó de ofrecer soluciones posibles y razonables para ellos.

Su discurso, centrado en lo esencial, exige el retorno al estado de derecho, vulnerado por el desconocimiento de la voluntad soberana. Sin esa posición legitimista y fundamental la democracia no puede sobrevivir. Aceptar el golpe de Estado permanente, la impunidad de los peores delincuentes de lesa humanidad, la usurpación de los poderes públicos por una judicatura dictatorial al servicio de la subversión, el abandono de los principios cristianos en la vida política y la apoteosis diaria del despilfarro clientelista, conduce inevitablemente al abismo. Ha llegado la hora de decir NO a tanta insensatez y emprender el camino de la reconstrucción moral y jurídica del país.

Se nos dirá que esa posición, basada en el deber ser, es anacrónica e inútil, porque hay que acomodarse a los nuevos poderes fácticos, que surgen del poder económico mafioso y de sus aliados narcoterroristas, proclives al socialismo del siglo xxi.

Frente a ese pragmatismo derrotista, que apenas ofrece un respiro, una caída menos rápida en el caos, hay que reaccionar con la máxima energía. La lección de Luis Alfonso tiene que ser recogida por quienes estén en capacidad de salvar el país. El apaciguamiento claudicante no lleva a buen puerto. El peligro es aterrador y no podemos seguir ignorándolo, ni tampoco tranquilizar al país diciendo que aquí no va a pasar nada y que es imposible que la locura, la irresponsabilidad y la deshonestidad puedan imponerse en las urnas.

Ante el retiro del combatiente debo expresar mi personal satisfacción por haberlo seguido en estos meses de arduo batallar. Moral, intelectual y personalmente, Luis Alfonso García está exactamente en las antípodas del personaje siniestro que avanza, auxiliado por la indiferencia de muchos y la generalizada carencia de voluntad de poder en el establecimiento político nacional.

Reacción tardía

Ante el posible horror de ver convertida a Colombia en una segunda Venezuela o en una tercera Cuba, la respuesta —hasta ahora— ha sido la del avestruz: ¡Enterrar la cabeza! y exclamar que es imposible que un irresponsable, y de los peores antecedentes, llegue a la presidencia.

Supongamos que Petro gana en segunda vuelta: aterrador.

Supongamos que Petro gana en primera vuelta: aún más aterrador.

Ante esa espantosa perspectiva, venimos aplazando la decisión, impostergable desde hace tiempo, de hacerle frente a Petro con un candidato viable, decidido, valeroso, capaz de obtener los ingentes recursos que exige la campaña, de integrar un equipo idóneo, proponer un programa adecuado, de animar una estrategia electoral y de llevar el mensaje a través de los medios, para no enumerar más frentes urgentes, cada uno de los cuales demanda meses de trabajo preparatorio.

Ante un gravísimo e inminente peligro, como es la llegada de la revolución al poder, con su efecto inmediato de violencia, hambre y desolación, los líderes políticos siguen entregados a baladíes juegos de poder, mientras docenas de “candidatos” rivalizan con planteamientos que en otras circunstancias habría tiempo de analizar cuidadosamente. El tiempo ya se agotó.

Frente a la inacción culpable empieza a notarse una esperanza en la reacción tardía: el partido No. 1 piensa escoger un candidato presidencial en noviembre, de tal manera que para marzo de 2022 se pueda organizar una coalición con los partidos No. 2 y 3, para escoger finalmente el gallo capaz de derrotar a Petro en dos meses…, mientras ese sujeto lleva preparando su elección años enteros, con financiación inagotable, cuadros motivados, bodegas y bodeguitas, con subversión parlamentaria y rural, y con los alcaldes de las tres principales capitales y sus miles de juntas de acción comunal… Y si esto fuera poco, ahora cabalga sobre los efectos económico-sociales de la pandemia, auxiliado además por el poder judicial, que le otorga impunidad y personería jurídica.

Nada nos asegura que en marzo del año entrante sí se configure una exitosa coalición, con un candidato tardío, apoyado por los políticos tradicionales. Por eso la coalición no puede esperar. Debe configurarse desde ahora. ¡No hay tiempo que perder!

Ante tan inquietantes pronósticos, hay dos actitudes posibles:

Primera: resignación. ¡Petro no es tan malo! ¡Algún arreglo será posible con él!

Segunda: resistencia y determinación. ¡Para mañana es tarde! ¡Desde hoy hay que luchar a fondo! ¡El asunto es de vida o muerte!

La primera actitud es la de buena parte de la clase política, que sigue bailando en el puente del barco que se hunde. No lo confiesan, pero están convencidos de su incapacidad para enfrentar una revolución que estimularon con el “Acuerdo final” y que toleran acatando diariamente los abusos de la dictadura judicial y prevaricadora.

La alternativa no es fácil. Mientras escribo estas líneas no sé si aparecerá el líder que se levante y convoque al pueblo para que el país no se suicide. Si esa figura no aparece en los próximos días, la reacción tardía, transaccional, dialogante, titubeante, insuficiente y timorata, llegará tarde.

Como se dice, ¡al toro hay que agarrarlo por los cuernos! Apenas quedan seis meses para detener la caída al abismo.

Para ganar, además, las mayorías parlamentarias en marzo, se requiere desde ahora un líder auténtico, sin miedo y sin tacha tras del cual sigan los aspirantes al Congreso.

El sexo del candidato no importa. Puede ser mujer u hombre. Lo apremiante y necesario es que aparezca… y que luche… con el gobierno y los partidos, sin ellos, o contra ellos… porque, si Petro gana, no habrá una segunda oportunidad para Colombia.

En este momento crítico, no podemos seguir fieles a la inveterada costumbre colombiana de dejar todo para el último minuto.

Ante una demagogia político - electoral

La mal llamada Comisión de la “Verdad”, formada por un cura tránsfuga y unos activistas de extrema izquierda, todos muy bien remunerados por el gobierno, es un mecanismo propagandístico de especial importancia, porque, siguiendo a Lenin, el partido define lo que es la verdad ahora, mañana y también con retroactividad. Por eso, en el “Acuerdo Final” se impuso ese organismo para formar un trípode con el Centro de la Memoria Histórica y la JEP, con el fin de cambiar la historia y la justicia del país, y lograr el control ideológico de la sociedad.

Sin embargo, eso se les desarticuló parcialmente con el nombramiento de un probo historiador profesional para dirigir el Centro de Memoria Histórica, al cual se ataca diariamente con inaudita virulencia, mientras las otras dos patas del entramado continúan su labor de demolición de las instituciones y tergiversación de los hechos.

Ahora bien, el encargo de la Comisión de la Falacia estaba previsto para estos días del 5° aniversario del desconocimiento de la voluntad soberana, pero como esa Comisión constituye el embrión del futuro Ministerio de la Verdad —en el sentido orwelliano—, era necesario lograr su costosa prórroga, de tal manera que antes de las próximas elecciones para Congreso y Presidencia pueda inundar al país de propaganda revolucionaria.

No sobra recordar que ese organismo tenía cinco años para presentar sus conclusiones. Estas ya se conocían desde antes del nombramiento de sus integrantes: cambiar la historia de Colombia, de tal manera que la subversión sea considerada como un movimiento heroico y benévolo, siempre respetuoso de los derechos humanos, en especial de los “retenidos”, a los que se les ofrecía buena comida y cómoda cama. Todo ello se hacía en defensa de la infancia y de un pueblo oprimido y masacrado por un gobierno tiránico, perverso y criminal, formado por los explotadores, los negreros y los traficantes del dolor humano.

No se requieren dotes especiales para saber de antemano que el informe final de la Comisión saldrá completo después de las elecciones, pero oportunas filtraciones previas a ellas producirán efectos demoledores contra las fuerzas democráticas.

Desde luego esta prórroga, que no ha merecido comentarios —porque nos han enseñado a aguantar todos los abusos—, está inscrita en el plan de conquista de los escasos poderes que aún no están en manos de la subversión, como la mayoría parlamentaria y la Presidencia. Cuando estas caigan vendrá el cambio del modelo económico y social, que dará al traste con la república y condenará al pueblo colombiano a igual miseria que la venezolana.

***

Si cinco curules regaladas en el Senado y otras tantas en la Cámara ya desvirtúan gravemente el principio de la democracia representativa en el poder legislativo, ¿qué diremos de la situación el año entrante, cuando en la Cámara de Representantes el número de los escaños de la subversión suba de cinco a veintiuno? Tendrán entonces siempre el poder decisorio en esa corporación.

***

Por agradecer con dinero público a algún periódico amigo, tiene que renunciar y es procesado el canciller Kurz en Austria, mientras los alcaldes progres en Colombia inundan diariamente los medios con ríos de mermelada.

Los frutos de la demagogia

Para entender temas fundamentales del derecho nada mejor que ciertos aforismos. Uno de ellos dice que la ley no tiene corazón y que el magistrado que le presta el suyo prevarica. En consecuencia, cuando se falla por simpatía, amistad, militancia política, obediencia, coima, etc., el juez prevarica porque tuerce, tergiversa o contradice o abusa de la ley.

En Colombia, desde hace algunos años venimos acostumbrándonos al prevaricato, porque se suceden los más escandalosos e inconcebibles fallos para favorecer a ciertos personajes y grupos políticos en su camino hacia el poder, mientras a otros se niega sistemáticamente el reconocimiento de sus derechos.

El activismo judicial ha convertido esa rama del poder público en un eficaz mecanismo al servicio de la extrema izquierda revolucionaria, porque las “altas” cortes, y muchas de las que de ellas dependen, han sido copadas por individuos comprometidos en la subversión ideológica.

La más reciente sentencia de orden político es la del pasado 17 de septiembre, de la Corte Constitucional, que falla a favor de una tutela presentada por Gustavo Petro para que su grupo, “Colombia Humana”, sea reconocido como un movimiento representativo de ciudadanos, en contra de repetidos pronunciamientos del Consejo Nacional Electoral, la entidad legalmente llamada a otorgar, o negar, dentro del ordenamiento, la personería jurídica a las formaciones políticas.

La absurda tutela presentada por Petro ya había sido negada el 29 de enero de 2019, por el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, y en la apelación por el Consejo de Estado, el 14 de marzo siguiente, precisamente por dos tribunales que poco se han distinguido por su imparcialidad política.

Finalmente —¡vaya sorpresa!—, la Corte Constitucional seleccionó esa solicitud de Petro, y por ocho votos contra 1 se lleva de calle la legislación electoral, para favorecerlo con una inesperada personería jurídica, que le abre las puertas de copiosa financiación del erario y le permite repartir avales y formar listas para Congreso, sin tener en consideración otras opiniones.

En esos vitales asuntos, Petro ya no tendrá que someterse a los engorrosos, costosos y lentos procedimientos de otros grupos, esos sí “significativos”, de ciudadanos que tratan infructuosamente de superar los numerosos escollos legales que hacen bien difícil su expresión.

El voto disidente fue del magistrado Lizarazo, hasta ahora el peor de la Corte Constitucional, quien no objeta el fondo de la personería para Petro, sino la forma como le fue entregada…

El impulso que recibe Petro con esa personería es incalculable, tanto en cuanto le favorece como en lo que representa en detrimento de quienes se le enfrenten tardíamente y en condiciones de inferioridad… ¡Así, Petro arranca con todos los fierros, seis meses antes que los demás!

***

Carlos Ochoa Martínez. El 22 de septiembre falleció —después de penosa enfermedad— el historiador que hacía poco, con La grandeza trágica de Bolívar, había interpretado las horas más amargas del Libertador en un texto sobrio, elegante y profundo, publicado justamente por la Sociedad Bolivariana, de la cual era miembro, así como de la Academia de Historia del Valle.

Carlos, a pesar de una larga vida fuera de su natal Tuluá —en Medellín, en el exterior y sobre todo en Bogotá—, nunca descuidó su terruño, para el que motivó iniciativas culturales, escribió biografías de coterráneos ilustres y deliciosos recuerdos de juventud. Fue siempre el mejor, más generoso y sincero amigo. Durante los larguísimos años de nuestra amistad nunca tuve queja alguna, ni supe de alguien que no lo apreciase.

Descanse en paz el buen cristiano, amoroso esposo, padre y abuelo, excelente ciudadano y trabajador incansable que acaba de dejarnos.

***

Los alcaldes de Cali, Bogotá y Medellín son peores que la comida de la cárcel, pero pueden seguir tranquilos, acabando con todo lo que tocan, mientras tengamos el poder judicial que padecemos y la tolerancia del ejecutivo.

Personería... Prevaricato... Petro...

Para entender temas fundamentales del derecho nada mejor que ciertos aforismos. Uno de ellos dice que la ley no tiene corazón y que el magistrado que le presta el suyo prevarica. En consecuencia, cuando se falla por simpatía, amistad, militancia política, obediencia, coima, etc., el juez prevarica porque tuerce, tergiversa o contradice o abusa de la ley.

En Colombia, desde hace algunos años venimos acostumbrándonos al prevaricato, porque se suceden los más escandalosos e inconcebibles fallos para favorecer a ciertos personajes y grupos políticos en su camino hacia el poder, mientras a otros se niega sistemáticamente el reconocimiento de sus derechos.

El activismo judicial ha convertido esa rama del poder público en un eficaz mecanismo al servicio de la extrema izquierda revolucionaria, porque las “altas” cortes, y muchas de las que de ellas dependen, han sido copadas por individuos comprometidos en la subversión ideológica.

La más reciente sentencia de orden político es la del pasado 17 de septiembre, de la Corte Constitucional, que falla a favor de una tutela presentada por Gustavo Petro para que su grupo, “Colombia Humana”, sea reconocido como un movimiento representativo de ciudadanos, en contra de repetidos pronunciamientos del Consejo Nacional Electoral, la entidad legalmente llamada a otorgar, o negar, dentro del ordenamiento, la personería jurídica a las formaciones políticas.

La absurda tutela presentada por Petro ya había sido negada el 29 de enero de 2019, por el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, y en la apelación por el Consejo de Estado, el 14 de marzo siguiente, precisamente por dos tribunales que poco se han distinguido por su imparcialidad política.

Finalmente —¡vaya sorpresa!—, la Corte Constitucional seleccionó esa solicitud de Petro, y por ocho votos contra 1 se lleva de calle la legislación electoral, para favorecerlo con una inesperada personería jurídica, que le abre las puertas de copiosa financiación del erario y le permite repartir avales y formar listas para Congreso, sin tener en consideración otras opiniones.

En esos vitales asuntos, Petro ya no tendrá que someterse a los engorrosos, costosos y lentos procedimientos de otros grupos, esos sí “significativos”, de ciudadanos que tratan infructuosamente de superar los numerosos escollos legales que hacen bien difícil su expresión.

El voto disidente fue del magistrado Lizarazo, hasta ahora el peor de la Corte Constitucional, quien no objeta el fondo de la personería para Petro, sino la forma como le fue entregada…

El impulso que recibe Petro con esa personería es incalculable, tanto en cuanto le favorece como en lo que representa en detrimento de quienes se le enfrenten tardíamente y en condiciones de inferioridad… ¡Así, Petro arranca con todos los fierros, seis meses antes que los demás!

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Carlos Ochoa Martínez. El 22 de septiembre falleció —después de penosa enfermedad— el historiador que hacía poco, con La grandeza trágica de Bolívar, había interpretado las horas más amargas del Libertador en un texto sobrio, elegante y profundo, publicado justamente por la Sociedad Bolivariana, de la cual era miembro, así como de la Academia de Historia del Valle.

Carlos, a pesar de una larga vida fuera de su natal Tuluá —en Medellín, en el exterior y sobre todo en Bogotá—, nunca descuidó su terruño, para el que motivó iniciativas culturales, escribió biografías de coterráneos ilustres y deliciosos recuerdos de juventud. Fue siempre el mejor, más generoso y sincero amigo. Durante los larguísimos años de nuestra amistad nunca tuve queja alguna, ni supe de alguien que no lo apreciase.

Descanse en paz el buen cristiano, amoroso esposo, padre y abuelo, excelente ciudadano y trabajador incansable que acaba de dejarnos.

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Los alcaldes de Cali, Bogotá y Medellín son peores que la comida de la cárcel, pero pueden seguir tranquilos, acabando con todo lo que tocan, mientras tengamos el poder judicial que padecemos y la tolerancia del ejecutivo.

Si esto no es corrupción

Empieza a sobresalir por su amplia información, buen criterio e independencia, la joven periodista María Andrea Nieto. Entre muchas indagaciones suyas ha revelado al país, recientemente, los gastos en materia de “imagen” y de “comunicaciones” de la señora alcalde de Bogotá.

A pesar de que esos hallazgos de María Andrea aparecieron en un medio masivo de gran circulación, no han tenido el merecido eco, porque nos hemos acostumbrado al rutinario chaparrón de datos, que pasan sin análisis.

Pero lo de la señora alcalde no es de poca monta. En resumen, su Consejería de Comunicaciones (con 100 empleados) cuesta 541 millones mensuales, y en un año ha repartido 6.000 millones de pesos entre “contratistas”. Además, 3 “asesores” le cuestan 604 millones al año al Distrito. Tiene también el portal www.bogota.gov.co, que cuesta 985 millones al año, y hay un “grupo audiovisual” con 13 empleados, que demanda otros 772 millones.

Y ahí no paran las cosas. Hay un politólogo que ha recibido, por tres contratos, $49´820.000 mensuales; un abogado de 11 millones y otros personajes con hasta 17 millones mensuales.

Como si lo anterior fuera poco, a un “operador logístico” le dieron un contrato por $6.828´000.000 por ocho meses, para organizar los eventos farandulescos en los que despotrica la señora Claudia López.

Desde luego, ahí no para el asunto, porque la pauta del Distrito y sus empresas en los medios masivos es abundante, y también existe un Canal Capital, con su respectivo “lambicolor”. Falta investigar el costo de esa mermelada, que también debe ser astronómico.

La periodista no va más allá, porque deja el asunto al criterio de sus oyentes y lectores. Yo, que conservo impreso lo que ella ha dicho, me pregunto si eso no es corrupción…

Me responde el DRAE: La corrupción en los asuntos públicos es la práctica que consiste en la utilización de las funciones y medios de esas organizaciones en provecho económico, o de otra índole, de sus gestores.

Es función de los partidos hacer la propaganda y promoción de sus líderes. En cambio, emplear el erario para crear una imagen positiva del funcionario es, sin duda alguna, corrupción. En el caso de la señora Claudia, esas colosales erogaciones no han dado resultado, porque la aprobación de su gárrula, errática, pintoresca, conflictiva, agresiva, contradictoria, ondulante, estridente e inepta Alcaldía ha descendido del 89 al 50 % en los últimos catorce meses, como lo recuerda María Andrea Nieto.

Tan pobre resultado se debe al bien conocido hecho de que los malos productos no se imponen en el mercado, por más publicidad que sobre ellos se derrame.

Sergio Fajardo edificó su “imagen” regando pauta municipal y de EPM a manos llenas, algo así como 200.000 millones en cuatro años. Ese uso lo convierte en el precursor de Claudia López y de los numerosos alcaldes que ahora lo emulan. Esa corruptela se ha vuelto costumbre, precisamente por la impunidad que rodea las administraciones locales, de las que alcaldes y gobernadores salen convertidos en ambiciosas figuras nacionales con pies de barro.

Para terminar, dos citas de María Andrea: 1. Como la alcaldesa dice ahora que toda la plata está volcada en la atención social, los dineros invertidos en comunicaciones servirían para darles un subsidio de $ 37.000 (el más bajo contemplado en el programa Bogotá Solidaria) a 181.337 personas.

  1. Y la respuesta de la alcaldesa a una humilde vendedora ambulante que le pedía ayuda: “Trabaje juiciosita, su mercé”.

¡Ya tiene Claudia —opino— edad suficiente para aprender a “trabajar juiciosita”!

***

¡No hay duda! Gustavo Petro pertenece a la misma iglesia católica del padre De Roux.

¡Ante un país que podría morir!

Con un gran libro, En Colombia, el terror nunca fue romántico, que Cangrejo- Editores acaba de publicar, Eduardo Mackenzie advierte que,

[el nuestro] es un país que podría morir, porque las instituciones liberal-conservadoras que sus líderes y ciudadanos edificaron durante más de 200 años con tantos sacrificios (…) están siendo demolidas (…) fuerzas totalitarias quieren transformar a Colombia en un satélite miserable de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Así arranca la más reciente obra del principal analista e historiador de la permanente intentona del partido comunista colombiano por conquistar el poder. Es verdad que este nunca pudo triunfar, ni electoral ni militarmente, pero a partir del acuerdo de La Habana logró —como afirma Mackenzie— “parcelas del Estado y de la sociedad”.

En efecto, “la negociación con las Farc fue una obra maestra de la revolución palaciega, obtenida por las vías de hecho, que condujo a la capitulación del Estado democrático ante las ambiciones del narco-comunismo”.

El primero y gran libro de Eduardo Mackenzie, Las Farc, fracaso de un terrorismo, en dos tomos que suman 485 páginas (Bogotá: Planeta; 2007), es, sin duda alguna, la mejor y más completa historia del comunismo nacional a través de sus vicisitudes y de su gran herramienta, la más criminal y despiadada guerrilla.

La desgracia mayor de nuestra historia es que la derrota de ese terrorismo —lograda a principios del siglo xxi con un gran costo social y humano—, que auguraba una vigorosa época de progreso nacional, haya sido transformada, en la mesa de negociación habanera, en la demolición institucional que condujo al actual gobierno de transición, y que puede llevarnos al abismo, si dentro de nueve meses el electorado, desorientado por unos medios falaces, políticos corruptos y el dinero inagotable del narcotráfico, se deja llevar por las sirenas de la demagogia promesera y dadivosa.

Formalmente, el libro recopila los artículos de su autor en 2020 y algunos del presente año, escritos para su infatigable blog y para los medios democráticos que los publican, pero en realidad constituye un completo e implícito análisis sobre la teoría y la praxis marxistas actuales en nuestro país, porque Mackenzie trata los asuntos siempre como calificado ensayista. En su trabajo subyace un conocimiento profundo del tema, de la realidad nacional y del contexto global dentro del cual se mueve la bien planificada estrategia que puede acabar con nuestra democracia y con el futuro de todos.

Eduardo, además, escribe muy bien. Todas sus páginas unen amenidad, precisión y observación original, para iluminar al lector sobre el trasfondo aterrador del proceso revolucionario, sigiloso y eficaz, que está socavando día y noche la sociedad colombiana.

Para quienes lo hemos seguido, el repaso de sus escritos permite apreciar mejor la estatura intelectual y moral de este campeón de la democracia, pero a quienes lo descubran gracias a este libro ya no les será posible continuar despreocupados frente al peligro supremo que tantos no quieren ver.

Ahora sí se arregló el Congreso

Las dos instituciones más poderosas del país, el Congreso y la rama judicial, son las más desprestigiadas. La gente las percibe también como las más corruptas. Una y otra vez las esperanzas de depuración de ambas se ven frustradas. Cada año, el gobierno presenta rutinariamente un proyecto anodino de reforma judicial, para corregir apenas uno o dos viciecitos, y este fracasa en el Congreso o es hundido por la Corte Constitucional.

El Congreso está formado por cerca de 300 individuos, y cada uno de ellos cuesta algo así como 100 millones mensuales, si a sus formidables salarios y prestaciones se suman lujosos vehículos blindados y la paga de una devota servidumbre. Además, los legisladores no tienen que estudiar los proyectos de ley, porque están obligados a votarlos de acuerdo con lo que decida la respectiva “bancada”. Por tanto, se podría sustituir el Congreso por un comité formado por la media docena de caciques que manejan a sus conmilitones.

Como si lo anterior no fuera ya muy negativo para el ideal democrático que profesa la mayoría de los colombianos, el Congreso también dejó de ser representativo, porque hay 10 “legisladores” sin votación, a quienes se premió con curules en función de su actuación criminal, y pronto, en la Cámara habrá otros 16 nuevos representantes regalados, de tal manera que un “bloque” de 21 curules decidirá la suerte de todas las iniciativas.

En fin, cada día estábamos más lejos de que nuestro poder legislativo llegara a parecerse al Riksdag sueco, cuyos integrantes reciben asignaciones modestas y acuden a las sesiones, bien sea en bus, en bicicleta o a pie. Allá se estudian los temas, y los servicios de información, mecanografía y mensajería les son prestados a través de la secretaría general del órgano legislativo; y cuando quieren conocer un país extranjero, pagan de su bolsillo el viaje.

Ahora bien, por fortuna el Congreso colombiano va a cambiar definitivamente, porque entrará en vigencia un código electoral que, además de autorizar el voto electrónico mixto y el sufragio anticipado (de tan positivos efectos en Venezuela y los EEUU), corrige radicalmente los vicios del poder legislativo.

En efecto, una norma que ha pasado injustamente desapercibida ordena que todas las listas de candidatos tengan paridad de género, y que garanticen la participación de la población LGTBIQ, los discapacitados y los jóvenes. https://gaceta.es/actualidad/la-mision-de-observacion-electoral-pide-revisar-el-nuevo-codigo-electoral-de-duque-para-garantizar-la-transparencia-de-las-elecciones-en-colombia-20210825-0800/

Ahora sí, como entonces ya en las listas no quedarán renglones para políticos, hacendistas, médicos, economistas, juristas etc., el Congreso, así saneado, impoluto e idóneo, cada 20 de julio se instalará con ¡el desfile del orgullo parlamentario!

¿Y nuestros talibanes...?

Es explicable la inicial “prudencia” de los talibanes de Kabul cuando anuncian su respeto por los derechos y conquistas femeninas. Al fin y al cabo, aún quedan algunos focos de resistencia, vencidos los cuales, y cuando el mundo mire hacia otra crisis, dejarán sus aparentes miramientos.

Lo de Afganistán es aterrador: un grupo irreductible de salvajes fanáticos y analfabetas pasan de controlar un tercio del territorio a gobernar todo el país, para imponer despóticamente un “nuevo” orden social (que ya habían ensayado), brutal e inmodificable.

Ahora bien, en nuestra Iberoamérica abundan grupos similares que podemos llamar “talibanescos”, aunque no esclavizan ni degradan a las damas hasta los extremos de los afganos, pero la suerte de mujeres y niñas bajo las FARC y el ELN no era mejor realmente. En cuanto a las conexiones entre guerrilla y narcotráfico, las nuestras están tan comprometidas con la cocaína como las de allá con la heroína. Y eso para no hablar de las relaciones, en ambos casos, con la minería ilegal —oro, coltán, tierras raras—, de la que trata The Independent en el interesante artículo “How the taliban is funded. Where the military group gets money and weapons”, del 20 de agosto / 2021.

El ideal político retardatario, regresivo, brutal y totalitario del grupo asiático es primordialmente cavernario, mientras en los nuestros se añade el componente marxista-leninista y estalinista, que a la hora de la verdad no es más esclarecido. Es posible que la ejecución brutal y sumaria en Afganistán, procedente de la lucha armada exclusivamente, sea más expedita que la combinación de guerrilla y política comicial, que exige paciencia, disimulo y acceso gradual al poder, pero en ambos casos el resultado final es lograr un poder omnímodo que jamás será sometido a los vaivenes de la voluntad popular.

En cuanto a los efectos de la toma del poder, todos sabemos que el pueblo afgano habrá de sufrir sin la menor esperanza de un mejor estar económico y social. Ningún narcoestado se preocupa por el bienestar de su población, sea en Birmania o en Venezuela. Y ya que hablamos de nuestros vecinos, es fácil ver los resultados del talibanismo castro-chavista.

En Colombia tenemos muchos talibanes criollos, empezando por el Senado, las Cortes, el magisterio y hasta el clero, avanzando día y noche hacia el poder. Si el año entrante lo alcanzan, poco tiempo después cesarán las sonrisas, la fementida aceptación del modelo de libre empresa y libertades individuales, así como los últimos vestigios del estado de derecho. Como quien dice, el final de la civilización y el ingreso a la barbarie.

Toda la vida ha habido “talibanes”. El signo ideológico es lo de menos: los comunistas de Lenin, Stalin y Mao se superaron con Pol-Pot y los Kim, pero no están solos, porque el mundo ha estado lleno de movimientos como el IRA, ETA, los Tupamaros, los Montoneros, Sendero Luminoso, FARC, ELN, Boko-Haram, Al Qaeda, que no han sido inferiores, en materia de crueldad y violencia, a las SS. En esto del terrorismo, “Olivos y aceitunos, todos son unos”.

Pero mientras la amenaza totalitaria sobre Colombia avanza, nuestros políticos siguen engolosinados en sutiles juegos decimonónicos y en la proficua explotación del Estado, que no les permite enterarse del supremo horror del posible triunfo, el año entrante, de nuestros propios talibanes.

***

¡Monumental el destape del taimado, sigiloso, insidioso, piadoso, lacrimoso, calculador, ladino, falaz, mendaz, perjuro e hipócrita padre De Roux!

¿Derrotismo o resolución?

Ominosa la semana que ha pasado:

  1. A medida que se conocen los antecedentes terroristas de los ministros del sombrerón, aumenta el pánico económico en el Perú.
  2. Impelida por Biden, la oposición tira la toalla en Venezuela.
  3. En México, las ceremonias indigenistas de tergiversación de la historia alcanzan un nuevo paroxismo, con Amlo a la cabeza.
  4. La encuesta Invamer-Gallup nos presenta un Petro invencible en segunda vuelta.
  5. La señora Pachón se coloca en pole position para colaborar con Petro

La actitud de la intrigante viuda indica la tónica de una clase política que responde siempre a la pregunta de ¿Quiénes vamos ganando?

El viento de la resignación se extiende por doquier. El partido del apoyo irrestricto oscila entre la conformidad y la murmuración, pero en esa agrupación ya predomina la aceptación, como un hecho incontrovertible, de que el Acuerdo Final y la JEP son componentes inmodificables y obligatorios de la “Constitución”. Resignados al status quo, postergan la escogencia del candidato presidencial hasta marzo 2022, cuando ya no sea posible cosa distinta de presencia simbólica en las elecciones de la primera vuelta en mayo de ese año.

Como el CD tiene excelentes precandidatos que prácticamente no registran en las encuestas, esa posición es, hasta cierto punto, políticamente correcta.

La segunda vuelta es un mecanismo razonable en cuanto hace posible la reflexión de último minuto del electorado, pero no es garantía de éxito para el candidato moderado frente al extremista. Salvó al Ecuador, pero no funcionó en Perú. El resultado es aleatorio y desde ahora no puede aceptarse la idea de que quien quede de segundo salvará inexorablemente al país, de Petro, en junio 2022.

Actualmente el poder está mayoritariamente en manos de la izquierda revolucionaria: la justicia, la educación, los medios masivos. Los jurados de votación los pone Fecode. El cómputo electoral lo hace una empresa santista… Y como si todo eso fuera poco, la JEP y la Comisión de la “Verdad” ya entraron, con sendos y bien publicitados espectáculos, a intervenir en la contienda. La primera da la sensación de imparcialidad cuando reconoce 18 000 niños secuestrados, para luego absolver a los plagiarios; y la segunda, prorrogará su mandato, para arrojar continuamente lodo, de aquí a las elecciones, contra las fuerzas democráticas.

Lo anterior explica el derrotismo y la componenda con Petro, pero los acomodaticios olvidan que pasados unos pocos meses les llegará el triste y fatal destino que experimentan todos los moderados, desde los girondinos, cuando las palomas colaboran con los halcones, cuervos y gallinazos.

El país no puede entregarse al socialismo del siglo xxi, así no más.

Colombia espera a quien se resuelva a dar el grito de independencia, resistencia y recuperación, que encontrará respuesta en millones de patriotas.

La lucha que nos espera es heroica, difícil, definitiva, y habrá que darla —aconsejaba Mariano Ospina Hernández en momentos decisivos— “con el gobierno, sin el gobierno o contra el gobierno”: o ¡con los partidos, sin ellos o contra ellos!

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¡De aquí a marzo, nos quedan 178 días!

Y las ganas de ganar

¡Quedan 363 días para salvar el país! Ni uno solo de ellos puede desperdiciarse, porque si el 7 de agosto de 2022 se posesiona Petro, la suerte del Perú sería envidiable… y hasta la de Venezuela…

Bien sé, cuando escribo las anteriores líneas, que a muchos de mis lectores pareceré innecesariamente alarmista, porque en el país se viene extendiendo la sensación de que Petro ya no es peligroso:

  1. Porque dizque ha cometido tal cantidad de equivocaciones y dicho tantas mentiras…
  2. Porque dizque hay una enorme reacción popular en contra de los desmanes cometidos desde el 28 de abril por la izquierda revolucionaria…

En consecuencia, florece la politiquería como nunca, y el país puede darse el lujo de varias docenas de pretendidos candidatos presidenciales sin partidarios, sin financiación, sin programa, esperando un segundo y milagroso lugar en la primera vuelta…

Todo lo anterior es pensar con el deseo, lo peor en las circunstancias actuales.

Petro no está acabado. Sus diarios trinos llegan a cerca de cuatro millones de personas. Su inagotable financiación es notoria. Tiene fuerza parlamentaria creciente. El poder judicial lo ampara y los medios lo siguen. Está vinculado al Foro de Sao Paulo y no está indispuesto con Soros. Como si fuera poco, cerca de la mitad de los colombianos viven en ciudades con alcaldes de extrema izquierda, que disponen de billones de presupuesto y millares de juntas de acción comunal. Además, los jurados de votación los pone Fecode, y el cómputo, electrónico, lo realiza una firma de íntimos amigos de Juan Manuel Santos.

Para usted, amigo lector, y para mí, sus propuestas son descabelladas y el personaje es falaz, ladino y repugnante, pero nuestras ilustradas opiniones nada significan para un electorado aun más depauperado por la pandemia y, por tanto, bien receptivo a las alucinantes promesas que hará en su campaña.

En el Perú, nadie en la clase media creía posible el triunfo del Sombrerón…, y ahora tienen el presidente más ignorante e impreparado del mundo anunciando su referendo para consolidar la revolución, y la formación de un brazo armado del pueblo para defenderla.

Volvamos a Colombia. A Petro le faltan dos millones de votos. ¡A los demás les faltan diez millones! Estos presupuestos electorales son algo más sólidos que los que se derivan del optimismo, la vanidad y la ilusión.

Salvar al país frente a un candidato tan fuerte como Petro no es tarea fácil que pueda dejarse para más tarde, cuando se “decanten” —como están diciendo— las candidaturas, ni empeño al que se pueda renunciar.

De esta batalla definitiva dependen la libertad, el pan y la salud. ¡Hay que darla con ganas de ganar!

Hay que crear el líder. Las tres o cuatro cabezas políticas democráticas tienen que escoger desde ahora, sin cálculos egoístas, un verdadero candidato presidencial capaz de ganar, que atraiga los ingentes fondos que la campaña requiere, reúna el personal adecuado y los publicistas capaces, elabore un programa sólido pero que entusiasme, cope los medios y las redes, visite las regiones y atienda el larguísimo etcétera de una campaña a la medida del reto.

Si lo anterior no se hace desde ahora, dentro de ocho meses se elegirá otro Congreso mentalmente escuálido, clientelista y corrupto, donde las decisiones en la Cámara estarán predeterminadas por las 16 nuevas curules regaladas a la subversión. Sin embargo, hay quienes consideran que entonces será el momento para escoger el gallo que dos meses más tarde se alce con la presidencia…

No, señores y señoras. En dos meses no se improvisa un presidente ni se salva un país. Llevamos desde agosto de 2010, ochenta y tres meses entre la defensiva y el acatamiento, y no ha habido semana en la que no avance la revolución y retroceda el estado de derecho.

He ahí la medida del desafío: Hay que pasar a una ofensiva vigorosa, de corte heroico y churchilliano, o resignarnos a un destino ominoso.

¡Ojalá no tengamos, el ocho de agosto 2022, que decir que Iván Duque fue el último presidente de la democracia colombiana!

NeoJuris

Veíamos la semana pasada cómo con la Neolengua las palabras se construyen con fines políticos, para dirigir y controlar el pensamiento. En la práctica, los vocablos terminan significando todo lo contrario de lo que expresaban desde tiempo inmemorial. El primer ejemplo es el Ministerio del Amor, encargado del odio…

Decíamos también que en la rama judicial se vislumbraba nuestro futuro Ministerio del Amor; pero un buen amigo me dice que me equivoco, que el poder judicial ya ejerce plenamente ese Ministerio orwelliano.

Reflexionando sobre el pasado reciente del poder judicial encontramos de continuo, a partir de 2016, sentencias nefandas pero obligantes, que trastocan absolutamente el derecho. Aunque la rama tiene cuatro órganos supremos ‒Corte Constitucional, Corte Suprema, Consejo de Estado y JEP‒, actúa como un solo cuerpo, al igual de la Hidra, monstruo horripilante de varias cabezas, pero guiadas por un propósito único y terrible.

En la JEP, todos sus “magistrados” fueron escogidos por y para el servicio de las FARC, mientras en las otras tres “altas cortes”, apenas la mayoría es ostensiblemente mamerta, pero, en consecuencia, impone siempre la línea política conducente a socavar el estado de derecho y avanzar en el camino de la revolución.

La anterior situación no es percibida por las buenas gentes, formadas en el respeto secular por los tribunales, pero si enumeramos apenas los fallos más aberrantes, vemos que la palabra justicia, ahora, realmente significa prevaricato.

En efecto, desde el punto de vista del derecho, ¿qué cosa distinta de prevaricatos son ciertas sentencias?:

  • La que aceptó suplantar la decisión del pueblo soberano en las urnas, por una simple proposición ilegal, aprobada por las cámaras.
  • La que autorizó el “fast track” para expedir a las volandas y contra la Constitución docenas de leyes a favor de la subversión.
  • La que llamó a juicio por fraude procesal al doctor Uribe y excarceló a quien este había acusado con razón. De allí se siguió un proceso en el que la Corte Suprema violó deliberadamente todos los principios penales y las leyes procesales; además, las “pruebas” se inventaron.
  • La que despenalizó el aborto.
  • Las que obstaculizaron la extradición de un narcoterrorista, lo liberaron e hicieron posible su fuga.
  • Las que han invadido las competencias del Congreso, convirtiendo la Corte Constitucional en poder legislativo.
  • Las que obstruyen las funciones del gobierno y convierten a los jueces, empezando por los de tutela, en poder ejecutivo.
  • Las que inhiben la lucha contra el narcotráfico.
  • Las que obstaculizan la explotación de los recursos naturales.
  • Las que niegan las objeciones del poder ejecutivo a leyes inconstitucionales favorables a la subversión.
  • La que obsequia 16 curules a la revolución, eliminando el carácter representativo de la Cámara, y convierte a sus mayorías en rehenes del Secretariado.
  • Las que obstaculizan el restablecimiento del orden público.
  • Las que ponen en desventaja a la policía frente a los terroristas.
  • Las que condenan a priori a los funcionarios públicos de un gobierno y las que absuelven arbitrariamente a los políticos subversivos.

No quiero cansar al lector. Basten estos 14 ejemplos para reconocer que, si en Colombia volviese a imperar el derecho, las cárceles estarían repletas de jueces y magistrados.

La realidad, que tantos ilusos se resisten a aceptar, es que ahora en el país rige el NeoJuris o NeoLegis, cuya carta es el Acuerdo Final, sus principios generales son los de Lenin, Gramsci y Vishinski; sus códigos son las sentencias de la Corte Constitucional y sus oficiantes forman un órgano al servicio de la revolución, pluriforme pero jerárquico, unánime y disciplinado, que ya ejerce los tres poderes públicos, porque de la tridivisión clásica hemos pasado al poder monista del marxismo cultural y la praxis revolucionaria.

¡Y todo esto se acata! ¡Y se seguirá acatando!

***

Ya el títere analfabeto notificó a los peruanos que la prioridad de “su gobierno” es la reforma constitucional.

Ojalá la nueva lección peruana no siga la triste suerte de la lección venezolana, que ya no nos inmuta.

¡Nos quedan diez meses…!

Del tintero de Orwell

En el mundo distópico de “1984”, George Orwell describe minuciosamente el funcionamiento del gobierno totalitario, que ya había sido perfeccionado por Stalin en 1948, cuando apareció el libro. La omnipotente maquinaria del “Gran Hermano” funciona a través de cuatro ministerios: el del Amor, encargado del Odio; el de la Verdad, que difunde la Mentira; el de la Paz, que hace la Guerra; y el de la Abundancia, que se ocupa del racionamiento y la hambruna.

Ahora bien, a pesar de su profunda exploración sobre los mecanismos del Estado totalitario, a Orwell se le quedaron en el tintero algunos de los que operan en los regímenes despóticos para eliminar toda libertad individual.

En ese mundo se ha impuesto “la neolengua”, donde las palabras se construyen con fines políticos, para dirigir y controlar el pensamiento de las gentes. El lenguaje políticamente correcto —acoto— es el primer escalón hacia la neolengua obligatoria.

A medida que avanza la revolución colombiana se observan los mecanismos embrionarios de los ministerios del Nuevo Orden:

Fecode se va configurando como el Ministerio de la Verdad, que indoctrina a partir del kínder, donde se enseña a los párvulos a cantar el nuevo himno nacional: “¡Uribe, paraco, el pueblo está verraco!”.

Y en la rama “Judicial” se vislumbra el futuro Ministerio del Amor, si consideramos el verdadero significado actual de ciertas palabras en Colombia:

Derecho = Torcido

Justicia = Impunidad

Debido proceso = Arbitrariedad

Legalidad = Flexibilidad

Términos = Eternidad

Imparcialidad = Favoritismo

Juez = Agente político

Constitución = Acuerdo final

Perjurio = Prueba “reina”

Altas Cortes = Bajos fondos

Es verdad que en contadas ocasiones algún despacho falla en derecho, pero como una golondrina no hace verano, en la subsiguiente apelación la sentencia ajustada a la ley es revocada torticeramente.

En esas condiciones, la opinión pública se va acostumbrando a incontables fallos insólitos, que se suceden diariamente y que, por tanto, ya no sorprenden.

Hace unos días no más, julio 23, la todavía llamada “Corte Suprema de Justicia”, revocó el fallo del Tribunal Superior de Bogotá, que negaba la condición de víctima de Álvaro Uribe a la excompañera sentimental de un recluso, para convertirla en perseguida del expresidente, que jamás supo de los líos de faldas del protegido de su tenebroso acusador; y el Consejo (sic) de Estado suspendió el decreto, dictado in extremis, que autoriza la “asistencia” de las Fuerzas Armadas para restablecer el orden público en ciudades dejadas a merced de alcaldes proclives a la subversión.

Eliminados toda expectativa de imparcialidad judicial y los últimos vestigios de autoridad presidencial, ¡¿qué podemos esperar?!

La sala de los precandidatos

Desde hace siglos, en la política, es determinante el signo pesos ($), que se originó como una M a la cual se sobrepuso una S, abreviatura de Medici, que en la tipografía moderna se desdibuja en la forma habitual que conocemos. Sin embargo, otros le atribuyen un origen español, que en nada demerita la eterna importancia del dinero en la política, que tanto se notó en la era de los Medici, cuando esa familia de médicos se volvió de riquísimos banqueros que dominaron, directamente o mediante dependientes, el poder en Florencia.

Traigo esto a cuento porque debo recordar la influencia de los comanditarios en las empresas políticas, que no han desaparecido, a pesar de la abundancia y complejidad de las legislaciones sobre financiación electoral.

La verdad, lamentable desde luego, es que aquí y allá, por encima de las sumas que el Estado reconoce en función de los votos de las distintas corrientes, escrutados, los candidatos solicitan considerables “avances” extracontables porque las campañas se han convertido en empresas de costo exorbitante.

Podríamos debatir horas enteras acerca de las reformas estructurales deseables y convenientes para la financiación de campañas, pero de momento tenemos que alejarnos del deber ser para ubicarnos dentro de la Realpolitik.

Dejando de lado al candidato Petro, cuyas abundantes fuentes de financiación obviamente desconozco, considero que para derrotarlo hay que desarrollar desde ahora una campaña con vocación de triunfo (no 40 campañas). Esa invitación al electorado exige un esfuerzo programático, incesante, coherente, inteligente, llamativo y técnico, a través de tv, radio y redes sociales, especialmente. Ese esfuerzo demanda centenares o miles de millones de pesos y ninguno de los 40 precandidatos democráticos dispone de esas sumas, ni puede conseguirlas, a menos que alguno de (o algunos) de los magnates que en Colombia llamamos “cacaos” les facilite(n) buena parte de sus requerimientos en calidad de préstamo, mientras llega la reposición después de las elecciones.

El problema consiste en que 40 señoras y señores, patrióticos y respetables, aspiran a la presidencia de la república al mismo tiempo, pero ninguno dispone de fondos para adelantar una campaña que permita alcanzar el segundo puesto en la primera vuelta.

Quien quede de placé en la primera ronda, seguramente tendrá apoyo considerable, in extremis, para disputar la segunda vuelta. Por eso, de momento, es urgente pensar en la financiación, antes de hacer el ridículo y lanzarse apenas para figurar. Ya van, repito, como 40, y cada día aparecen más aspirantes.

Si las cosas siguen así, en toda solicitud de empleo se preguntará: “¿Ha sido usted candidato presidencial?”

Hace algunas noches tuve una agradable ensoñación, de aquellas de las burlas veras. En la antesala de cada cacao habían tenido que habilitar una sala de espera para candidatos, con tinto, gaseosas, prensa, tv, música ambiental y amables relacionistas, para hacer menos tediosa la interminable espera de los solicitantes, porque ningún potentado puede atender tantos aspirantes. El sueño terminó cuando en la sala resonó el refrán de “tanto pobre junto pierde la limosna”…

¿Guerra avisada...?

Faltando nueve días para el 20 de julio es de vital importancia recordar el refrán de que “guerra avisada no mata soldado”. Si efectivamente se dirigen ya hacia Bogotá 50.000 “pacíficos” ‒convocados por la primera línea‒, para unirse en la capital con otros tantos “inofensivos” en una protesta “legítima y espontánea”, esa manifestación puede lógicamente convertirse en el putsch, en la marcha hacia palacio, para apoderarse, literalmente, del país, culminando así la revolución colombiana.

Contando a partir de abril 28, esta revolución, que tantos no quieren ver, cumple 62 días; y el 20 de julio llegará al día 72, que puede ser decisivo, bien para ellos, bien para nosotros.

En medio de la calma chicha que vivimos, en el país se está extendiendo la sensación de que ya pasó el peligro y que los excesos criminales han causado una reacción saludable en la población, que ahora repudia a Petro… lo que es simplemente pensar con el deseo.

Es posible que Petro haya caído 2 o 3 % en la intención de voto, pero no por ello deja de ser el candidato más opcionado, sin contendor de peso, y si seguimos como vamos, en junio del 22 se enfrentará a un pintoresco pelotón de candidatos débiles, situación que nos puede llevar a un desenlace a lo peruano…

La esperanza de que Petro haya dejado de ser peligroso se basa en la ilusión del “votante racional”. Los sufragantes de esa condición no constituyen mayoría en parte alguna del mundo. Con mucha frecuencia se impone el voto pasional, sea activado por consideraciones étnicas, religiosas, nacionalistas, regionalistas, caudillistas, etc., o por la simple motivación egoísta que lleva a votar por quien más ofrece: servicios públicos baratos o gratuitos, salud y educación sin costo, vivienda subsidiada, renta básica universal, expropiación a los ricos… y así sucesivamente.

Con propuestas absurdas e irracionales, Pedro Castillo, un analfabeta, subió del 16 al 50 % de la votación, contrariando todas las expectativas sobre el voto racional en su país.

Volvamos a Colombia. El país requiere con urgencia un candidato que devuelva la esperanza, que entusiasme, que sea capaz de ganar las elecciones ampliamente, con mayoría en el Congreso, un líder…

Si este 20 de julio se repite la imprevisión del 28 de abril, el país puede hundirse irremediablemente.

La situación inestable que vivimos, agravada por la ofensiva mediática que hace coro al infame informe del CIDH, y la que quiere pintar al Ejército colombiano como una escuela de sicarios y mercenarios, dificulta la acción preventiva de las fuerzas del orden. Si estas no son desplegadas con el mayor respaldo, para que actúen con la eficacia requerida, cualquier vacilación hará que la chispa se convierta en incendio arrasador.

¿Será que no estamos ya en la guerra urbana?

El 30 de junio pasado, en un artículo “políticamente correcto”, Luis Pérez Gutiérrez, exgobernador de Antioquia, empieza hablando de “ciudadanos buenos y generosos que protestan por ellos y por todos”, y en cuyas filas se infiltran vándalos… A continuación, dice:

(…) la indiferencia del gobierno ante la crisis asombra (…) así han nacido guerrillas en Colombia. Los bloqueos y actos violentos tan largos podrían llevar a que los vándalos de tinte político se logren articular y formen guerrillas urbanas (…) en las ciudades, donde se dice que en más del 40% de los territorios no manda el Estado (…) los vándalos pueden encontrar espacios abonados para hacer nuevas y exitosas guerrillas urbanas.

El doctor Pérez Gutiérrez se preocupa entonces por una posibilidad aterradora para el futuro, en vez de reconocer que hace años la guerrilla urbana existe; y olvida que incluso a él, cuando era alcalde de Medellín, le tocó combatirla en la Comuna 13, donde era innegable la combinación de narcotráfico y subversión.

Desde que existen guerrillas en Colombia, la posibilidad de su paso de las remotas montañas y selvas a las ciudades preocupaba a los gobernantes. Para prevenir esa suprema amenaza, ejército y policía se mantenían preparados.

Todo cambió con el “acuerdo final” entre Santos y Timo, que consagró el cogobierno entre las autoridades legítimas y la subversión legitimada. Unos 7 000 guerrilleros bajaron a las ciudades, a disfrutar de sueldos y prestaciones extravagantes, y a varios centenares de ellos se los empleó como guardaespaldas muy bien remunerados por el gobierno, con dotación de armas oficiales y vehículos blindados de alta gama.

Ahora bien, por lo menos 6 000 de ellos que desde 2016 habitan en los suburbios, no han abjurado de la formación militar, terrorista y revolucionaria que les inculcaron, ni han dejado de pertenecer al tal “partido” FARC (ahora “de los comunes”), marxista-leninista y practicante siempre de la combinación de todas las formas de lucha.

El Secretariado, ahora en el Congreso, nunca ha renunciado a esa ideología. Por el contrario, han dicho y repetido que su propósito inmodificable sigue siendo la toma del poder para establecer el “socialismo”, porque “comunismo” es una palabra que asusta y, por tanto, su pronunciación es tabú.

A partir de abril 28 los acontecimientos consisten en una cadena ininterrumpida de actos terroristas de la mayor violencia, siguiendo una indiscutible estrategia subversiva y revolucionaria, que cuenta con la eficaz complicidad de alcaldes proclives y de comunicadores, nacionales y extranjeros, que han inventado aquello de la violencia policial y de un gobierno represor que atropella y mata al pueblo.

Acabo de escuchar a Miguel Uribe Turbay, quien, como secretario de Gobierno de Bogotá, sabe de lo que habla cuando denuncia que hay escuelas de entrenamiento para la formación de los individuos de la “primera línea”.

Durante estos 65 primeros y horribles días de la revolución colombiana venimos presenciando todos los actos propios de la guerra urbana, ejecutados por gentes preparadas al efecto, dirigidas por un partido leninista profesional, como es el comunista, organización multiforme, militar y mimetizada, de obediencia castrista y con propósitos continentales.

A todas estas, nadie pregunta acerca de los miles de reinsertados: ¿Qué han hecho y dónde han estado durante estos dos largos meses? ¿Habrán puesto sus habilidades y su experiencia al servicio de la subversión? ¿Habrán entrenado guerrilleros urbanos durante los últimos cinco años? ¿Cuál es ahora el número de efectivos de las guerrillas urbanas? ¿Qué relación tienen con la primera línea? ¿Quién financia el eficaz aparato logístico que está destruyendo a nuestro país? ¿Hasta cuándo se seguirá ocultando deliberadamente la participación de las FARC en los actuales disturbios?

A preguntas pertinentes como las anteriores, y a mil más, deben responder los organismos de inteligencia del Estado, para prevenir actos, atentados y acontecimientos desestabilizadores, pero esos mecanismos indispensables fueron —obedeciendo al “acuerdo final”— desmantelados o marchitados.

Si el gobierno y la sociedad siguen cerrando los ojos frente a la realidad de la guerra urbana para considerarla una remota posibilidad, y si continúan negándose a ganarla —como hasta ahora—,  no queda esperanza para Colombia.

***

En la celebración de los cien años del PCCh, su amo absoluto dice que ellos sacaron de la pobreza a centenares de millones. Se equivoca, porque los primeros setenta años de marxismo-leninismo solo produjeron revolución, guerra, miseria, y la eliminación de innumerables millones. En los últimos treinta años no ha sido el comunismo, sino la adopción del capitalismo, lo que ha enriquecido al país, cuya gente sigue oprimida hasta extremos aterradores. ¡Cuánto mejor sería tener capitalismo + democracia, en lugar de comunismo + capitalismo salvaje de la Nomenklatura!

Muchos para figurar o uno para ganar

Después del lanzamiento, en la semana que acaba de concluir, de otras tres candidatas para la presidencia, contabilizo como 40 nombres excelentes, con excepción del de Petro, execrable puntero (por varias cabezas) en esa carrera, y faltan datos de varios municipios.

En los íntimos pliegues de cada político está siempre agazapada la tentación presidencial, pero para que esta no lo exponga al ridículo debe operar la consideración de “lo posible”. ¡Si en Colombia hubiera siquiera 10 presidencias al mismo tiempo, sería lógico el número de aspirantes que se han presentado!

Ahora bien, por más torpezas que cometa Petro (que puede, al contrario, seguir posando de paloma), en junio del año venidero seguirá a la cabeza, y detrás de él llegará, si seguimos como vamos, un pelotón compacto de aspirantes, cada uno soñando con lograr el codiciado segundo puesto en la primera vuelta…

Arriesgada apuesta, entonces, la de los ilusos candidatos democráticos, porque existe el riesgo de que el segundo en esa fecha sea otro funesto izquierdista.

Como puede ver el amable lector, hay un candidato guiado por la estrategia, al que se oponen las docenas que apuestan por la táctica. Lo estratégico consiste en una preparación de años, una financiación inagotable y una figura conocida en todos los rincones, mientras lo táctico es soñar que “si gano el segundo lugar, el país, aterrado por el ejemplo de Venezuela, me rodeará para ganar en la segunda vuelta”.

El espejismo, la ilusión, de pasar a la segunda vuelta, nada tiene de sólido. Es un juego tan inseguro como el de la ruleta rusa, y este país no lo podemos jugar a la ruleta rusa. Si el año entrante Petro llega a la presidencia, será el fin de la patria y el principio de la revolución colombiana, para completar el dominio del subcontinente. La candidatura presidencial no puede, entonces, convertirse en un renglón adicional del curriculum vitae de ciudadanos meritorios.

La preservación de la democracia y del estado de derecho es asunto de vida o muerte, que exige perentoriamente la escogencia, desde ahora mismo, de un candidato viable, es decir, de alguien que pueda ganar las elecciones del 2022, tanto la del Congreso como la de la presidencia, y por eso tantas aspiraciones ilusorias deben retirarse de inmediato. Deponer los egos es imperativo.

Para ganar se requieren principios y suficiente financiación, con el fin de poder contar con medios masivos, equipos de trabajo, desplazamientos, grupos preparados para prevenir el fraude y otros para contrarrestar en las redes sociales las innumerables bodegas de la izquierda y las potentes emisoras que el gobierno ha construido y financia para las Farc.

Una campaña electoral moderna es una empresa que cuesta centenares de millones. Solamente un gran candidato puede obtenerlos, porque si seguimos como vamos, nadie va a financiar a tantos aspirantes porque “tanto pobre junto pierde la limosna”.

Aplazar la respuesta a la ofensiva revolucionaria para cuando se sepa quién queda de segundo en la primera vuelta equivale a suicidarse, porque el intervalo entre la primera y la segunda ronda es muy corto. Apenas alcanza para el último forcejeo.

La batalla de 2022 es la final y decisiva. Desde hoy mismo hay que prepararse para ganarla. De lo contrario nos tocará asistir a la película Colombia no-futuro.

Gobierno apocado ante Deutsche Welle falaz e insidiosa

Probablemente la Deutsche Welle (DW) es la mejor emisora de TV del mundo, por el altísimo nivel de su excelente y variada programación. Por su superioridad en el medio, inspira respeto y aun temor. Al parecer, esa emisora privilegiaba la objetividad e imparcialidad en la información de los sucesos diarios. Como por eso venía ganando sintonía en América Latina, amplió a 20 horas diarias su programación en español para nuestro subcontinente, pero pronto sus noticieros empezaron a mostrar el sesgo izquierdista que acostumbran los europeos frente a nuestra región.

Esa lamentable orientación se ha traducido, en los interminables 40 días de las “protestas” en Colombia, en una verdadera e incesante toma de partido a favor de las fuerzas que, a través del paro, la asonada, la subversión, la violencia, los bloqueos y sobre todo la desinformación, están llevando el país al colapso y la revolución. Ya la DW no es simplemente sesgada, sino que se ha pasado al servicio incluso de la “primera línea”, deliberadamente.

Todas las noches la DW pinta al “gobierno” colombiano como una dictadura que asesina, incendia y viola a través de sus maniatadas fuerzas de policía, a un pueblo indefenso que ha salido, inerme, a protestar pacíficamente frente a condiciones intolerables de despotismo.

El “enviado especial” Johan Ramírez es filmado con casco, visera y blindaje corporal (como un Robocop), al lado de los manifestantes, pero no ha visto un policía despedazado; otro secuestrado, torturado y su cuerpo arrojado al río; ambulancias detenidas y destrozadas, con pacientes que mueren dentro; centenares de estaciones de transporte público vandalizadas, buses y camiones quemados, carreteras bloqueadas, un puerto anulado, mercados saqueados, y los demás horrores que esas turbas cometen en medio de cantos y bailes grotescos, para celebrar “la fiesta de la guerra”.

Tampoco ha observado el Sr. Ramírez, la complicidad de los alcaldes izquierdistas con el desorden, ni la conducta timorata, omisiva y vergonzante de las autoridades, que han dejado llegar las cosas al estado de descomposición que conduce al caos. A esto se suman los frecuentes y cordiales reportajes que la DW hace a los corifeos del desorden, evitando cualquier opinión favorable a la ley y el orden en Colombia.

Ahora bien, no entendemos la razón por la cual nuestro gobierno no exige respeto al de Alemania, propietario de la DW, cuando esta desinforma, agrede y ofende a Colombia, poniéndose al servicio de los enemigos de nuestra democracia con una sesgada cobertura que incluye hasta tomas que parecen de otros lugares y tiempos. Como si esto fuera poco, algunos amigos me cuentan que la BBC sigue igual conducta.

Sabemos que protestar por la impasibilidad de la Cancillería y de los orondos embajadores de Colombia ‒con la excepción del Dr. Alejandro Ordóñez‒, es tan inútil como reclamar una información confiable a los brazos mediáticos de la República Federal y del Reino Unido, pero no podernos quedarnos callados ante la tolerancia oficial frente a organismos de propaganda de esos, dizque, “gobiernos amigos”.

Decreto inocuo versus revolución rampante

Para celebrar el primer mes de la revolución colombiana, cuyo chispazo fue inducido por la presentación de una reforma tributaria imposible y agresiva en medio de la pandemia, y también con el fin de restablecer el gobierno, el pasado 28 de mayo se dictó el retórico Decreto ordinario 575, suscrito por los señores Duque y Palacio, que ha sido denunciado como “militarización” de un país levantado contra “un gobierno opresor, que masacra la población indefensa”.

La parte motiva del Decreto comprende cuatro y media páginas donde se reproducen normas y sentencias redundantes, y tres artículos, inocuos porque ratifican la inconstitucional política de que son los gobernadores y alcaldes (más o menos comprometidos con la defensa de las instituciones) quienes deben responder por el orden público, para lo cual “coordinarán”, “ordenarán”, “implementarán”, “informarán”, “decretarán”, “brindarán”, “apoyarán”, con otras autoridades incluyendo ejército y policía, y bla bla bla…, como puede el consternado ciudadano observar si lee los tres artículos del decreto que va a restablecer el orden público y salvar la democracia:

Artículo 1. Medidas para la conservación y el restablecimiento del orden público.

Ordenar a los gobernadores del Cauca, Valle del Cauca, Nariño, Huila, Norte de Santander, Putumayo, Caquetá y Risaralda, a los alcaldes del Distrito Especial, Deportivo, Cultural, Turístico, Empresarial y de Servicios de Cali, del Distrito Especial, Industrial, Portuario, Biodiverso y Ecoturístico de Buenaventura, de los municipios de Pasto, Ipiales, Popayán, Yumbo, Buga, Palmira, Bucaramanga, Pereira, Madrid, Facatativá y Neiva, para que en el marco de sus funciones constitucionales y legales, adopten las siguientes medidas:

  1. Coordinar con las autoridades militares y de policía del departamento la asistencia militar de que trata el artículo 170 de la Ley 1801 de 2016, de manera que el departamento, el distrito y los municipios, pongan en ejecución este instrumento legal para afrontar y superar los hechos que dan lugar a la grave alteración de la seguridad y la convivencia, en sus respectivas jurisdicciones.
  2. Adoptar las medidas necesarias, en coordinación con la fuerza pública, para levantar los bloqueos internos que actualmente se presentan en las vías de sus jurisdicciones, así como también evitar la instalación de nuevos bloqueos.
  3. Adoptar las medidas, e implementar los planes y acciones necesarias para reactivar la productividad y la movilidad en sus respectivas jurisdicciones, entre ellas, fortalecer los controles de seguridad en las vías y las caravanas.
  4. En virtud de los principios de colaboración armónica de que trata el artículo 113 de la Constitución Política brindar el apoyo y colaboración, en el marco de sus competencias, a las autoridades pertinentes para lograr la mayor eficiencia, eficacia y celeridad en los procesos de captura y judicialización de las personas que incurren en los actos delictivos que afectan el orden público, la seguridad y la convivencia ciudadana.
  5. Mantener informada a la opinión pública, nacional e internacional sobre los avances en control del orden público y las denuncias de las agresiones sistemáticas contra la población, la fuerza pública, los bienes públicos y privados.
  6. Decretar toque de queda frente a cualquier alteración significativa del orden público y que, en tal virtud, resulte necesario.

Artículo 2. Inobservancia de las medidas. Los gobernadores y alcaldes que omitan el cumplimiento de lo dispuesto en este decreto, serán sujetos de las sanciones a que haya lugar.

Artículo 3. Vigencia. El presente Decreto rige a partir de la fecha de su expedición.

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Como puede observarse, los dos peores alcaldes del país, Claudia y Pinturita, pueden continuar haciendo, diciendo u omitiendo, como les venga en gana.

¿Libertad o comunismo?

La reciente y resonante victoria de la señora Isabel Díaz-Ayuso en las elecciones de la comunidad de Madrid, ilumina la posibilidad de que en España se detenga el proceso que la lleva hacia el abismo por obra de un gobierno de extrema izquierda, marxista, comunista, y hasta chavista, por la chabacanería y la vulgaridad.

Desde luego, en la capital española hay multitud de temas y de problemas importantes, pero la alcaldesa no basó su campaña en disquisiciones y promesas, sino que preguntó a los electores si preferían la libertad o el comunismo. Enfrentados a esa sencilla y comprensible disyuntiva, los votantes entendieron cuál era el problema fundamental de su ciudad y de su país.

En Colombia, en cambio, mientras todo se deshace, seguimos por las ramas y el gobierno se apresta a negociar casi un centenar de propuestas descabelladas, y por tanto, vamos a continuar “arreglando el país”, hasta que ya no quede nada de él.

¿Por qué razón no aparece un líder que simplemente nos pregunte si preferimos la libertad al comunismo? ¿Queremos seguir viviendo en la República de Colombia o preferimos transformarla en otra Venezuela?

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Eduardo Mackenzie, a mi juicio con sobrada razón, censura la actitud del señor Bessudo, magnate turístico y contratista del gobierno, de invitar a manteles a un grupo de empresarios para escuchar los planteamientos de Petro, porque este individuo no es un dirigente normal, sino el terrorista que está incendiando al país para llevarnos al caos. La desfachatez de ese condumio ofrecido por un mercachifle oportunista, ofende a las gentes de bien.

El almuerzo de Bessudo se tolera porque en el país hay temas tabúes, y por eso la reacción es cada vez más débil frente a conductas inadmisibles. Los medios masivos (prensa, radio y tv), que moldean la opinión pública, pregonan que ya no existe el comunismo y que personajes que lo encarnan, como Petro, solo son “progresistas” y afables políticos de “centro-izquierda”, como repite El Tiempo.

Para los medios masivos, entonces, no existe el Foro de Sao Paulo, ni hay un plan continental para la toma del poder, ni avanza la revolución molecular difusa para alcanzarlo, ni el país está amenazado por el castro-chavismo (que tampoco dizque existe), y así sucesivamente se llega al sopor que terminará en el más horrible despertar.

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Vuelvo al señor Bessudo, porque no es el único desvergonzado que agasaja en su casa a Petro. Los cacaos dueños de los grandes medios masivos son todavía más culpables que él, porque continuamente lo invitan en sus diarios, revistas, canales y emisoras, así como a sus secuaces. No solamente deshonran así sus empresas de comunicación, sino que con ellos invaden nuestros hogares, nos desinforman, y extravían políticamente a los jóvenes.

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Una democracia resiste un mes de desabastecimiento, pero una dictadura comunista aguanta setenta años de hambre…

Parábola del joven capitán

Un joven e inexperto marino fue escogido capitán de un gigantesco paquebote con gran pasaje y abundante tripulación.

Los armadores le advirtieron que para llegar a buen puerto tenía que evitar los numerosos escollos de la vía, especialmente en las cercanías del Archipiélago Pétreo, refugio de desalmados, insaciables y bien entrenados piratas.

El novel piloto, para llegar más rápidamente a su destino, desoyó los consejos, y desde que zarpó expuso la nave a innumerables riesgos, hasta que al fin se encontró en un estrecho canal donde encallar era lo más probable, y el retroceso, muy azaroso.

Los oficiales no entendían cómo había sido posible llegar a tan temible encrucijada. Algunos pensaban que el capitán estaba loco, pero por su afable sonrisa parecía cuerdo. Otros lo consideraban inepto, opinión unánime entre los aterrados pasajeros, pero alguien más curtido en los achaques de la navegación afirmó que el rumbo escogido contra toda prudencia obedecía al oculto designio de entregar la nave a los piratas, que la esperaban detrás de las ya visibles rocas de las islas malditas.

En medio de la angustia, el capitán tranquilizó tripulación y pasajeros, enviando plenipotenciarios a los piratas para negociar amplia y detenidamente sobre la salida del impasse, con el fin de seguir, en su buena compañía, por nuevas y bonancibles aguas…

Arrunchados con el enemigo

Como si las asignaciones del poder judicial, con millones de expedientes atrasados, salvo los que se fallan en cuestión de horas para favorecer políticamente a la extrema izquierda, no fueran ya excesivas y superiores a las de los demás funcionarios públicos, el Gobierno, en medio de la más pavorosa crisis fiscal, dicta el decreto 272 de marzo 11 /2021. Tomo de la revista Ámbito Jurídico la información correspondiente:  

(…) establecer una prima especial equivalente al 30 % del salario básico para los siguientes altos servidores de la justicia:

  • Magistrados de todo orden de los tribunales superiores de distrito judicial y contencioso administrativo.
  • Magistrados de los consejos seccionales de la judicatura.
  • Agentes del Ministerio Público delegados ante la Rama Judicial.
  • Jueces de la República.
  • Magistrados y fiscales del Tribunal Superior Militar.
  • Auditores de guerra.
  • Jueces de instrucción penal militar.
  • Fiscales auxiliares ante la Corte Suprema de Justicia.
  • Fiscales delegados ante tribunal del distrito, ante jueces penales de circuito especializados, ante jueces del circuito, ante jueces municipales y promiscuos.

La norma indica que:

(…) la prima será adicional a la asignación básica correspondiente a cada empleo, se pagará mensualmente y únicamente constituirá factor salarial para el ingreso base de cotización del Sistema General de Pensiones y del Sistema General de Seguridad Social en Salud.

En ningún caso los ingresos totales anuales de los servidores que tengan derecho a la bonificación podrán superar el 80% de lo que por todo concepto devengan los magistrados de altas cortes.

https://www.ambitojuridico.com/noticias/general/administracion-publica/extra-gobierno-decreta-prima-especial-para-funcionarios-de

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Por otro lado, el gobierno ha presentado el proyecto de ley estatutaria 134/ 2020 “por el cual se crea una especialidad judicial rural y agraria y se establecen los mecanismos para la resolución de controversias y litigios agrarios y rurales, y se dictan otras disposiciones”.

En la exposición de motivos se lee que “la iniciativa impulsa lo acordado en los acuerdos (sic) de La Habana, y en concreto permite implementar el acto legislativo 02 de 2017, que desarrolla el primer punto firmado por el gobierno de Juan Manuel Santos con las Farc”.

Sospecho que con esta jurisdicción especial se prepara algo relacionado con la reforma agraria integral que debe eliminar el modelo económico agrario que ha permitido alimentar al pueblo colombiano a lo largo de siglos.

En medio de la crisis fiscal se crearían

(…) nuevos despachos para 3 magistrados de la Corte Suprema de Justicia, 2 magistrados en el Consejo de Estado, 45 magistrados para Tribunales Superiores, 45 magistrados para Tribunales administrativos, 150 jueces de circuito para la jurisdicción ordinaria y 80 despachos de jueces de circuito en la jurisdicción administrativa, para un total de 325 nuevos cargos.

Este despropósito ha sido revelado en una oportuna carta de la senadora María Fernanda Cabal, dirigida el 27 de abril / 2021 al ministro de Hacienda, el mismo que presenta la más alcabalera propuesta tributaria, para financiar el gigantismo burocrático que agobia al país.

Si el alza del 5% para los congresistas nos escandalizó, ¿qué decir de esta? ¿Será que con tal largueza el gobierno aspira a lograr la amistad del poder judicial?

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Y si por el Gobierno llueve, por la Procuraduría no escampa, porque la señora Cabello quiere crear 700 cargos nuevos, ¡como si doscientos años creando cargos en la rama judicial hubieran servido para hacer cumplir los términos!

No olvidemos que la rama cuenta ya con 30.868 individuos, con apreciable mayoría del bello sexo.

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“Cuando veo un ave que camina como pato, grazna como pato y vuela como pato, digo que es un pato” — Cardenal Richard Cushing, 1960.

Alternativa: prepago deuda y recorte radical

Nadie puede negar que el gobierno hoy necesita dinero en enormes cantidades para seguir funcionando y evitar un colapso social, pero el camino escogido, el de una reforma desesperada y desesperante, constituye un recurso extremo que destruye la clase media, esteriliza la economía y pavimenta la llegada de Petro.

El ministro de Hacienda nos informa que tiene caja para cinco o seis semanas. ¿Cree que con esa insólita amenaza, el Congreso, despavorido, va a votar su proyecto? Si su Ministerio tiene centenares de funcionarios de altísima competencia, ¿cómo es posible que el titular no haya, con antelación de un año o siquiera de ocho meses, previsto lo que se venía como efecto de la pandemia?

Un ministro zahorí —aun sin los cartones del actual— podría haber adelantado oportunas negociaciones para reducir, reprogramar, refinanciar y modular la deuda externa, con el propósito de precaver el amenazante default al que estamos abocados.

No obstante, los gastos imprevistos pero necesarios debidos a la pandemia, el gobierno no recortó el enorme despilfarro estructural que caracteriza el gasto público a partir de 2008.

A diciembre 31 de 2020, la deuda pública externa llegó a US $89.699 millones, cifra superior en US $15.864 millones, registrada doce meses antes.

Por su lado, a 31 de diciembre de 2020 la deuda pública interna alcanza 390 billones de pesos.

La amortización de ambas deudas está presupuestada para 2021 en 70.5 billones de pesos.

El servicio de la deuda externa pública es del orden de US $6.000 millones (unos 22 billones de pesos), y el de la deuda interna pública es de unos $49 billones.

Si el hueco negro de la Tesorería es de unos $90 billones en el presente año, hay que actuar rápida y eficazmente. Por tanto, nadie entiende que se pueda subsanar con los $25 billones de una reforma que no le van a aprobar al gobierno.

Hay necesidad entonces de tomar medidas extremas, pero sin hacer explotar el modelo económico y social. Posiblemente ha llegado el momento de “quemar” reservas internacionales. Estas alcanzan la suma de US $52.995 millones. Si el país prepaga unos US $40.000 millones, podría reducir algo así como US $3.000 millones el servicio de su deuda externa, aliviando en cerca de diez billones de pesos la Tesorería.

Pero como este alivio no sería suficiente, el país tiene que enfrentar la realidad y tomar determinaciones como:

  1. Dejar de contraer nuevo endeudamiento diferente al requerido para mantener estable el monto y el perfil de la deuda externa pública.
  2. Rebajar los gastos del Estado siquiera en un 20-25%.
  3. Detener el explosivo crecimiento de la deuda pública interna.


Todo lo anterior es difícil. Requiere voluntad política. El imprescindible ahorro puede comenzar por los diez billones anuales que cuesta complacer a las FARC con gastos absolutamente innecesarios.

Si seguimos gastando, gastando y gastando, todavía podremos aplazar el default, cada vez más oneroso, por algún tiempo, hasta que lleguemos a una situación como la de Grecia o Argentina, con imposición de ajustes más brutales aun que los propuestos por el actual gobierno.

También es posible que el país no requiera financiación después de agosto 2022, cuando Petro cambie el modelo, repudie la deuda pública externa e interna, y nos permita disfrutar de las alegrías de la emisión incontrolada del socialismo del siglo xxi.

Estamos expuestos al peor de los aterrizajes, pero, sin embargo, hay muchos optimistas que piensan que la pandemia mundial también es económica y que, por tanto, estamos en vísperas de un nuevo y benévolo orden financiero y monetario global, para dejar atrás tanto dolor y ruinas…

Esta visión económica idílica es propia de la política – ficción en que vivimos, donde, como esto no es Venezuela… ¡aquí no pasará finalmente nada!

¡Alerta doble! ¡Ahora estamos en mayor peligro!

La encuesta presidencial de Semana-Yanhase prendió finalmente las alarmas. Petro, con 23% de preferencia, Fajardo, con 12%; Marta Lucía con 9% y otros 14 se dividían el 56% restante. La segunda vuelta sería entonces entre el castro-chavismo y el socialismo-caviar.

Como peor perspectiva política era imposible, empecé a recibir mensajes angustiados de muchos que antes me tildaban de pesimista, despalomado o desinformado.

Pero pocos días después, la segunda vuelta ecuatoriana trajo una sensación de alivio. ¡Aquí tampoco va a pasar nada!, como están diciendo muchos, muchos más de los que uno piensa.

Un breve análisis de los datos en Ecuador desvanece esa sensación de tranquilidad y optimismo. Allí sí han ocurrido cosas muy preocupantes. En la primera vuelta Araus obtuvo el 32.72% de los votos, contra 19.74% de Lasso, y el resto se lo repartieron nueve candidatos.

En la segunda vuelta Lasso, por fortuna, subió de 19.74 a 52.36 %, pero Araus subió de 32.72% a 47.84 %. Estuvo a punto de ganar, y 4´235.000 ecuatorianos votaron por el candidato de un delincuente y prófugo. ¿Será que la moralidad ya no interesa a los electores ecuatorianos?

Por otra parte, Lasso no tiene la mayoría parlamentaria que requiere para hacer un gobierno eficaz.

En Perú la situación tampoco es tranquilizante. En la primera vuelta se presentaron diez candidatos, un electorado atomizado hizo posible que un individuo de la extrema izquierda, prácticamente desconocido y notoriamente ignorante, el señor Castillo, ocupara el primer puesto (19.13%). El segundo fue para Keiko (13.36%). El tercero, para López Aliaga (11.63%), y el cuarto, para H. de Soto (11.59%).

El 19.13% de Castillo no marca su techo. En segunda vuelta subirá, con seguridad, y aun es posible que iguale o derrote a Keiko, impopular y con malos antecedentes familiares. La antipatía puede convertirse en un lastre insuperable para esta candidata y en un estimulante para el actual puntero. El Perú está entonces sobre un polvorín.

En Colombia entonces, no se puede bajar la guardia. Todo lo contrario. Estamos todavía más amenazados que antes del triunfo de Lasso. Precisamente por eso, Petro redoblará esfuerzos electorales y paraelectorales, con el fin de ganar.

Nada hay pues, más irresponsable en nuestro país que la atomización del electorado. Cada día aparece un nuevo candidato. Hasta la fecha van 29, ¡y faltan datos de muchos municipios! Si no surge un candidato viable y capaz de pasar a segunda vuelta (más difícil aquí porque los dos de izquierda están muy arriba), la presidencia quedaría en manos de uno de dos indeseables.

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¿Quién nos asegura que el votante colombiano es más sensible al tema moral que el ecuatoriano? ¡Ya en 2018 hubo más de ocho millones de ciudadanos capaces de votar por Petro!