Artículos | Gabriel Jaime Hurtado R.

Gabriel Jaime Hurtado Restrepo
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No al voto en blanco en la segunda vuelta

El pasado 29 de mayo se celebró la elección en la que los colombianos escogeríamos a los nuevos presidente y vicepresidente de la República. Como ese día la fórmula ganadora no obtuvo al menos la mitad más uno de los votos válidos, se realizará una segunda vuelta el 19 de junio próximo, en la que solo participarán las dos fórmulas de candidatos con mayor votación.

En los medios de comunicación y redes sociales se escuchan voces, unas descontextualizadas y otras malintencionadas, que promueven el voto en blanco en la segunda vuelta.

Analicemos un poco esa iniciativa.

Según el artículo 190 de nuestra Constitución Política, el presidente será el candidato que en segunda vuelta obtenga el mayor número de votos. O sea que para nada importa, ni incide, el voto en blanco.

En gracia de discusión, si el voto en blanco obtuviera en la segunda vuelta una mayor votación que alguno de los candidatos (escenario improbable dados los resultados de la primera), el presidente será el aspirante más votado de los dos participantes, aunque ese aspirante haya obtenido menor votación que el voto en blanco.

En síntesis, el voto en blanco no tiene efecto en la segunda vuelta.

De manera que, dadas las circunstancias actuales y las características, antecedentes y acompañantes del candidato de la izquierda, el voto en blanco además de inútil es peligroso. Su promoción es una más de las múltiples, habilidosas y manipuladoras estrategias de la izquierda para embobar a los electores.

En sus cálculos estiman que quienes ya votaron por ellos en la primera vuelta no votarán en blanco en la segunda. Le están jugando a que quienes votaron por los candidatos que quedaron en el tercer, cuarto, quinto y sexto lugar si voten en blanco como una protesta contra lo que no comparten del candidato que quedó de segundo, de manera que no le sumen votos a este.

El eterno candidato del pacto hasta con el diablo y aspirante a tirano, no ha ganado, pero tampoco ha perdido.

En cuanto al otro candidato, el que quedó de segundo en la primera vuelta y que sorprendió con sus resultados, probablemente su estilo y algunas de sus propuestas no nos gusten o no nos satisfagan plenamente. Esforcémonos en informarnos y conocer sobre él, su preparación, su entorno personal, familiar y social, su experiencia, ejecutorias, realizaciones, fracasos y desaciertos.

Pero es que, del otro, el que quedó de primero en la primera vuelta, nada nos gusta y todo nos preocupa.

No es poco lo que está en riesgo en Colombia. No ensayemos poniendo en práctica teorías políticas esbozadas desde lo abstracto y desprovistas de asidero práctico. Debemos tener sentido de la oportunidad y de la realidad.

En segunda vuelta el voto protesta no juega. Eso es lo que hay. Esas son las dos únicas opciones. Uno de los dos será el próximo presidente de la República.

Por todo lo anterior, abramos los ojos, no al voto en blanco en la segunda vuelta presidencial. Es inútil y muy peligroso.

No nos equivoquemos.

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¿Repentista o estadista?

El próximo 29 de mayo se celebrará la elección en la que los colombianos escogeremos a los nuevos presidente y vicepresidente de la República.

Si ese día la fórmula ganadora no obtiene al menos la mitad más uno de los votos válidos, se realizará una segunda vuelta el 19 de junio siguiente, en la que solo participan las dos fórmulas de candidatos con mayor votación.

El presidente deberá tomar posesión el 7 de agosto de este mismo año y su período constitucional es de cuatro años.

Dada la trascendencia e importancia de este cargo, bien vale la pena darle una mirada a nuestra Constitución Política para revisar cuáles son las principales responsabilidades y funciones.

De acuerdo con nuestra ley de leyes, “El presidente de la República es jefe del Estado, jefe del Gobierno y suprema autoridad administrativa”.

Así mismo dispone nuestra Carta Magna que “El presidente de la República simboliza la unidad nacional y al jurar el cumplimiento de la Constitución y de las leyes, se obliga a garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos”.

Debe agregarse que el vicepresidente será elegido por votación popular el mismo día y en la misma fórmula con el presidente. Ambos tienen el mismo período. El vicepresidente reemplazará al presidente en sus faltas temporales o absoluta. En caso de falta absoluta el vicepresidente asumirá el cargo hasta el final del período.

Las principales funciones del presidente de la República podrían resumirse en las siguientes:

* Nombrar y remover libremente a los ministros, directores de departamentos administrativos y presidentes, directores o gerentes de los establecimientos públicos.

* Dirigir las relaciones internacionales.

* Comandar la fuerza pública, integrada por las fuerzas militares (ejército, armada, aérea) y la policía nacional.

* Conservar el orden público, dirigir las operaciones de guerra y proveer la seguridad exterior.

* Sancionar y promulgar las leyes.

* Instalar y clausurar las sesiones del Congreso y presentarle un informe al iniciar cada legislatura sobre los actos de la administración, la ejecución de los planes y programas de desarrollo económico y social, y sobre los proyectos que el gobierno se proponga adelantar.

* Ejercer inspección y vigilancia sobre la enseñanza, la prestación de los servicios públicos, las actividades financieras, bursátiles y de aseguradoras, las entidades cooperativas, las sociedades mercantiles y las instituciones de utilidad común.

* Velar por la recaudación y administración de las rentas y decretar su inversión.

* Organizar el crédito público, reconocer la deuda nacional, modificar los aranceles de aduana y regular el comercio exterior.

* Ejercer la potestad reglamentaria de las leyes mediante decretos, resoluciones y órdenes.

* Suprimir o fusionar entidades; modificar la estructura administrativa nacional; crear, fusionar o suprimir los empleos públicos y señalar sus funciones, dotaciones y emolumentos.

Ocho fórmulas de candidatos han presentado sus nombres, trayectoria y propuestas al escrutinio de los colombianos; serán una de las opciones disponibles en la tarjeta electoral (tarjetón) el 29 de mayo y pretenden ser elegidos los próximos presidente y vicepresidente.

Al examinar las publicaciones de los candidatos en sus sitios de internet, los medios de comunicación y sus redes sociales y presenciar los muy desafortunados debates entre ellos que ya se han realizado, vienen a mi grandes tristezas y preocupaciones.

Y es que pareciera que estamos es presenciando un festival de la trova y no examinando y evaluando las aspiraciones presidenciales, como si no se tratara del escoger a quien funja en el máximo cargo administrativo del Estado. El trovador es aquel personaje, gracioso o simpático, que inmediatamente responde lo que se le ocurra empezando con la primera palabra con la que terminó su antecesor.

Las publicaciones de los candidatos, de alguna manera forzadas por las limitaciones de contenido de las redes sociales y la casi necesaria inmediatez y recurrencia, van dirigidas a generar la complacencia de la audiencia, atraer indecisos y cautivar el voto. Muchas ocultan las verdaderas intenciones y finalidades del candidato y casi ninguna aborda la problemática de Colombia con propuestas de soluciones claras, concretas y realizables. Esas publicaciones son perversas carnadas sofisticadamente elaboradas para atrapar incautos, pretenden ser infalibles señuelos.

La metodología de los debates, que se caracteriza por preguntas relámpago sobre los más complejos y diversos temas nacionales, con un muy limitado tiempo de respuesta, hace que esos encuentros ni sean verdaderos debates, pues los participantes se limitan a expresar lo que se les ocurra y alcancen a decir, ni busquen auscultar cuál es el candidato mejor preparado, con mayor bagaje y sin rodeos para desempeñarse como el presidente de la República. Todo lo cual se agrava con el hecho de que algunos candidatos no están asistiendo a los tales debates.

Quizás quien prevalece, sale fortalecido o “ganador” de dichos encuentros, es el más locuaz, el mejor orador, el mejor comunicador, y eso no necesariamente coincide con los conocimientos y las calidades que deben asistir a quien pretenda desempeñarse en el máximo cargo público de nuestra patria.

El repentista es la persona que rápidamente improvisa un discurso, una respuesta, una intervención.  El estadista es la persona experta en asuntos del Estado.

No nos engañemos ni nos equivoquemos. No necesitamos al mejor improvisador, requerimos al mejor preparado.

La Presidencia de la República precisa de un estadista, no de un repentista.

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Oración y acción

Del 10 al 17 de abril celebramos la Semana Santa correspondiente al año 2022.

Para los cristianos de todo el mundo la también llamada Semana Mayor tiene una muy especial y trascendental significancia. Son muchos los sagrados misterios de la vida terrenal de nuestro Señor Jesucristo a los que nos unimos, vivimos y celebramos en estas fechas. Los principales de ellos son la última cena y la institución de la eucaristía, la oración en el Huerto de los Olivos, la flagelación, la coronación de espinas, la cruz a cuestas camino al calvario, la crucifixión y muerte, y la resurrección.

Jesús pasó por el mundo anunciándonos el Reino de Dios y llamándonos a la conversión. Jesús no se impuso ni se impone, la vivencia de su mensaje es voluntaria, cada uno es libre de aceptarlo o no.

Creo no ser atrevido si manifiesto que el mensaje central, la almendra, la médula del cristianismo es el mandamiento del amor.

Y ese amor es pleno, como lo dice Pablo en la Primera Carta a los Corintios:

“El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia. El amor no presume ni se engríe, no es mal educado ni egoísta, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca.”

La religión no es más que un estilo de vida con una visión de futuro. Para los cristianos ese estilo de vida es la imitación de Cristo. Y esa visión de futuro es la vida eterna. La vida terrena es pasajera y no tiene sentido sin la que viene después, cuando el espíritu se separa de la materia, que esa sí es para siempre.

Estamos llamados al amor. Al amor con obras. Y no solo a amar a quienes nos aman, eso es relativamente fácil, debemos amar a quienes no nos aman, a nuestros enemigos, a nuestros opuestos, a nuestros contrarios, a nuestro prójimo, he ahí el mayor reto. Tenemos que ver en cada ser humano a un hijo de Dios, a nuestro hermano. En esa línea de amor, la preferencia y la primacía tienen que ser hacia los más necesitados, los indefensos, los pobres, no solo en el aspecto económico sino en las múltiples facetas del ser humano.

Esta es una semana de recogimiento y reflexión. Cada uno, en ejercicio de su libertad, la vivirá a su manera. Algunos se dedicarán a la oración, otros participarán en las ceremonias religiosas, otros entrarán en una íntima conexión con Dios, otros serán indiferentes, otros se irán de paseo o descanso laboral, algunos tendrán que trabajar o seguirán absorbidos en sus actividades diarias, no faltará quienes se opongan y descalifiquen estas festividades. La vida nos da esta oportunidad, cada uno la toma o la deja, y la aprovecha o no a su manera, según su saber, entender y posibilidades.

Este año la Semana Santa transcurre en un escenario de cercanía con las elecciones presidenciales del próximo 29 de mayo.

Serán unas votaciones en las que el país se jugará su futuro. En el menú de opciones aparecen modelos políticos, sociales y económicos diferentes y opuestos.

Unos, emulando o imitando lo que ha pasado y pasa en hermanas naciones latinoamericanas, prometen y pretenden destruir, arrasar, quitar, barajar y volver a repartir amañadamente. Llama la atención el hecho de que siendo las cifras de nuestros vecinos desastrosas y que muestran palmariamente que la pobreza en vez de reducirse ha aumentado y que el acceso de la población a los servicios básicos cada vez es más limitado, quieran importar hacia Colombia esos modelos fallidos. Vale la pena preguntarse ¿por qué es que nuestras calles y caminos están llenos de hermanos venezolanos que buscan en Colombia la oportunidad que su patria les niega y no al contrario? Si el modelo correcto es el de allá, ¿por qué la migración es de allá para acá y no de aquí hacia allá? ¿Por qué Colombia está llena de venezolanos y no Venezuela de colombianos? Sofismas de distracción, cortinas de humo, son las salsas que adoban esas opciones del menú. No nos dejemos engañar. No comamos cuento. Ese modelo político, social y económico ¿si será el mejor para todos o al menos para la mayoría?

Otros de los modelos del menú de opciones buscan mejorar a partir de lo ya construido, de lo existente, fortalecer nuestras instituciones, corregir los errores, dejar las ineficiencias. Necesitamos superar tantas desigualdades e inequidades. Hay que acabar la corrupción, la delincuencia, la inseguridad. La situación económica de la mayoría de los colombianos debe y merece ser superior. La educación y la justicia requieren una reforma integral. Recordemos que el real y perdurable mejoramiento de la calidad de vida de la generalidad de la población solo es posible en libertad.

Los inaceptables escrutinios de las elecciones del Congreso realizadas el pasado 13 de marzo, de los cuales cada día se conocen situaciones irregulares, nos dejan llenos de dudas y añaden complicaciones adicionales a tan complejo horizonte.

En oración pido a Dios nos dé sabiduría y discernimiento a los colombianos, de manera que sepamos elegir al mejor presidente, que de verdad trabaje arduamente en pro del bien común para todos, no solo para unos cuantos.

Además de orar, debemos actuar. Oración, prescindiendo de la ortografía, es ‘ora de acción’, y la presente es la hora de actuar para poder vivir en un país con democracia y libertad. En las manos de cada uno está que esto sea una realidad.

Necesitamos escoger el mejor candidato, hacer proselitismo, votar masivamente, vigilar las votaciones y los escrutinios, impedir el fraude, ser testigos electorales, pronunciarnos como ciudadanos, utilizar los mecanismos legales y cívicos que tenemos disponibles a nuestro alcance, cuestionar e impugnar el conteo de votos si hay lugar a ello, etcétera.

Faltan menos de 50 días para esa votación. Que no nos coja la noche. Que no nos lamentemos por no haber hecho lo que hubiéramos podido.

Oración y acción.

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Escoger, apoyar, votar, vigilar

Dada la encrucijada que se cierne sobre Colombia ante las elecciones presidenciales cuya primera vuelta se realizará el 29 de mayo próximo y las muy irregulares y cuestionables situaciones que se presentaron con los escrutinios de las votaciones del 13 de marzo pasado, los ciudadanos tenemos un gran reto y una inmensa responsabilidad.

Debemos adelantar todas las actuaciones legales que estén a nuestro alcance para preservar nuestra democracia y libertades.

Lo primero que se nos impone es informarnos muy bien sobre todos y cada uno de los candidatos, sus antecedentes, sus ejecutorias, sus acompañantes, sus programas, sus propuestas, sus aciertos y desaciertos.  La coherencia entre lo que han hecho y lo que ahora dicen que son o harán, deberá ser el criterio por excelencia para discernir adecuadamente.

Lo segundo es escoger, apoyar, hacer proselitismo y votar por la fórmula de candidatos a la presidencia y vicepresidencia que realmente represente y defienda nuestras convicciones.

Pero no basta con escoger de buen modo, apoyar arduamente y votar masivamente.  Esta vez votar no será suficiente.

Necesitamos cuidar todos y cada uno de los votos.  Debemos vigilar las votaciones y los escrutinios.

Entre los diferentes actores del proceso electoral revisten especial importancia los jurados de votación y los testigos electorales.

Los jurados de votación, seis por cada mesa, son ciudadanos mayores de 18 años y menores de 60, cuyas principales funciones consisten en atender el proceso de las elecciones, efectuar los escrutinios de mesa y registrar los resultados de la mesa en las actas de escrutinio.  Los jurados son seleccionados por la Registraduría Nacional del Estado Civil, mediante sorteo y su designación es de obligatoria o forzosa aceptación.  Los jurados pueden votar en la misma mesa en la que les correspondió desempeñarse como tal.

Los testigos electorales son los veedores voluntarios del proceso electoral, que representan a las agrupaciones políticas (partidos y movimientos políticos, grupos significativos de ciudadanos o comités promotores del voto en blanco), vigilan el proceso de la votación y de los escrutinios, pueden presentar reclamaciones escritas cuando se configuren las causales que establece la normativa electoral y solicitar la intervención de las autoridades.  Los testigos deben votar en la mesa en que tengan inscrita su cédula.

Los testigos electorales no pueden interferir, en ninguna forma, en las votaciones ni en los escrutinios que realicen los jurados de votación. Tampoco puede ser acompañantes de los votantes; ni hacer insinuaciones a los electores, jurados o comisiones escrutadoras; ni realizar ningún tipo de propaganda electoral; ni manipular formularios electorales; ni ceder a terceros su credencial.

Las agrupaciones políticas, coaliciones o promotores del voto en blanco participantes en la elección, esto es, que inscribieron candidatos, pueden postular testigos electorales.  El testigo podrá acreditarse para vigilar más de una mesa.  En ninguna mesa podrá actuar más de un testigo por agrupación política.

Existen dos tipos de testigos electorales, de votación y de escrutinio.  El primero actúa ante la mesa de votación el día de la elección, y el segundo actúa ante las comisiones escrutadoras.  Cada clase de testigo se identifica con una credencial diferente.

Los testigos electorales de votación pueden intervenir en las tres etapas del proceso electoral el día de la votación, en la instalación de la mesa de votación antes de empezar la jornada electoral (de 7:00 a 8:00 am), durante el desarrollo de las votaciones (de 8:00 am a 4:00 pm), y al cierre y escrutinio de la mesa (de 4:00 a 11:00 pm).  En cada etapa tienen diferentes funciones.

Los testigos electorales de escrutinio tienen como funciones las de presenciar que los datos de las votaciones sean leídos del acta de escrutinio de los jurados y velar por el normal funcionamiento de los escrutinios.

Ambas clases de testigos pueden presentar reclamaciones, que deberán formularse por escrito, cuando el número de sufragantes de una mesa exceda la cantidad de ciudadanos que podían votar en ella, aparezca de manifiesto que en las actas de escrutinio se incurrió en error aritmético al computar los votos, y los dos ejemplares de las actas de escrutinio de los jurados de votación (Formulario E–14), no estén firmados al menos por dos de ellos.

Mi invitación entonces es a que escojamos, apoyemos, votemos y vigilemos.

Seamos testigos electorales, tanto de votación como de escrutinios, y para ello inscribámonos ante la agrupación política de nuestra preferencia, obtengamos la(s) credencial(es) respectiva(s), capacitémonos adecuadamente y preparémonos para regalarle nuestro tiempo y dedicación el 29 de mayo próximo a nuestra amada patria Colombia, su democracia y nuestras libertades.

Podemos hacer mucho, no seamos impávidos espectadores de la destrucción de nuestras instituciones.

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Los asuntos que preocupan

Tuve el inmenso privilegio y la enriquecedora oportunidad de haber sido candidato al Senado en los comicios del pasado 13 de marzo. Quizás las líneas que siguen, al mismo tiempo que dejan entrever una reflexión personal alrededor de mis acciones y omisiones, también me sirven de catarsis ante el desfavorable resultado que obtuve. Mi participación en la campaña y en la contienda, me permitieron cambiar mi perspectiva.  Trato de hilvanar estas palabras más desde la no autorizada sugerencia que desde la crítica.

Ahora que estamos cerca de las elecciones del próximo presidente de Colombia, mi percepción es de una casi total asincronía o desconexión entre los asuntos que de verdad preocupan diariamente a la gente y lo que los candidatos a la Presidencia creen que necesita el país. Esa asincronía o desconexión es una de las causas, no la única, de la apatía y el rechazo generalizados por la política.

De acuerdo con las últimas encuestas o sondeos de opinión, lo que he escuchado en las calles y caminos, y mi percepción de la realidad, los principales asuntos del país que preocupan a los colombianos son:

* Su situación económica (prioritariamente comida, vestido, vivienda)

* La corrupción

* La inseguridad

* El desempleo y su pensión

* Su salud

* Su educación y la de sus hijos

* El medio ambiente

* Su transporte

* Los impuestos que tiene que pagar

* La justicia

Los candidatos debieran estar ocupándose prioritariamente de todos estos asuntos.

Al examinar sus campañas, sus propuestas, sus intervenciones, sus alocuciones, sus debates, pareciera concluirse que hubiera dos países distintos, uno el país real, el de la gente, y otro el país político, el de los candidatos.

Si bien el líder debe anticiparse, marcar el rumbo, el camino, lo cierto es que la autoridad se consigue es a partir del conocimiento de las necesidades de sus seguidores y de las soluciones que implemente. Todos buscan poder, pocos ganan autoridad.

Cada una de estas preocupaciones bien merece y requiere un análisis profundo.

Necesitamos propuestas concretas, claras, sencillas y por sobre todo realizables, para abordar todas estas preocupaciones reales, permanentes y angustiantes de nuestra gente.

En el mejor de los casos, las iniciativas de los candidatos apuntan es hacia la construcción del modelo de Estado y gobierno que ellos y/o sus asesores estiman que es el mejor para el país. No necesariamente van dirigidas a subsanar las múltiples falencias que aquejan a nuestra población. Y, lo que es peor, muchas veces llevan oculto o soterrado un interés particular del candidato.

Además de esta muy desafortunada asincronía o desconexión, considero que los candidatos tienen serios problemas con el lenguaje que utilizan. Su discurso está dirigido a una élite profesional, académica, social. No logran llegarle a la gente, ni hacerse entender.

A veces creen que ganan más adeptos mientras más hablen y sus alocuciones se tornan en unas peroratas o retahílas interminables, que ni se comprenden, ni se asimilan. Muchos sufren de vanilocuencia, esa verbosidad inútil e insustancial (hablan mucho y no dicen nada).

Son expertos en contestar evadiendo responder, utilizan sofismas de distracción por doquier. No abordan los temas que les preguntan y se refieren a otros diferentes.

Se extienden en auto alabarse, mejor dicho, todo lo que han hecho ha sido una maravilla, y se desprestigian unos a otros, olvidando que no se es buen candidato porque el otro sea malo.

Para mal de todos, existe el riesgo de que, en ese forcejeo y malabarismo del lenguaje entre los diferentes candidatos, resulte ganador aquel que misteriosamente le llega más a la gente, aunque ni le hayan entendido ni recuerdan lo que dijo, y voten llevados por una falsa ilusión o un pasajero beneficio.

Por favor señores candidatos, vamos a las cosas, no nos embolaten. Los colombianos sin distingos de ninguna clase necesitamos que los dirigentes se ocupen de nuestros problemas y nos planteen verdaderas soluciones.

No nos hagan recordar aquel dicho popular: si así son de novios, ¿cómo serán de esposos?

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Las alforjas

Ya está jugado el primer tiempo del partido de la democracia en Colombia.

El pasado domingo 13 de marzo tuvimos las cruciales elecciones de Senado y Cámara de Representantes, en virtud de las cuales contamos con un nuevo Congreso, cuya conformación tuvo variaciones importantes y quedó integrado por diferentes corrientes sociales y políticas. También quedaron definidos los candidatos a la Presidencia de las tres coaliciones que participaron en esa consulta.

Es de destacar la positiva actitud de los colombianos que ejercieron su derecho de elegir y cumplieron con esta obligación ciudadana.

El próximo 29 de mayo será el segundo tiempo del partido, tendremos la primera vuelta de las elecciones presidenciales, con posibilidad de alargue: segunda vuelta, el 19 de junio. Ya se van decantando los diferentes candidatos y han arrancado en firme las campañas de quienes aspiran a la altísima dignidad de ser el próximo presidente de la República.

Con ocasión de la importancia de esa elección y de las consecuencias que traerá para el país y su futuro, vienen a mi memoria las palabras de Mariano Ospina Rodríguez en carta que le envió a sus hijos en 1877 cuando se encontraban formándose.

Antes de compartirlas con ustedes y para mejor comprensión, debo indicar que la alforja es la tira de tela fuerte o de otro material que forma dos grandes bolsas en sus extremos, se echa al hombro o a lomos de caballería y sirve para transportar cosas. También se define como la provisión de los comestibles necesarios para el camino.

Les escribió Ospina a sus hijos:

“Ustedes están ahora en una edad en que uno vive fascinado en medio de una nube de confusas ilusiones, que prometen algo grande y extraordinario que lo espera a uno un poco más adelante y le inspira una peligrosa confianza, la cual le hace perder el tiempo más precioso. Se asemeja esto a una alucinación de un viajero que, sin saber por qué, se imagina que en la posada le aguarda un gran banquete; pero no hay tal banquete y al llegar a la posada se encuentra únicamente con lo que él lleva en sus alforjas. Ahora están ustedes llenando sus alforjas; según lo que ustedes echen en ellas, así será la abundancia o la penuria en la posada. Lo más grave del caso es que no se puede volver atrás a recuperar la falta”.

Esta recomendación parece escrita para la actual coyuntura de Colombia, y aplica muy especialmente para los jóvenes y también para todos los ciudadanos que tenemos el derecho, el deber y la responsabilidad de elegir el próximo presidente.

Se nos impone una muy profunda reflexión sobre la compleja realidad del país. Ningún colombiano puede evadirla.

Es cierto que tenemos grandes desigualdades e inequidades, que las oportunidades no son para todos y que buena parte de nuestros compatriotas viven en condiciones deplorables, que en algunos casos llegan a ser infrahumanas. Eso no es aceptable, debemos dar pasos acelerados para corregir cuanto antes esta muy crítica situación.  Empero, ello no puede llevarnos a enceguecernos y lanzarnos por un precipicio. Preveamos las consecuencias de nuestros actos.

Algunos de nuestros dirigentes han olvidado que la política solo se justifica por la búsqueda del bien común, han ignorado las necesidades de la mayor parte de nuestra población y se han dedicado a enriquecerse, pasando incluso por episodios no esporádicos de corrupción, distrayendo o apropiándose de los recursos públicos destinados a lo social. Esto ha fastidiado y alejado a la mayoría de los colombianos de la política.

En la conquista los españoles nos cambiaron el oro de El Dorado por espejitos. Todo indica que hoy no falta quien nos quiera cambiar lo valioso por lo ilusorio.

Escuchamos a mañana, tarde y noche un arsenal de promesas falsas e irrealizables, carentes de realidad, sustento y fundamento. Algunos ilusionan vanamente al pueblo para que les dé el voto. Quieren destruir todo lo edificado, se proponen quitarles a los ricos para supuestamente darle a los pobres. Desconocen, u olvidan deliberadamente, que la riqueza no se da por generación espontánea ni por redistribución. Ella requiere de un ejercicio dinámico constante, acompañado de esfuerzo y dedicación incesantes, en el que la motivación de sus partícipes es su verdadero y único motor. No nos dejemos alucinar como el viajero del texto transcrito.

Informémonos bien de los candidatos y de sus pregones y anuncios. Conozcamos sus antecedentes, con quienes andan y sus verdaderos intereses e intenciones. Difundamos la información cierta y hagamos proselitismo.

No nos dejemos fascinar por esa nube de confusas ilusiones. Llenemos bien nuestras alforjas. Echemos en ellas las ideas, las propuestas y los candidatos que conduzcan a los colombianos hacia la abundancia. Evitar la penuria futura depende de todos y cada uno de nosotros.

No perdamos este tiempo tan precioso, ni un mes, ni una semana, ni un día, ni un minuto.

Recordemos que “Lo más grave del caso es que no se puede volver atrás a recuperar la falta”.

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¿Quiénes somos más?

Ya estamos a muy pocos días de la crucial elección del nuevo Congreso que se realizará el 13 de marzo. Por demás, los colombianos en el exterior podrán votar entre el 7 y el 13 de marzo.

Recordemos que el Congreso está conformado por el Senado y la Cámara de Representantes. En esta ocasión se integrará por 295 congresistas, de los cuales 108 serán senadores y 187 representantes. El período de los congresistas es de cuatro años, que se inicia el 20 de julio siguiente a la elección.

Las funciones del Congreso, que ponen de manifiesto la importancia de esta corporación y de su elección, las podemos agrupar o resumir en cuatro:

  1. Reformar la constitución.
  2. Hacer las leyes.
  3. Ejercer control político sobre el gobierno.
  4. Elegir y juzgar a los altos dignatarios del Estado.

Para ejercer el derecho y cumplir la responsabilidad de elegir el Congreso, contamos con un muy nutrido grupo de candidatos, de las más diversas corrientes políticas e ideológicas. La Registraduría informó que quedaron inscritos 2.835 candidatos.

Ante tan gran abanico de posibilidades se impone hacer una profunda reflexión.

Contamos con candidatos que creen en Dios y han defendido y defienden la vida y la familia, y candidatos que no.

Existen candidatos cuyas convicciones son las libertades individuales, la democracia, la autoridad, la ley; y candidatos que no.

Algunos candidatos han sido y son decentes, siempre han creído que el esfuerzo constante y el trabajo disciplinado son la única ruta para conseguir su sustento y superarse; y otros candidatos han sido y son como las plantas parásitas que se aprovechan del esfuerzo que realizan otras plantas para obtener alimento y sobrevivir.

Por fortuna encontramos candidatos que la mayor parte de su camino al éxito ha pasado por kilómetros de servicio a los demás; pero duele encontrar candidatos que consideran que ser servidor público consiste en que ellos se sirvan de los demás.

Vemos candidatos que su objetivo es el bien común, otros prefieren sus objetivos personales.

Hay candidatos que serían primíparos en el cargo al que aspiran y para ello cuentan con amplia experiencia profesional en el sector privado, estando dispuestos a poner su capacidad de trabajo al servicio de Colombia, y otros que son repitentes y eternos vividores de la política.

Unos candidatos infunden optimismo, positivismo, visión de un futuro mejor con oportunidades para todos, y otros candidatos quieren implantar en Colombia modelos sociales y de Estado que en otras naciones solo han producido hambre, destrucción, frustración, éxodo.

Observamos candidatos que van con sus ideas y propuestas, y otros candidatos que hacen amañadas alianzas variopintas con todo tipo de personajes, desprovistas de piso programático.

Tenemos candidatos que guardan coherencia entre lo que ahora dicen o pregonan y lo que han hecho en toda su vida, y otros candidatos que pretenden ocultar o disfrazar su pasado y han alterado la fachada de su discurso para capturar votos. Capacho no es mazorca dice el adagio popular. No comamos cuento, no nos dejemos engañar.

Colombianos: ¿Quiénes somos más?

¿Los que sí creemos en Dios y defendemos la vida, la familia y las libertades, o los que no?

¿Los que sí creemos en la coherencia, la decencia, el esfuerzo constante, el trabajo, la autoridad, la ley, la democracia, o los que no?

Hagámonos notar los que sí.

No perdamos la gran oportunidad que tenemos de elegir congresistas que sí representen nuestros valores, principios y convicciones.

Nos enfrentamos a una peligrosa alternativa entre la democracia y la desgracia.

Algunos colombianos, hartos de la situación, quizás piensen en un voto protesta. Mucho cuidado con eso, lo que está en juego no es poco, es posible que después no puedan volver a protestar nunca.

Vota el 13 de marzo. Que tu voto sea un voto informado, un voto responsable, un voto consciente.

Si te compran tu voto, les vendes tu futuro. Piénsalo

Si además tienes la inmensa responsabilidad de ser jurado de votación, no permitas ni te prestes para el fraude. Quienes hacen fraude para quedar elegidos después te defraudarán. Piénsalo.

El 13 de marzo tenemos que ganar el primer tiempo del partido de la democracia.  El segundo tiempo serán las elecciones a la Presidencia. Remontar el resultado no sería fácil.

Pensemos en nuestro futuro, nuestras libertades, nuestra familia.

Un voto sí cuenta.

¡Tu voto marcará la diferencia!

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Umbral, cociente electoral y cifra repartidora

En mi anterior columna, referida a las elecciones del Congreso que se realizarán el próximo 13 de marzo, abordé los temas de las listas cerradas y abiertas y de las circunscripciones nacionales y territoriales.

Decía al final de ese artículo que, concluidas las votaciones, empieza el escrutinio o conteo de votos, y que el umbral, el cociente electoral y la cifra repartidora son los métodos a través de los cuales se asignan las curules, escaños o puestos.

En esta oportunidad explicaré dichos métodos de la manera más sencilla posible; espero lograrlo.

El procedimiento es independiente para cada corporación y circunscripción, y como bien lo expone la Cartilla de la Misión de Observación Electoral -MOE-, podría resumirse en los siguientes pasos:

1. Determinar el número de curules a repartir

2. Calcular el umbral

3. Definir si se aplica la cifra repartidora o el cociente electoral

4. Distribuir el número de curules de cada lista según su tipo (cerrada o abierta)

Lo primero que debemos tener claro es que, por regla general (hay algunas excepciones), para que candidatos que integran una determinada lista resulten elegidos, la lista debe alcanzar el umbral, esto es, obtener en la respectiva elección un número mínimo de votos. Dicho de otra manera, las listas cuya votación no supere en número de votos el umbral cuando este aplique, no serán tenidas en cuenta para la asignación de curules.

Para el Senado el umbral es el tres por ciento (3 %) de los votos válidos sufragados por esa corporación en la respectiva elección. Los votos válidos son los de todas las listas más los votos en blanco (se excluyen los votos nulos y los tarjetones no marcados).

El umbral es diferente para cada Cámara ya que depende del número de curules que se eligen por cada circunscripción. Así, si se eligen más de dos miembros el umbral equivale al 50 % del cociente electoral, si se eligen dos miembros corresponde al 30 % del cociente electoral y si se elige un miembro la curul se asigna a la lista mayoritaria.

El cociente electoral, que también es diferente para cada circunscripción de la Cámara, se computa dividiendo el total de votos válidos, por el número de curules a proveer. Calculado el cociente, se obtiene su 50 % o su 30 %, según el caso.

El umbral y el cociente son diferentes para cada Cámara porque recordemos que la Cámara de Representantes se elige por circunscripción territorial. En Colombia existen 33 circunscripciones territoriales, una por cada uno de los 32 departamentos del país y otra por el distrito capital. Cada una tiene derecho a un mínimo de dos curules y una más por cada 365.000 habitantes, o por una fracción mayor de 182.500.

Pasemos ahora a la cifra repartidora.

Esta se aplica en las elecciones a Senado y también a las Cámaras en las que se eligen más de dos curules, que son la mayoría.

Para calcular la cifra repartidora, se toman las listas que hayan superado el umbral respectivo y se ordenan decrecientemente, es decir, en el primer lugar se ubica la lista que obtuvo mayor cantidad de votos y en el último lugar la lista con la menor cantidad. Luego se divide el número de votos de cada lista por uno, dos, tres o más, hasta que se obtenga un número total de resultados igual al número de curules a proveer. El resultado menor se llamará cifra repartidora. Cada lista obtendrá tantas curules como veces esté contenida la cifra repartidora en el total de sus votos.

De esta manera con la cifra repartidora se determina la cantidad de curules o escaños que le corresponden exactamente a cada lista.

Si la lista es cerrada (o no preferente), el número de curules que le correspondieron se asigna a los candidatos que la integran en orden descendente tal como se haya conformado e inscrito la lista. Por ejemplo, si una lista cerrada tiene derecho a siete escaños, les corresponden a los siete primeros candidatos de esa lista en su orden.

Si la lista es abierta (o con voto preferente), el número de curules que le correspondieron se asigna a los candidatos que la integran que hayan tenido mayor votación, independientemente del orden o número que tenían en la lista, es decir, el orden se reorganiza. Por ejemplo, si una lista abierta tiene derecho a siete escaños, les corresponde a los siete candidatos de esa lista con mayor votación individual.

En algunos casos, cuando se vayan a elegir solo dos curules o cuando ninguna lista alcance el umbral, no se aplica la cifra repartidora sino el sistema de cociente electoral, que resulta de dividir el total de votos válidos por el número de cargos a proveer. A cada lista se le asignan las curules correspondientes al número de veces que su votación estuviera contenida en esa cifra. Si quedaren puestos sin proveer se asignarán a los residuos más altos en orden descendente.

Termino reiterándoles mi insistente invitación a votar masivamente en las elecciones del próximo 13 de marzo y a fomentar la votación en el círculo de influencias de cada uno. El Congreso es una institución crucial, quizás la que más, para nuestras libertades, democracia y futuro. Hagámoslo conscientemente por los candidatos que de verdad compartan y defiendan nuestros valores y convicciones. Un voto sí cuenta. Mi voto marcará la diferencia.

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Algo de pedagogía electoral sobre el Congreso

El 13 de marzo de este año tendremos en Colombia las llamadas votaciones parlamentarias, en las que elegiremos el nuevo Congreso y se realizarán las escogencias de algunos candidatos a la presidencia mediante las consultas interpartidistas.

El Congreso constituye la rama legislativa del poder público y está integrado por el Senado y la Cámara de Representantes. Las otras dos ramas son la judicial y la ejecutiva, cada una con sus funciones particulares.

Las principales funciones del congreso son: hacer reformas a la constitución, elaborar las leyes, ejercer control político sobre el ejecutivo, elegir ciertos funcionarios (magistrados de la Corte Constitucional y de la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura, procurador general de la nación, defensor del pueblo, contralor general), juzgar excepcionalmente a los altos funcionarios del Estado, etc.

El 13 de marzo cada votante podrá recibir y marcar varias tarjetas electorales o tarjetones, la del Senado, la de la Cámara correspondiente y la de la respectiva consulta presidencial (si fuere a hacerlo).

Para la inmensa mayoría de las curules o puestos, el Senado se elige por circunscripción nacional y la Cámara por circunscripciones territoriales. La circunscripción nacional es una sola, lo que significa que cualquier colombiano, apto para votar, en cualquier lugar del país o del exterior podrá hacerlo por cualquier lista o candidato al Senado. Las circunscripciones territoriales son una por cada departamento, o sea, 32, más otra por Bogotá. En estas circunscripciones territoriales el elector solo podrá votar por listas o candidatos a la Cámara correspondientes a su territorio, a su circunscripción.

En total el nuevo Congreso estará conformado por 295 congresistas, que se elegirán de la siguiente manera:

108 senadores, distribuidos así:

  • 100 elegidos por circunscripción nacional
  • 2 por las comunidades indígenas
  • 1 para el candidato que quede de segundo en la elección presidencial (opcional a su escogencia)
  • 5 para el Partido Comunes (Farc – Acuerdo de Paz)

187 representantes a la cámara, según el siguiente detalle:

  • 161 elegidos por circunscripciones territoriales (32 departamentos más la de Bogotá)
  • 2 por las comunidades afro
  • 1 por las comunidades indígenas
  • 1 por los colombianos en el exterior
  • 1 para la fórmula vicepresidencial que quede de segunda en la elección presidencial (opcional a su escogencia)
  • 5 para el Partido Comunes (Farc – Acuerdo de Paz)
  • 16 nuevas curules transitorias especiales de paz para las víctimas

La Registraduría informó que quedaron inscritos 2.835 candidatos para participar en las elecciones parlamentarias de este año 2022.

Para las elecciones del Congreso las agrupaciones políticas (partidos, movimientos o grupos significativos de ciudadanos) pudieron inscribir listas cerradas o abiertas. Las cerradas también se denominan no preferentes y las abiertas son con voto preferente.

Las listas cerradas o no preferentes son aquellas en las que el elector vota por la agrupación política en su conjunto, sin poder seleccionar ninguno de los candidatos que integran la lista, y por tanto no tiene influencia en el orden en que quedarán elegidos los integrantes de esa lista; el orden es determinado por la agrupación política al momento de configurar e inscribir la lista. En este caso el elector marcará solo el logo de la agrupación política por la que vota.

Las listas abiertas o preferentes son las que le dan la opción a los electores de escoger el candidato de su preferencia o votar únicamente por el partido o movimiento político. En este evento el elector marcará el logo de la agrupación política y/o el recuadro con el número del candidato de su preferencia.

Para la circunscripción nacional del Senado se inscribieron un total de 16 listas, de las cuales ocho son cerradas y ocho abiertas. Para la Cámara se inscribieron 328 listas, más 203 para las nuevas 16 Circunscripciones Transitorias Especiales de Paz.

El Movimiento de Salvación Nacional, que recuperó su personería jurídica el 1 de diciembre de 2021, inscribió al Senado una lista cerrada, de la cual hago parte, y a la Cámara inscribió 18 listas cerradas y una abierta.

Concluidas las votaciones, empieza el escrutinio o conteo de votos. Para que candidatos de una lista alcancen a ser elegidos, deberán obtener como mínimo un número de votos equivalentes a lo que se denomina el umbral.

De esa figura, del cociente electoral y de la cifra repartidora, que son los métodos a través de los cuales se asignan las curules, me ocuparé en una próxima columna.

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Reforma integral a nuestro sistema de justicia

“Hemos llegado a una situación escandalosamente paradójica en la que nuestro sistema de justicia parece estarse pasando al bando de los criminales”

Álvaro Gómez Hurtado (1919 – 1995)

Desafortunadamente la anterior afirmación hoy está más vigente que en su momento. Veamos por qué:

La vida en sociedad genera conflictos entre las personas, son inevitables. Una de las principales funciones del Estado, a través de su aparato judicial, es solucionarlos oportunamente.

Eso no lo estamos logrando, los colombianos nos sentimos totalmente desprotegidos, indefensos, ante la descarada impunidad que se pavonea en el país. Crímenes, desfalcos, torcidos, componendas, atracos, raponazos, robos, estafas, sobornos, extorsiones, secuestros, vandalismos, etc., se han generalizado en nuestra sociedad.

Y es que, duele decirlo, tenemos ineficiencias en la fiscalía, en las cárceles, en los juzgados, en las superintendencias, en los tribunales, en las cortes; además de otros complejos asuntos como episodios de corrupción, activismo político judicial y extralimitación de funciones.

En mi opinión la inoperancia de nuestro sistema de justicia es, sin duda, la causa de los principales males de Colombia: corrupción, narcotráfico, delincuencia, incumplimiento de la ley y de los contratos.

Dentro de ese estado de cosas preocupa de manera especial el rol que han asumido las Altas Cortes, particularmente la Constitucional.

Nuestra Carta Política en su artículo 113 establece que “Son ramas del poder público, la legislativa, la ejecutiva, y la judicial”. La rama legislativa reforma la constitución y hace las leyes, la rama ejecutiva gobierna y la rama judicial aplica las leyes de manera particular a cada caso concreto.

Las Altas Cortes en ciertos eventos se han salido de su cauce. En algunas reprochables decisiones judiciales, por la forzada vía de reglas de carácter general, han ejercido funciones ajenas, la legislativa que es del Congreso y la administrativa que es del ejecutivo. Cuando las aguas se salen de su cauce, anegan, hacen estragos.

Algo adicional que pareciera de menor importancia pero que genera un inmenso y nocivo impacto, es la absurda e inexplicable práctica de dar a conocer sus decisiones por medio de comunicados o ruedas de prensa, aún antes de tener listo el texto completo y definitivo de sus sentencias.

Esta descripción nos lleva a concluir que en nuestro sistema de justicia estamos en déficit. Tenemos que reformarlo para que funcione, opere, sea eficaz, resuelva pronta y acertadamente nuestros conflictos, y sea despolitizado.

Tengo el honor y la responsabilidad de ser candidato al Senado de Colombia por Salvación Nacional. Me propongo ayudar a impulsar una reforma integral a nuestro sistema de justicia, que realmente proteja la vida, honra y bienes de todos y garantice el acceso efectivo de toda persona. Pondré mi experiencia profesional de más de 30 años en el sector privado, como abogado, docente, conciliador, secretario y árbitro, para tratar de lograrlo.

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